lunes, 23 de agosto de 2010

Maestro Tesshu


Tesshu es considerado por muchos como el mayor esgrimista de todos los tiempos. Era tal su nivel de destreza, que al final de sus días combatía sin espada, simplemente esquivando los tajos de sus adversarios. Tras su muerte, semejante maestría nunca pudo ser alcanzada por nadie. Los misterios de su escuela, la Muto-Ryu, o del « sable de no sable », posiblemente se hayan perdido para siempre. Su gran compasión, su sobriedad, su profunda humildad y su valor —características de un verdadero maestro de la espada— dan fe de la eficacia de su sistema marcial. Se cuenta que cuando era maestro de armas y consejero del joven e impetuoso emperador Meiji, en una ocasión lo arrojó airadamente por lo suelos, al encontrarlo ebrio, recriminándole su lamentable estado y su deshonroso ejemplo. El monarca le pidió perdón humildemente por su incalificable conducta.

Su enseñanza se definía así:

«Como samurái, debo fortalecer mi carácter; como ser humano, debo perfeccionar mi espíritu. Ningún enemigo puede vencer a un hombre de virtud superior.»

Considerado un calígrafo insuperable, ya moribundo pintó, con la excelencia de su pincel impregnado de compasión, más de cien mil abanicos, considerados valiosas obras de arte, para que los numerosos pobres de su época pudieran sobrevivir. Quizás solamente a mediados del siglo XX otro hombre universal, el gran maestro Morihei Ueshiba, descubridor del Aikido, alcanzó un idéntico estado de despertar espiritual. A decir verdad, la esencia misma de este sublime «arte de la paz» está basada en conceptos, inspiraciones, estados de conciencia e iluminación, muy similares a los de Yamaoka Tesshu y Hariyaga Sekiun. ¡ Tal vez un solo ser humano realizado a través de la vía de sable, en cada siglo, desde la edad media hasta nuestros días, sea suficiente para abrir el sendero a innumerables buscadores del despertar¡ Pero no podemos olvidar que se trata de la natural consecuencia de un estado de espíritu iluminado, de una experiencia espiritual transpersonal de no-ego, de vacuidad, tras una vida de austeridad, desapego, meditación, renuncia y compasión, que se fundamenta en el arte de dar la vida y no en una técnica para arrebatarla.

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