Dos hermanos, Sakon y Naike, de veinticuatro y diecisiete años de edad respectivamente, intentaron matar a Iyéyasu («el gran Iyéyasu», para vengar una injusticia hecha a su padre, pero antes de que pudieran entrar en el campo fueron hechos prisioneros. El viejo general admiró el valor de los jóvenes que se atrevieron a atentar contra su vida y ordenó que se les permitiera tener una muerte honorable. Su hermanito Hachimaro, un niño de ocho años, fue condenado a la misma suerte, ya que la sentencia se pronunció sobre todos los miembros masculinos de la familia, y los tres fueron llevados a un monasterio donde sería ejecutada. Un médico que estaba presente en la ocasión nos ha dejado un diario, del que se transcribe la siguiente escena: «Cuando todos estaban sentados en una fila para el despacho final, Sakon se volvió hacia el más joven y dijo: «Ve tu primero, porque quiero estar seguro de que lo harás correctamente». Al responder el pequeño que, como nunca había visto realizar un seppuku, quisiera ver hacerlo a sus hermanos y luego podría seguirlos, los hermanos mayores sonrieron entre lágrimas: «¡Bien dicho, pequeño! Así puedes presumir de ser hijo de nuestro padre». Cuando lo colocaron entre ellos Sakon hincó la daga en el costado izquierdo de su abdomen y dijo: «¡Mira hermano! ¿Entiendes ahora? Solamente, no presiones la daga demasiado, para no caer de espalda. Más bien inclínate hacia delante y mantiene tus rodillas bien compuestas». Naike hizo lo mismo y dijo al muchacho: «Mantén tus ojos abiertos pues de otro modo podrías parecer una mujer moribunda. Si la daga encuentra resistencia y tu fuerza amaina, toma coraje y dobla el esfuerzo para cortar a través». El niño miró de uno a otro, y, cuando ambos habían expirado, calmamente desnudó medio cuerpo y siguió el ejemplo puesto ante él a ambos lados».
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