miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bonsais


Los bonsáis fueron vistos en la naturaleza por aquel entonces, con un alto grado de espiritualidad, ya que admiraban la forma que habían sobrevivido los árboles de las altas montañas, que por fuertes vientos, y su lucha contra la naturaleza, le dieron formas increíbles, y a su vez pequeñas.
ALGUNAS REFLEXIONES:
* "El hecho de que su árbol nunca pueda estar terminado es parte de la aventura y el misterio del Bonsáis".

* "La perfección no es bella, lo bello es la imperfección ordenada."

* El Bonsáis es un arte y mucho del proceso de formación sigue siendo un misterio, eludiendo la palabra escrita.

* El año próximo habría sido el pasado si este año fuera el año siguiente al próximo.



El Maestro preguntó al aprendiz: ¿Qué ves?
- Un viejo árbol medio podrido.
El Maestro dijo: Ves, pero no ves, en él duerme un Dragón. Más tarde el aprendiz pregunta a un alumno más experimentado: - ¿Qué debo hacer? puesto que sólo veo un viejo árbol podrido.
A lo que el otro sonriente le responde: Yo empezaría por quitar lo podrido, pero sin despertar al Dragón.

* Si dudas entre cortar una rama o no, córtala, ya no hay duda.

* Durante la clase el discípulo increpa al maestro; " Maestro, siempre que nos cuenta una historia, no nos revela su auténtico significado. A lo que el maestro responde: "¿Te gustaría que alguien, al ofrecerte una jugosa fruta la masticara antes?".

lunes, 14 de diciembre de 2009

Jardin Japonés


SENTIDO DEL JARDIN JAPONES

Principalmente, reconocer el concepto de que la naturaleza es un ideal por el que vale la pena esforzarse. En ese sentido, puedes idealizarla, e incluso simbolizarla, pero nunca debes crear algo que ella no pueda hacer por sus propios medios.
Por ejemplo, nunca encontrarás un estanque cuadrado en una zona silvestre. Ciertamente, podrías utilizar una cascada, pero no una fuente. Otro punto clave a recordar es el equilibrio, o sumi. Siempre debes tratar de crear grandes paisajes, incluso cuando dispongas del más pequeño de los espacios.
Ese hermoso pedrusco de nueve toneladas mira directo a la casa desde el jardín de 50 x 50 metros, pero ¿qué efecto tendría en un patio de 10 x 10? Tendría toda la gracia y sutileza que tendría un caballo en un closet. La moraleja: escoge tus componentes con mucho cuidado.
Las rocas pueden representar montañas completas, y las piscinas se convierten en lagos. Un montón de arena rastrillada se puede convertir en un océano entero. La frase “menos es más” fue seguramente dicha por primera vez por un maestro de la jardinería japonesa.
Elementos de tiempo y espacio
Una de las primeras cosas que llama la atención de los ojos orientales que se disponen a contemplar un jardín japonés es el “vacío” de proporciones del mismo. Esto resulta inquietante, sobre todo para jardineros acostumbrados a llenar cada espacio del jardín con amotinamiento de colores, pero es el elemento clave en el diseño de jardines japoneses.
Este espacio, o ma, define los elementos que lo rodean, y es asimismo definido por los elementos alrededor de él. Es el verdadero espíritu de in y yo, que muchos de nosotros conocemos con las palabras chinas yin y yang. Sin la nada no es posible tener algo. Este es un punto difícil de entender, pero es el principio central de la jardinería japonesa.
Otro punto clave a considerar es el concepto de wabi y sabi. Como ocurre con muchas palabras japonesas, no hay traducción que podamos aplicar. Wabi puede denotar algo único, o el espíritu de algo; lo más cerca que podemos llegar de una traducción literal es “solitario”.
Sabi define el tiempo o la imagen ideal de algo; la definición más cercana podría ser “pátina”. Mientras un farol de cemento puede ser único en su tipo, carece de esa imagen ideal. Una roca puede ser vieja y cubierta con líquenes, pero si sólo es un canto rodado no tiene wabi. Debemos luchar para encontrar ese equilibrio.
Ambos conceptos –de ma y wabi/sabi- tienen que ver con el tiempo y el espacio. Donde el jardín es nuestro espacio, el tiempo es apropiadamente presentado por las estaciones cambiantes. A diferencia del jardinero occidental -quien abandona el jardín desde el otoño y no vuelve a aparecer hasta la primavera- el jardinero japonés visita asiduamente y aprecia su jardín en todas las estaciones.
En primavera puedes deleitarte en el verde brillante de los nuevos capullos y las flores de las azaleas. En verano, tienes la posibilidad de apreciar los contrastes del exuberante follaje pintado sobre frescas sombras y el salpicado de koi en el estanque. El otoño arranca los colores brillantes de las hojas moribundas mientras caen en el silencio mortal del invierno; el jardín enterrado bajo un velo de nieve...
Los inviernos, en Japón, son una estación tan apropiada para la jardinería como las primaveras. Los japoneses hacen referencia a la nieve apilada en las ramas de los árboles como sekku, o flores de nieve. Asimismo, hay un farol, conocido como yukimi, que es conocido como el farol para visualizar la nieve.
Incluso, esta estación, que representa la muerte del jardín, es vital para el jardinero japonés, mientras el jardinero occidental se enfurruña hasta la primavera. Quizás se trata de la aceptación oriental de la muerte como un componente necesario del ciclo de vida -¿o es el miedo del occidental a la muerte?- que diferencia a los dos jardineros.




Los jardines japoneses son muy diferentes a los estilos de jardines de occidente. La mayoría dicen que los jardines japoneses sirven más para tranquilizar el alma e inspirar la meditación. Los jardines japonese son una forma cultural de jardinería destinada a producir una escena que imite a la naturaleza cuanto sea posible. Utilizando árboles, arbustos, rocas, arena, colinas artificiales, lagos y agua que fluye, la jardinería se vuelve una forma de arte. Las tradiciones Zen y Shinto son ambas una parte importante de la jardinería japonesa y, por esta razón, los jardines poseen un estilo contemplativo y reflexivo.



DISTINTOS SÍMBOLOS DEL JARDÍN JAPONÉS

• SIMBOLOS: Las rocas pueden representar montañas, el agua puede ser una laguna, y la arena rastrillada un océano. El jardín es un microcosmos de la naturaleza, y para ser un verdadero refugio primero debe estar aislado del mundo externo. Una vez creado este espacio debemos crear un método (y un estado mental) para entrar y salir de este microcosmos. Si el jardín está vallado, el que lo ha diseñado ha podido controlar cómo ha de ser visto por su visitante, y aunque cerrado, ha podido utilizar la técnica del “paisaje prestado” para agrandar sus líneas.
El primer elemento que encontramos al entrar en un jardín vallado es el camino.

• CAMINO: Un camino es una “guía”, marca un cadencioso ritmo para circular, para decidir lo que se ve.. es una forma de “revelar” el jardín. Su diseño ha de ser cuidadoso para conseguir el efecto esperado.

• ROCAS Y PIEDRAS: Cómo en todos los jardines, las rocas pueden tener un fin práctico, como retener muros.. pero en los jardines japoneses también son percibidas como objetos que contienen el espíritu de los dioses o poderes especiales, como símbolo de las montañas, como espacio para la manifestación pictórica o como elemento escultural.
Si el camino puede ser símbolo del paisaje por la vida, una piedra más grande en medio de éste nos invita a poner dos pies en ella, obligándonos a detenernos para observar, pensar, sentir , si nos dejamos capturar por el jardín, el jardín se revelará a nosotros.

• ISLA Y MONTAÑAS: Un grupo de cantos rodados puede ser una cordillera de montañas, donde se dice que viven los inmortales, y que son los símbolos más comunes de felicidad. La isla simboliza otro mundo.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Reflexiones


Pintura y caligrafía

El Zen también se trasmite a través del cultivo de las artes. La pintura, la caligrafía, la poesía, la música, la danza, el tiro con arco, la esgrima, los arreglos florales o la ceremonia del té constituyen disciplinas de apoyo a la meditación, con las que el alumno ejercita su cuerpo, su psiqué y su espíritu; son, por tanto, actividades ligadas a la propia realización interior del que las practica, dado que estas artes derivan o tienen su origen en la esencia misma del Zen. "La realización original es una práctica maravillosa", afirma un dicho Zen, mediante la cual se experimenta una evolución hacia el punto de vista universal.
La pintura Zen es una síntesis entre la caligrafía, la música y la poesía. En ella se contrapone por un lado la delicadeza de los trazos y la fragilidad de los materiales (papel de arroz, seda, tinta), y por otro, la firmeza y el buen pulso que debe poseer (o desarrollar) el que lo ejecuta. Es la impronta, como el fulgor del rayo, lo que debe reflejar el trazo. Esta técnica le da a la pintura la apariencia de obra inacabada, o mejor dicho, no retocada, pues no es el perfeccionismo de la obra lo que la convierte en imagen de la Belleza de las cosas: su verdad, siendo ese trazo inacabado el símbolo con que se sugiere la idea de infinito. Por analogía, siempre seremos más ese trazo que surge espontáneo y natural que cualquier imagen acuñada que tengamos de nosotros, como ser fulanito de tal. Todo eso son imágenes que no manifiestan nuestra naturaleza, sino una serie de anécdotas que nos hacen aparecer como el producto de un tiempo y unas circunstancias determinadas, pero que en definitiva no son más que contingencias de nuestro ser, es decir, un equívoco que condiciona nuestra verdadera naturaleza búdica.
Cuando se llega a aprehender el sentido de la pintura Zen, el trazo es decidido y sin titubeos, reflejándose en él la tranquilidad de quien está acometiendo una acción guiada por un instinto superior al del simple virtuosismo, pues se trata de sentirse partícipe de un gesto primigenio que se perpetúa en la intención del trazo. Es decir: unidos a la idea que lo contiene, que es anterior a la manifestación de ese gesto.
Ese trazo inacabado o abierto, es un indicativo de las múltiples posibilidades de desarrollo contenidas potencialmente en un único gesto, como símbolo del Trazo Primigenio y por consiguiente un símbolo de la verdad incognoscible, Principio que está más allá de la propia creación. Ese trazo abierto es una sugerencia sutil, pero nítida, que nos pone en condiciones anímicas e intelectuales de advertir que más allá de todas nuestras percepciones, el misterio se abre ante nosotros como una clara realidad. "La mayor perfección -dice Lao Tse- debe parecer imperfecta, entonces será infinita en su efecto; la mayor abundancia debe parecer vacía, entonces será inagotable en su efecto".
A través de la pintura y la caligrafía, se descubre el Zen. El practicante debe integrarse completamente en la obra, como si ésta constituyera una fase de su propia respiración. En el flujo que une la idea o inspiración artística con la propia obra, se halla el hombre como intermediario creador o intérprete, lo cual da a cualquier creación el sentido verdadero de arte.
En el arte, tomado como vehículo de Conocimiento del Ser, o del Zen, no tiene cabida el artificio estético, ni ninguna otra clase de falseamiento de la obra ya que ésta es, ante todo, el resultado de la comprensión de las enseñanzas adquiridas por el artista y por consiguiente nunca un objeto separado de él, pues ambos (objeto y sujeto, u obra y artista) forman parte de la misma revelación. Esa es la experiencia vital Zen que no necesita, ni seguramente le convienen, mayores explicaciones.
La Cosmogonía es la obra artística por excelencia, su pálpito, que es la vida, está en todo lo que existe y no tiene fin. Toda esa maquinaria celeste y terrestre está al descubierto y al mismo tiempo hoy nos está velado reconocerla. Se dice que antes de estudiar el punto de vista Zen uno ve las montañas como montañas y las aguas como aguas. Una vez se ha alcanzado mayor conocimiento, se comprueba que ni las montañas son montañas ni las aguas, aguas. Y cuando se llega a la substancia y se siente la sorpresa que es la vida, entonces vuelve a ver las montañas como montañas y las aguas como aguas.
La pintura Zen, efímera y simplista (a veces se pinta también sobre hojas de árbol) es al mismo tiempo muy enérgica en los trazos, lo que le da vida y movimiento, consiguiendo reflejar con la misma intensidad tanto el movimiento (yang) como la más reposada quietud (yin), dado que lo que verdaderamente capta el artista Zen no son las formas, sino la vida que fluye en ellas. Estas dos energías, implícitas en todo, se hallan representadas de manera análoga en la simbología de otras tradiciones, lo que indica que en otro tiempo esto era completamente evidente para todos los hombres. Paradójicamente, hoy, no habiendo cambiado nada de esa realidad, los hombres no somos capaces de advertirlo y son necesarios métodos y disciplinas que nos ayuden a recuperar de nuevo esa perspectiva del mundo. Es el caso del símbolo del caduceo de la tradición hermética, mediante el que se nos revela que la vida siempre se expresa por contrastes; de ahí la necesidad de complementar los opuestos, pues en definitiva de esa unión procede la propia respiración del universo, es decir, que sin esta síntesis no es posible la vida, idea representada, en este símbolo, por el eje vertical a través del cual ascienden estas fuerzas representadas por dos serpientes enroscándose en torno a él. Se dice que "la iluminación (la Verdad) existe, y si nada le sugerimos quizá se nos revele como muy diferente".
En una de sus pinturas, en la que se ve un mono colgado de la rama de un árbol que cae sobre un estanque donde se ve reflejada la luna, el maestro Hakuin, escribió los siguientes versos:

"El mono trata de alcanzar la luna reflejada en el agua.
No se dará por vencido hasta que la muerte le derrote.
Si fuera capaz de soltar la rama y hundirse en el estanque,
El mundo entero brillaría con claridad deslumbrante".
También se pintan historias donde se captan situaciones vividas por antiguos maestros y que constituyen enseñanzas expresadas en forma de leyenda en imágenes, y algunas suelen ir acompañadas de poemas. En una de estas pinturas se ve a un monje calentándose en una fogata alimentada con la madera de una estatua de Buda. Sobre esta pintura se cuenta la siguiente leyenda:
"Tan Hsia, un monje vagabundo, llegó a un templo abandonado una noche muy fría de invierno. Soplaba el viento y caía la nieve, Tan Hsia decidió que el mejor servicio que podría prestar a Buda era darle calor, y quemó un Buda de madera que había en el Templo para calentarse".
La pintura Zen muchas veces representa a los maestros en actitudes poco dignas, como limpiándose las orejas, harapientos y burlones, lo que indica, una vez más, que al camino del Zen le sobran las reverencias y el ceremonialismo. A través del arte el Zen promueve iniciar al alumno a captar el hálito del mundo. Cualquier cosa, y todas las cosas, lo manifiestan. Bastaría con que fuéramos capaces de contemplarlas con serenidad inteligente y veríamos que todas están completamente armonizadas. Se trata de reeducar nuestra visión del mundo, de modo que podamos darnos cuenta de esa realidad mágica, pues permanece oculta ante las miradas de todos. El buen observador, cuando contempla las cosas con los ojos de la inteligencia, no sólo mira o ve, también oye y escucha, huele y saborea, y todo eso a la vez que respira y siente. ¿Y acaso ese observador podría ser otra cosa fuera de todas esas percepciones? ¿Dónde situaría uno, cuerdamente, el límite de su individualidad? ¿No es acaso el que contempla el continente y contenido? ¿Y no es acaso la unidad de formas y sensaciones lo que percibimos y nos envuelve? Es por eso que sentirse fuera de esa cosmovisión convierte al ser humano en "desterrado" de su propia realidad trascendente.