Un hombre verdaderamente bravo siempre está sereno, nunca es tomado por sorpresa, nada sobrepasa la ecuanimidad de su espíritu. En el calor de la batalla se mantiene frío, en la mitad de las catástrofes mantiene nivelada su mente. los temblores no lo sacuden, ríe en las tormentas.
Lo admiramos como verdaderamente grande, que ante la presencia amenazadora del peligro o de la muerte, mantiene la cordura, quien por ejemplo, puede escribir un poema o tararear una canción al encarar la muerte. Tal indulgencia, que no es traicionada por el temblor de la mano o de la voz, es tomada como una infalible muestra de un gran naturaleza, de lo que llamamos una mente capacitada (Yoyuu), la cual bajo presión o al ser apretada, siempre tiene espacio para algo más.Ejemplo de esto ha llegado a nosotros a través de una historia auténtica, Oota Dokan, el gran constructor de castillos de Tokyo, fue atravesado por una lanza, su asesino, sabiendo la predilección poética de su víctima, acompañó su estocada con esta dos líneas:
"Ahh en momentos como estos nuestro corazón envidia la luz de la vida",
Al morir el héroe, no mostrando intimidación por la herida mortal en su costado, agregó las líneas;
"No teniendo horas de paz he aprendido a ver tranquilamente la vida".
Hay incluso un elemento deportivo en una naturaleza valiente. Las cosas que son serias para la gente ordinaria, pueden ser juego para el valeroso. Por lo tanto en la vieja guerra no era del todo raro para ambas partes un intercambio retórico o comenzar un enfrentamiento retórico. El combate no solamente era materia de fuerza bruta, tambien en gran medida, un encuentro intelectual. De tal carácter fue la batalla peleada en las laderas del Río Koromo, a finales del siglo XI. El ejército oriental guiado por su líder, Sadato, inició la retirada. Cuando el General que perseguía lo presionó severamente le gritó "Es una desgracia para un guerrero darle la espalda al enemigo", Sadato detuvo su caballo, y respondió con un improvisado verso
“Tornarse en fragmentos es rasgar la ropa (koromo)”.
Apenas había escapado estas palabras de sus labios cuando el guerrero derrotado, sin desanimarse, completo el poema
“Desde que la he usado se ha rasgado por el uso”.
Yoshiie, quién hizo una reverencia mientras lo escuchaba, repentinamente cesó su persecución, y se alejó, dejando a su prospecto de víctima hacer lo que quisiera. Cuando fue cuestionado de su comportamiento extraño, él contestó que no podría osar poner en ridículo a aquel que había mantenido su presencia de mente mientras era fuertemente perseguido por su enemigo.
Kenshin, que luchó por catorce años con Shingen, cuando oyó hablar de su muerte, lloró en voz alta la pérdida "del mejor de los enemigos". Fue éste mismo Kenshin quien hubo fijado un ejemplo noble para siempre, en su tratamiento de Shingen, morador de las provincias montañosas absolutamente lejos del mar, y que por lo tanto había dependido de las provincias de Houjou de Tokaido para la sal. El príncipe de Houjou que deseaba debilitarlo, aunque no abiertamente en guerra con él, había cortado de Shingen todo el tráfico en este artículo importante. Kenshin, oyendo hablar del dilema de su enemigo y capaz de obtener sal de la costa de sus propios dominios, escribió a Shingen que en su opinión el señor de Houjou había cometido un acto muy malo, y que aunque él (Kenshin) estaba en guerra con él (Shingen) había ordenado a sus tropas equiparlo con una carga suficiente de sal,
"No lucho con la sal, sino con la espada,"
Produciendo más que un paralelo a las palabras de Camillus
" Los Romanos no luchamos con oro, sino con hierro".
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