viernes, 27 de agosto de 2010

El verdadero camino espiritual


-“El ken jutsu es al bujutsu lo que el kendo es al budo. En la práctica del ken jutsu donde el sable de madera (bokken o bokkuto) reemplaza al katana, existe una noción importante de estrategia. Es el arte de vencer a los adversarios, y puede asimilarse a una técnica de autoprotección. En el kendo, por el contrario, y aunque existe el shiai (competición deportiva) ha desaparecido toda idea de combate real (shinken shobu) para dejar sitio a una sola noción, la de liberarse de las modificaciones de la mente y de conseguir el mushin o vacío mental. El no-ego es el fin a alcanzar, y se puede asimilar a un método de auto-perfeccionamiento que se puede situar en la panoplia del perfecto budoka. Budo, hay que repetirlo, significa literalmente: detención de las hostilidades, cesación de toda idea de combate y de oposición.”

El ken jutsu preserva la pureza de espíritu por el peligro que representa. Un golpe puede ser fatal y entrañar consecuencias graves. Implica obligatoriamente una vigilancia real, una concentración más aguda en el instante de la acción. Durante los katas hay poco tiempo para pensar, y los practicantes tienden a realizar con mayor o menor profundidad el estado de no-ego (muga). Este estado se facilita grandemente por el hecho de que en el ken jutsu no hay nada que ganar, puesto que se trata únicamente de kata, y que la única victoria que se espera es sobre uno mismo. En el kendo moderno, la mayor parte de los practicantes no llegan a alcanzar el grado llamado de reflejo condicionado, y el estado de munen mushin no se puede lograr mientras sea fuerte el deseo de conseguir la victoria y el título que la sanciona. El gran valor del kendo, si se practica correctamente, reside en el hecho de que, habiendo conjurado el peligro por el uso de la armadura, confiere el medio de estar más libre frente al otro y de alcanzar con más facilidad el apaciguamiento mental durante el asalto. Permite expresar más fácilmente el sentido intuitivo y suprime, por consecuencia la noción de tiempo y de distancia (ma ai). A causa de la mentalidad competitiva que lo ha absorbido por completo, el kendo no es más que una disciplina de autosatisfacción generadora de ilusión y sufrimiento. Efectivamente, todo lo que está vinculado a la ley de la alternancia pasa de una polaridad a la otra, y la alegría de la victoria dará un día paso al sufrimiento de la derrota. La buena actitud de un esgrimista es la de sustituir el espíritu de competición por el espíritu de cooperación consciente.”

jueves, 26 de agosto de 2010

El KI


Dijo el Maestro Takeuchi:

-“Por el momento necesitas simplemente reforzar tu postura, iai goshi. No es lo bastante estable y no estás verdaderamente sentado en tu seika. Veremos esto con detalle la próxima vez. Lo que necesitas saber sobre todo, y es lo más importante en la utilización del kiai, es que todo puede llevarse a shin, la mente. Si shin es débil, el kiai también lo es. Esto significa que hay ki, pero sin el principio de unión de “ai”. El ki es una energía sutil que se conoce únicamente a través de sus manifestaciones, de forma que está identificado con el cuerpo físico y con la personalidad completa que llamamos “hito” en japonés, palabra que quiere decir “aquel en quien se encuentra la luz”. El ki engendra el nacimiento, la existencia, la decadencia y la muerte. El ki es a la mente lo que la sangre al cuerpo. Es un vehículo para el shin y ambos se influencian mutuamente. Durante mucho tiempo el ki y el shin son esclavos de los instintos animales que todo hombre lleva en si. Después el ki se convierte en el maestro del cuerpo. Por fin, el shin aparece y se convierte en el maestro del ki. Desde ese momento, al hombre se le llama maestro, pues es de nuevo él mismo. De este modo, es fácil de comprender que si la mente es débil, el ki también lo es; si duda, el poder del ki duda y se debilita; si la mente está dispersa, el ki se evade del cuerpo y éste último se desvitaliza, esto es lo que genera fatiga y después enfermedad, de aquí la utilidad de las disciplinas del ritmo respiratorio que tienden a aportar una cierta calma mental.”

martes, 24 de agosto de 2010

ESPIRITU IAI


IAIDO:

-el primero, I, de iru, significa: estar presente.
-el segundo, AI, de awaresu, significa: unir.
-el tercero, DO, significa: via, camino, sendero.

IAI es entonces la via que permite, por el acto espiritual, estar presente, es decir despierto en su Yo superior, y así poder unirse al pensamiento y a la acción de los adversarios.


Iaido, la vía del sable, donde uno aprende a utilizar un verdadero katana. El entrenamiento se hace más frecuentemente en solitario. Se trata de adquirir un perfecto dominio de las emociones y de la mente. Otros aspectos se desarrollan paralelamente, como la estética, la intuición, la vitalidad. La práctica mental se dirige a alcanzar ese estado de conciencia llamado MUSHIN, el vacío mental. Se alcanza este estado practicando una decena de movimientos sentados y de pie. El estudiante debe visualizar condiciones de ataque de tal suerte que sus paradas y contraataques se conviertan en reales y que en algunos instantes de concentración todas las sensaciones provenientes del dojo (estudiantes, instructor, ruidos, calor, etc.) desaparezcan. El arte del iaido está siempre precedido de un ritual cuyo objetivo es poner la mente en una condición de perfecto apaciguamiento y de receptividad hacia la sensación de “ser” (ushin), para finalmente esperar en el vacío absoluto (mushin) una solicitación agresiva. Cuando la razón ya no razona más y cuando todo pensamiento se calla, entonces aparece la “vacuidad”.


La mentalidad del practicante de iaido está influida sobre todo por el espíritu del Zen. El Zen (Vacuidad), muy practicado durante el período Kamakura, se enseñaba como disciplina indispensable para el arte del sable. Permitía a los soldados vencer el miedo y la muerte. Enseñaba también a percibir intuitivamente los ataques. Esta actitud Zen de no-pensamiento fue lo que Takuan, maestro Zen reputado, enseñó a Yagyu Tajima no Kami, que se convirtió en uno de los esgrimistas de mayor reputación del Japón. Hizo lo mismo con el célebre Miyamoto Mushashi, fundador de la escuela Nitoryu. Una de las actitudes mentales más `propicias para vencer se llamaba FUDOSHIN, y consistía en guardar un espíritu calmo y sereno frente a las
situaciones más graves.

Sakura



Sí, la sakura: (Cerasus pseudo cerasus) ha sido por mucho tiempo la favorita de nuestra gente y el emblema de nuestro carácter. Marcan particularidad los términos de la definición que el poeta utiliza, la flor del cerezo silvestre exhalando su perfume al sol naciente.

El espíritu de Yamato no es una planta doméstica, débil, sino salvaje, en el sentido natural, en su crecimiento; es indígena al suelo; sus cualidades accidentales puede compartirlas con flores de otras tierras, pero en su esencia sigue siendo la original, espontánea a nuestro clima. Pero de donde es nativa no es lo único que demanda nuestro afecto. El refinamiento y la gracia de su belleza apela a nuestro sentido estético como ninguna otra flor puede.
No podemos compartir la admiración de los europeos para sus rosas, que carecen de la simplicidad de nuestra flor, también, las espinas que se ocultan bajo las dulces rosas, la tenacidad con la cual se aferra a la vida, como si temiera deshojarse antes de tiempo, prefiriendo marchitarse en el tallo, asustada a muerte y reacia a nunca morir, prefiriendo descomponerse en su vástago; sus colores y fragancias llamativas, todos estas caracterísiticas tan desemejante de nuestra flor, que no lleva ninguna espina o veneno bajo su belleza, siempre lista a dar la vida al llamado de la naturaleza, sus colores nunca son magníficos, y que su ligera fragancia nunca harta.
La belleza del color y de la forma es limitada en su apariencia; es una cualidad fija de existencia, mientras que su fragancia es volátil, etérea como la respiración de la vida.

Asi en todas las ceremonias religiosas el incienso y la mirra juegan una parte importante. Hay algo espiritual en su fragancia. Cuando el perfume delicioso del sakura satura el aire de la mañana, asi el sol en su curso se levanta para iluminar primero las islas del lejano oriente, pocas sensaciones son serenamente más regocijantes que inhalar, como lo fue, la misma respiración de un bello día.

Es, entonces, esta flor, así de dulce y efímera al soplar el viento que vierte un poco de perfume, lista a desaparecer por siempre, ¿es esta flor del tipo del espíritu Yamato? ¿Es el alma de Japón tan mortalmente frágil?

lunes, 23 de agosto de 2010

Maestro Tesshu


Tesshu es considerado por muchos como el mayor esgrimista de todos los tiempos. Era tal su nivel de destreza, que al final de sus días combatía sin espada, simplemente esquivando los tajos de sus adversarios. Tras su muerte, semejante maestría nunca pudo ser alcanzada por nadie. Los misterios de su escuela, la Muto-Ryu, o del « sable de no sable », posiblemente se hayan perdido para siempre. Su gran compasión, su sobriedad, su profunda humildad y su valor —características de un verdadero maestro de la espada— dan fe de la eficacia de su sistema marcial. Se cuenta que cuando era maestro de armas y consejero del joven e impetuoso emperador Meiji, en una ocasión lo arrojó airadamente por lo suelos, al encontrarlo ebrio, recriminándole su lamentable estado y su deshonroso ejemplo. El monarca le pidió perdón humildemente por su incalificable conducta.

Su enseñanza se definía así:

«Como samurái, debo fortalecer mi carácter; como ser humano, debo perfeccionar mi espíritu. Ningún enemigo puede vencer a un hombre de virtud superior.»

Considerado un calígrafo insuperable, ya moribundo pintó, con la excelencia de su pincel impregnado de compasión, más de cien mil abanicos, considerados valiosas obras de arte, para que los numerosos pobres de su época pudieran sobrevivir. Quizás solamente a mediados del siglo XX otro hombre universal, el gran maestro Morihei Ueshiba, descubridor del Aikido, alcanzó un idéntico estado de despertar espiritual. A decir verdad, la esencia misma de este sublime «arte de la paz» está basada en conceptos, inspiraciones, estados de conciencia e iluminación, muy similares a los de Yamaoka Tesshu y Hariyaga Sekiun. ¡ Tal vez un solo ser humano realizado a través de la vía de sable, en cada siglo, desde la edad media hasta nuestros días, sea suficiente para abrir el sendero a innumerables buscadores del despertar¡ Pero no podemos olvidar que se trata de la natural consecuencia de un estado de espíritu iluminado, de una experiencia espiritual transpersonal de no-ego, de vacuidad, tras una vida de austeridad, desapego, meditación, renuncia y compasión, que se fundamenta en el arte de dar la vida y no en una técnica para arrebatarla.

Harigaya Sekium y la Espada

Harigaya Sekium, un gran espadachín del siglo XVII, enseñaba que no debían imitarse los movimientos de los animales ni en el pensamiento ni en la acción. Creía que esgrimir con un bárbaro instinto animal, desde la brutal selección natural, el miedo instintivo, el odio y el resentimiento, que tan a menudo caracterizaban a las escuelas de esa época y de siglos posteriores, era un grave error. Pensaba que el arte del sable consistía en esgrimir en armonía con los movimientos de los astros, las energías y las vibraciones sutiles de la Naturaleza. En su enseñanza, trascendía la idea primitiva de Ai Uchi, ( cortarse o darse muerte unos a otros, ) hacia Ai Nuke: ser uno con el otro. Para Sekium sensei, lo ideal era entrar en el espacio sagrado, único,
del oponente, que definía con la frase: « uno solamente, dos nunca ». Llegó al convencimiento de que no se podía acceder a ese espacio santo por medios ordinarios, y habló entonces de «volver a la Unidad», a la esencia o energía primordial (kiichi), contrariamente a otras escuelas que proponían la fuerza, la voluntad, la astucia o el estoicismo ante lo inevitable, como base de una evolución táctica, ya que según su experiencia, esta vía desembocaba inevitablemente en «combates bestiales». Sekium, visionario, poeta, filósofo, hombre también renacentista, enseñaba a sus discípulos a practicar la esgrima desde el vientre, con movimientos relajados, apacibles, sin ritmo establecido; a ser «uno con el movimiento del otro». Alcanzó, tal vez sin saberlo, una cima inexplorada del espíritu marcial y humano, trascendiendo la imagen clásica de la búsqueda de la eficacia en el combate con espada. Enseñó a sus discípulos, a través del arte del sable, cómo alcanzar el reino de lo sagrado. Así, el sable, instrumento de muerte, destrucción y fuente de inmenso sufrimiento (satsujinto) se convierte en un arma que confiere vida, que nos conduce a la trascendencia, que purifica el corazón e ilumina la mente (katsujinken). Al final de sus días, Sekium estaba convencido de que ese estado del ser era sólo accesible por la «gracia del amor» y les enseñó a sus seguidores un concepto inexpresable e incomprensible para sus contemporáneos y para otras muchas generaciones futuras: amar al enemigo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

wakashudo "la senda de la juventud Samurai"



Toshiro Mifune, el popular actor famoso por sus papeles de samurais taciturnos, de rápidos reflejos, jamás pronunció una palabra al respecto. Akira Kurosawa, el famoso director cinematográfico, guardó un silencio inescrutable. Ninguna de las varias centenas de películas de samurais producidas en el pasado siglo intentó siquiera sugerir la figura del nanshoku, el amor del samurai. Desde su posición central en la educación, el código de honor y la vida erótica de la casta de los samurais, el amor hacia los muchachos ha caído del nivel de lo intocable al de lo inmencionable, al del "amor que no puede mencionar su nombre". Pero el hecho ineludible es que el lazo sexual entre un guerrero adulto y un joven aprendiz era uno de los aspectos fundamentales de la vida de los samurais.

Los samurais solían llamarlo "bi-do", "la hermosa senda" y guardaron celosamente la traducción. En 1482, Ijiri Chusuke argumentó:

En nuestro Imperio Japonés, esta senda florece desde los tiempos del gran maestro Kobo. En los monasterios de Kioto y Kamakura y en el mundo de los nobles y los guerreros, los amantes se juraban un amor eterno y perfecto que dependía únicamente de su mutua buena voluntad. Que los miembros de la pareja fuesen nobles o de castas bajas, ricos o pobres, carecía de importancia. En todos los casos, lo que les movía era el espíritu de esta senda. Esta senda ha de ser respetada con sinceridad y no podemos permitir que desaparezca.

Conocida igualmente con el término wakashudo, "la senda de la juventud", era una práctica realizada por todos los miembros de la casta samurai, desde el guerrero más simple hasta el señor más noble. Se ha dicho incluso que nunca se habría preguntado a un daimyo, señor, por qué tomaba muchachos como amantes, sino por qué no lo hacía. No es ésta una pregunta que hubiese embarazado, por ejemplo, a los tres grandes shogunes que unificaron Japón, Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi, o Tokugawa Ieyasu, ni tampoco a Miyamoto Musashi, autor del
"Libro de los cinco anillos"

En sus aspectos claves, el wakashudo (que a menudo se conocía por su forma abreviada, shudo, y su sinónimo nanshoku, el término habitual para el amor masculino, escrito con los anagramas de "hombre" y "color") era una institución notablemente similar a la de la pederastia que conoció su máximo esplendor dos mil años antes en la Grecia clásica. Al igual que la pederastia, era una relación pedagógica propulsada por la energía de una atracción erótica mutua. E, igualmente, no se trataba únicamente del amor a las mujeres. No es menos cierto que habitualmente los samurais se casaban a una edad más avanzada, como lo hacían también los guerreros griegos.

Para los japoneses, como para los griegos, el amor entre un hombre adulto y un joven imberbe era de lo mejor de la naturaleza humana, siendo a veces una senda para alcanzar esos ideales y otras, un fin en sí mismo. Simonides, en una famosa canción de taberna del siglo V a. C., declara BCE declares:

He aquí las cuatro mejores cosas que un hombre puede pedir de la vida:

Salud sin tacha para toda la vida, belleza exterior e interior,
Ganarse la vida honradamente y, mientras se es aún muchacho,
Disfrutar de la compañía de heróicos amantes.


En algunos aspectos importantes, las tradiciones eran diferentes: en Japón, era el joven quien debía dar el primer paso, mientras que para los griegos sólo el más mayor debía cortejar al joven. Hagakure, "Escondido tras las hojas", el famoso manual para samurais de Yamamoto Tsunetomo de principios del s. XVIII, estipula que:

Un hombre joven debería probar a uno más mayor durante como mínimo cinco años y, si está seguro de las intenciones de esa persona, pedirle relaciones formales (…). Si el joven puede entregarse y vivir así durante cinco o seis años, es una persona adecuada.

Parecería así que este proceso debía empezar a una edad muy temprana temprana, puesto que estas relaciones solían concluir formalmente en el momento de la ceremonia de mayoría de edad, habitualmente al llegarse a los dieciocho o diecinueve años. En este momento, se procedía a tonsurar al joven (a cortar los mechones delanteros del pelo para simular su retroceso, un modo de simbolizar la accesión a un determinado status de una sociedad cuyos integrantes, como la de hoy en día, compara las fechas de nacimiento para establecer las prioridades de sus miembros), con lo que éste, a su vez, podía desarrollar el papel del adulto en una nueva relación shudo. Como en los tiempos antiguos, los miembros de la pareja seguían siendo amigos íntimos, incluso después de concluida la fase erótico/pedagógica y algunas de estas relaciones resistían el paso del tiempo, convirtiéndose así en historias de amor que duraban toda una vida.

Paradójicamente, el wakashudo era también parte integrante de la tradición de la devoción que un siervo tenía para con su señor, y Yamatomo Tsunetomo, opinaba así acerca de estas relaciones:

Entregar su vida a otro es el principio básico del nanshoku. No hacerlo es causa de vergüenza. Y al hacerlo, no te queda nada para ofrecerle a tu maestro. Por ello, ha de ser a la vez motivo de placer y de disgusto.

El shudo de los samurais tiene sus orígenes en el periodo Kamakura, hacia el año 1200, y alcanzó su apogeo al principio del shogunado Tokugawa, en 1603, declinando posteriormente a medida que el país se unificaba y disminuía la importancia de la casta guerrera. La historia del amor entre hombres en Japón, sin embargo, no sólo abarca todo el periodo de los samurais, sino que lo sobrepasa. Aunque no podemos conocer sus orígenes prehistóricos, existen documentos escritos desde el periodo Heian (Paz y Tranquilidad) (794-1185). Esta era, caracterizada por un gobierno ilustrado, quedó marcada por la fundación de Kioto como gran capital imperial, vio el florecimiento de la cultura y la vida ciudadana. De esta época es Genji Monogatari, "La historia de Genji", que contiene una de las primeras alusiones conocidas al amor masculino, en la que un pretendiente despechado se consola con el hermano menor de su amante:
Tú, por no menos tú, no me abandones. Genji sentó al muchacho a su lado. El muchacho estaba encantado, tales eran los encantos juveniles de Genji. En cuanto a Genji, así se cuenta, el muchacho le resultó más atractivo que su fría hermana.

Del mismo modo, Ise Monogatari, "La Historia de Ise", escrita en 951, contiene un poema a un hombre separado de su compañero:

“No puedo creer
Que estés tan lejos
Porque yo
Jamás podré olvidarte
Y tu cara
Estará siempre frente a mí,”

Aunque resulta dudoso que se pueda determinar el origen del shudo en el monte Koya, no hay duda de la existencia de este amor en los monasterios budistas. De hecho, el amor entre hombres, que tomaba la forma de relaciones sentimentales entre los monjes y los chigo, sus acólitos, es notablemente anterior a la adopción de esta práctica por la casta de los samurais (lo que iba a dar lugar en los años posteriores a una rica literatura erótica que se conoció como chigo monogatari, "historias de acólitos"). El sacerdote tendai Genshin carga contra los que "se acercan al acólito de otro y, con maldad, lo violan" en un texto impreso nada menos que en 985. Por supuesto, cabe plantearnos si deploraba la violación en sí o el hecho de mantener relaciones con un acólito que no es el propio. A pesar de las condenas de que fue objeto, la práctica continuó, apoyada en la lógica de que los votes de castidad realizados por los monjes se referían únicamente a la castidad para con el otro sexo, tal y como expuso el escritor y poeta Kitamura Kigin setecientos años después:

Buda predicó que el monte Imose (metáfora del amor de las mujeres) debía ser evitado, por lo que los sacerdotes del dharma tomaban esta vía como un aliviadero para sus sentimientos, puesto que sus corazones no eran de madera ni de dura roca.


Este presagio cuenta el declive y la desaparición de las formas del amor entre hombres reconocidas y aceptadas por la sociedad japonesa:
El declive del shudo había empezado ya a principios del s. XVIII, cuando Japón estaba aún en medio de su largo periodo de aislamiento voluntario. El shudo como senda espiritual empezó a declinar, mientras que florecía cada vez con más intensidad una homosexualidad llena de sensualidad. El hecho de que tras el s. XVIII los kagema' (muchachos actores) se vistiesen en su mayoría de chicas, mientras que durante el periodo Genroku se habían vestido como elegantes y hermosos muchachos, nos indica igualmente hasta qué punto se había degenerado la tradición homosexual.

Aunque la presencia de los misioneros cristianos, escasa pero en aumento, prestó apoyo a quienes criticaban las prácticas del amor entre hombres, no fue sino con la restauración Meiji de 1867, un resultado directo de la apertura de Japón al mundo exterior bajo la amenaza de las armas de fuego estadounidenses, cuando la moralidad cristiana occidental empezó a dominar el pensamiento japonés, con el consiguiente punto final para el wakashudo. Tahuro Inagaki, en su obra La estética del amor adolescente escribe que:

Sin que nos demos cuenta, hemos perdido esta tradición cultural… Cuando íbamos a la escuela, solíamos oír alguna historia de dos estudiantes que se habían peleado a cuenta de un hermoso muchacho y que habían acabado sacando las navajas (…) Pero desde la nueva era de Taisho (1912-1926), no hemos vuelto a oír este tipo de cosas. El shudo, que era parte de nuestras vidas, ha llegado a su fin.

miércoles, 11 de agosto de 2010

LOS 47 RONIN

El templo Sengakuji es un templo budista, perteneciente a la escuela "Soto" Zen, que se encuentra en Minato-ku, Tokyo. Fue construido por Tokugawa Ieyasu, el primer Shogun y fundador del shogunato Edo, en el siglo XVII.

Este templo es famoso por la historia de los 47 Ronin, también llamados Akoroshi (samurais sin amo de Ako). Esta historia representa los valores de justicia y lealtad.
Hacia el año 1700, el señor feudal de Ako, Asano Takuminokami, fue encargado de recibir al Shogun en el Castillo de Edo. Se le asignó un consejero oficial, Kira Kozukenosuke, cuya misión era enseñarle los protocolos necesarios. Éste, sin embargo, envidiaba a Asano y temía verse perjudicado por el éxito de aquel, así que, en vez de aconsejarle, le dejó en evidencia.


Ante la humillación, Asano atacó con su espada a Kira en el castillo, pero no consiguió matarle. Al estar estrictamente prohibido sacar la espada dentro del Castillo de Edo, Asano fue arrestado. En aquella época se castigaba a ambas partes involucradas, sin embargo, Kira no recibió ningún castigo, mientras que Asano fue condenado a muerte por seppuku (hara-kiri) en los jardines. El hecho de que su muerte tuviera que ser en el exterior del castillo era particularmente deshonroso para alguien de la categoría de Asano. Además sus bienes fueron confiscados, con lo que sus samurais se quedaron sin trabajo y sin señor. Tras su muerte, fue enterrado en el templo de Sengakuji.


Durante casi dos años, los samurais de Ako (Ako Gishi), liderados por Oishi Kuranosuke, se prepararon para vengar a Asano, aun sabiendo que ésto se castigaría con la muerte. Así, atacaron a Kira en su residencia, al que capturaron tras una intensa batalla. Le ofrecieron morir igual que su señor, mediante seppuku, pero Kira no fue capaz, así que le cortaron la cabeza. Después la llevaron al templo de Sengakuji, la lavaron en un pozo, y la pusieron ante la tumba de Asano, simbolizando así que su honor quedaba redimido.



Después ellos mismos se entregaron al Shogun y fueron castigados a seppuku. Así fue como murieron 46 de los 47 ronin que intervinieron en el ataque, ya que uno de ellos fue perdonado con el fin de que volviera a su pueblo a contar lo sucedido. De esta manera, a su pesar, este último fue privado de morir honorablemente junto a sus compañeros.


Los Ako Gishi fueron enterrados en el templo Sengakuji, que, aun hoy, sigue siendo visitado por los japoneses para honrarles.

La tranquilidad es el valor en reposo


Un hombre verdaderamente bravo siempre está sereno, nunca es tomado por sorpresa, nada sobrepasa la ecuanimidad de su espíritu. En el calor de la batalla se mantiene frío, en la mitad de las catástrofes mantiene nivelada su mente. los temblores no lo sacuden, ríe en las tormentas.
Lo admiramos como verdaderamente grande, que ante la presencia amenazadora del peligro o de la muerte, mantiene la cordura, quien por ejemplo, puede escribir un poema o tararear una canción al encarar la muerte. Tal indulgencia, que no es traicionada por el temblor de la mano o de la voz, es tomada como una infalible muestra de un gran naturaleza, de lo que llamamos una mente capacitada (Yoyuu), la cual bajo presión o al ser apretada, siempre tiene espacio para algo más.Ejemplo de esto ha llegado a nosotros a través de una historia auténtica, Oota Dokan, el gran constructor de castillos de Tokyo, fue atravesado por una lanza, su asesino, sabiendo la predilección poética de su víctima, acompañó su estocada con esta dos líneas:
"Ahh en momentos como estos nuestro corazón envidia la luz de la vida",
Al morir el héroe, no mostrando intimidación por la herida mortal en su costado, agregó las líneas;
"No teniendo horas de paz he aprendido a ver tranquilamente la vida".
Hay incluso un elemento deportivo en una naturaleza valiente. Las cosas que son serias para la gente ordinaria, pueden ser juego para el valeroso. Por lo tanto en la vieja guerra no era del todo raro para ambas partes un intercambio retórico o comenzar un enfrentamiento retórico. El combate no solamente era materia de fuerza bruta, tambien en gran medida, un encuentro intelectual. De tal carácter fue la batalla peleada en las laderas del Río Koromo, a finales del siglo XI. El ejército oriental guiado por su líder, Sadato, inició la retirada. Cuando el General que perseguía lo presionó severamente le gritó "Es una desgracia para un guerrero darle la espalda al enemigo", Sadato detuvo su caballo, y respondió con un improvisado verso
“Tornarse en fragmentos es rasgar la ropa (koromo)”.
Apenas había escapado estas palabras de sus labios cuando el guerrero derrotado, sin desanimarse, completo el poema
“Desde que la he usado se ha rasgado por el uso”.
Yoshiie, quién hizo una reverencia mientras lo escuchaba, repentinamente cesó su persecución, y se alejó, dejando a su prospecto de víctima hacer lo que quisiera. Cuando fue cuestionado de su comportamiento extraño, él contestó que no podría osar poner en ridículo a aquel que había mantenido su presencia de mente mientras era fuertemente perseguido por su enemigo.
Kenshin, que luchó por catorce años con Shingen, cuando oyó hablar de su muerte, lloró en voz alta la pérdida "del mejor de los enemigos". Fue éste mismo Kenshin quien hubo fijado un ejemplo noble para siempre, en su tratamiento de Shingen, morador de las provincias montañosas absolutamente lejos del mar, y que por lo tanto había dependido de las provincias de Houjou de Tokaido para la sal. El príncipe de Houjou que deseaba debilitarlo, aunque no abiertamente en guerra con él, había cortado de Shingen todo el tráfico en este artículo importante. Kenshin, oyendo hablar del dilema de su enemigo y capaz de obtener sal de la costa de sus propios dominios, escribió a Shingen que en su opinión el señor de Houjou había cometido un acto muy malo, y que aunque él (Kenshin) estaba en guerra con él (Shingen) había ordenado a sus tropas equiparlo con una carga suficiente de sal,
"No lucho con la sal, sino con la espada,"
Produciendo más que un paralelo a las palabras de Camillus
" Los Romanos no luchamos con oro, sino con hierro".

martes, 10 de agosto de 2010

Seppuku de 2 jovenes y 1 niño de 8 años


Dos hermanos, Sakon y Naike, de veinticuatro y diecisiete años de edad respectivamente, intentaron matar a Iyéyasu («el gran Iyéyasu», para vengar una injusticia hecha a su padre, pero antes de que pudieran entrar en el campo fueron hechos prisioneros. El viejo general admiró el valor de los jóvenes que se atrevieron a atentar contra su vida y ordenó que se les permitiera tener una muerte honorable. Su hermanito Hachimaro, un niño de ocho años, fue condenado a la misma suerte, ya que la sentencia se pronunció sobre todos los miembros masculinos de la familia, y los tres fueron llevados a un monasterio donde sería ejecutada. Un médico que estaba presente en la ocasión nos ha dejado un diario, del que se transcribe la siguiente escena: «Cuando todos estaban sentados en una fila para el despacho final, Sakon se volvió hacia el más joven y dijo: «Ve tu primero, porque quiero estar seguro de que lo harás correctamente». Al responder el pequeño que, como nunca había visto realizar un seppuku, quisiera ver hacerlo a sus hermanos y luego podría seguirlos, los hermanos mayores sonrieron entre lágrimas: «¡Bien dicho, pequeño! Así puedes presumir de ser hijo de nuestro padre». Cuando lo colocaron entre ellos Sakon hincó la daga en el costado izquierdo de su abdomen y dijo: «¡Mira hermano! ¿Entiendes ahora? Solamente, no presiones la daga demasiado, para no caer de espalda. Más bien inclínate hacia delante y mantiene tus rodillas bien compuestas». Naike hizo lo mismo y dijo al muchacho: «Mantén tus ojos abiertos pues de otro modo podrías parecer una mujer moribunda. Si la daga encuentra resistencia y tu fuerza amaina, toma coraje y dobla el esfuerzo para cortar a través». El niño miró de uno a otro, y, cuando ambos habían expirado, calmamente desnudó medio cuerpo y siguió el ejemplo puesto ante él a ambos lados».

lunes, 9 de agosto de 2010

El seppuku de Taki Zenzaburo


"Fuimos invitados - siete representantes extranjeros- a acompañar a los testigos japoneses al hondo o sala principal del templo, donde iba a ser efectuada la ceremonia- Era un escenario imponente. Un gran salón de elevado techo sostenido por oscuros pilares de madera. Del cielo raso colgaba una gran variedad de enormes lámparas de oropel y ornamentos peculiares de los templos budistas. Frente al altar elevado, y sobre el piso, cubierto con bellas esteras blancas, y a una altura de ocho o diez centímentros del suelo, estaba tendida una alfombra de fieltro escarlata. Largas velas colocadas a intervalos regulares proyectaban una luz difusa y misteriosa estrictamente suficiente para permitir que fuesen vistos los procedimientos. Siete japoneses tomaron sus sitios a la izquierda del piso en alto, y siete extranjeros a la derecha. Eran los únicos.
"Después de un intervalo de unos cuantos minutos de intensa expectación, Taki Zenzaburo, hornbre fornido de treinta y dos años de edad, entró al salón. con un aire de nobleza, ataviado en traje de ceremonia, con las peculiares alas de tela de cáñamo usadas para las grandes ocasiones. Estaba acompañado por un kaishaku y tres oficiales, quienes vestían el jimbaori, o peto de guerra tejido de oro al frente. Hacemos notar que la palabra kaishaku no equivale al término verdugo. E1 título es el de un caballero; y en muchos casos es un cargo desempeñado por un familiar o amigo del condenado; y la relación entre ellos es más bien el de un principal y un segundo que el de víctima y verdugo. En este caso, el kaishaku era un discípulo de Taki Zenzaburo, y fue seleccionado por su habilidad en esgrima de entre los amigos de este último.
"Taki Zenzaburo avanzó lentamente con el kaishaku a su izquierda en dirección a los testigos japoneses; se inclinaron ante ellos y después se aproximaron a nosotros y nos saludaron en la misma forma, aunque quizá con mayor consideración; en cada caso, el saludo fue correspondido ceremoniosamente. E1 condenado ascendió con lentitud y gran dignidad al piso elevado, se postró dos veces ante el altar en alto y se sentó en la alfombra de fieltro con la espalda hacia el altar, y de rodillas a su izquierda el kaishaku. Entonces avanzó uno de los tres oficiales ayudantes, portando un atril de los empleados en el templo para hacer oblaciones. Sobre el atril estaba la wakizashi, la espada corta o daga de los japoneses de veinticuatro centímetros de longitud, con una punta y un filo tan cortantes como una navaja de afeitar. Postrándose, la entregó al condenado, quien la recibió con reverencia, levantándola hasta su cabeza con ambas manos, y poniéndola frente a él.
"Luego de otra reverencia profunda, Taki Zenzaburo, con una voz que reflejaba gran emoción y vacilación como era de esperarse en un hombre que hacía una dolorosa confesión; pero firme en su cara y su actitud, habló como sigue:
"Yo, y solamente yo, injustificadamente di la orden de disparar contra los extranjeros en Kobe y de nuevo lo hice cuando intentaban escapar. Por este crimen me desentraño y ruego a los presentes me hagáis el honor de presenciar el acto".
"E1 que habló dejó que sus ropas superiores se deslizaran hasta su faja, inclinándose una vez más, y quedó desnudo hasta la cintura. Con cuidado, según la costumbre, recogió sus mangas bajo sus rodillas para evitar caer hacia atrás; porque un caballero japonés noble debe morir cayendo hacia adelante. Tomó con mano firme y decidida la daga que estaba frente a él; la miró, pensativo, casi con afecto; pareció repasar por un momento sus pensamientos por última vez y luego se acuchilló profundamente abajo de la cintura, del lado izquierdo y llevó la daga con lentitud a su lado derecho y volviéndola hacia la herida, hizo un corte leve hacia arriba. Durante esta operación angustiosamente dolorosa no movió un solo musculo de su cara. Cuando extrajo la daga, se inclinó hacia adelante extendió el cuello y por primera vez cruzó por su cara una expresión de dolor, pero jamás emitio ningún lamento. En ese instante, el kaishaku, que había estado observando con atención cada uno de sus movimientos, de rodillas a su lado, se puso de pie de un salto y en un segundo levantó su sable en el aire; hubo un relámpago, un golpe feo, pesado, y una caída estrepitosa; la cabeza había sido separada del cuerpo de un solo golpe.
"Prosiguió un silencio de muerte, interrumpido sólo zor el horrible ruido de la sangre que salía a borbotones del bulto inerte frente a nosotros, que tan sólo un momento antes había sido un hombre valiente y caballeroso. Fue horrible.
"El kaishaku hizo una inclinación profunda, limpió su sable con una hoja de papel preparada para ese propósito, y se retiró del piso elevado; y la daga manchada de sangre fue retirada solemnemente, como prueba sangrienta de la ejecución.
"Entonces los dos representantes del Mikado abandonaron sus sitios y cruzaron hasta donde estábamos sentados los testigos extranjeros; nos pidió atestiguar que la sentencia de muerte de Taki Zenzaburo había sido cumplida fielmente, salimos del templo terminada la ceremonia".

viernes, 6 de agosto de 2010

"SEPPUKU" DE MISHIMA YUKIO


Sentado el teniente coloca la espada en el suelo. «Reiko sentada frente a él, a la distancia ritual. Con rostro y vestiduras tan austeramente blancos, el toque de carmín en sus labios brillaba con seducción.»«El teniente habló con voz ronca: "Como no tengo colaborador(para la decapitación), tengo que hacerme un corte muy profundo. Por favor, no te asustes. La muerte, de cualquier suerte, es siempre ingrata de contemplar. No tienes que desalentarte por lo que veas". "Sí', dijo Reiko asintiendo con la cabeza.»Reiko cumplió con su deber, pero el lector no está casado con un samurai, así que puede tranquilamente dejar este capítulo y pasar al siguiente, si no quiere seguir a Mishima en la descripción de las vivencias subjetivas del seppuku. Reuniendo todas sus fuerzas clava la espada en el punto que ha estado preparando con la otra mano. Siguen cuatro páginas de escalofriantes detalles del seppuku, vivido alternativamente por el teniente y por su esposa: «...tuvo la impresión de que era otro el que le había atravesado el estómago con una gruesa barra de hierro. Por un segundo o dos vaciló su mente y no tuvo conciencia de lo que había ocurrido... Recuperó la lucidez. La hoja ha penetrado a fondo, pensó. Respiraba con dificultad... de alguna región profunda, que difícilmente podía creer que perteneciese a su cuerpo, brotó un dolor lacerante y aterrador como si el suelo se hubiese abierto para dejar paso a un chorro de lava fundida. El dolor se fue acercando, con una terrible velocidad. Mordió el labio inferior para ahogar un lamento instintivo».«¿Esto es seppuku?, pensaba. Era una sensación de caos,como si el firmamento hubiese caído sobre su cabeza... La voluntad y coraje que parecían tan firmes antes de hacer la incisión se habían encogido... Notó humedad en el puño. Bajando la vista vio que tanto su mano como el paño que envolvía la hoja estaban bañados en sangre. Le impresionó, como increíble, que en esta lacerante agonía las cosas visibles pudieran aún verse, y que las cosas existentes tuvieran todavía presencia.'»Mishima ha hecho cometer a su protagonista una extraña irregularidad. Se suicida antes que su esposa. Las explicaciones que quedan para hacerlo, no resultan convincentes. Puede interpretarse como una concesión a su narcisismo, «necesita que le contemplen», como va a hacer Morita al suicidarse tras él. La interpretaciónes tentadora desde un punto de vista psicodinámico; pero creo que falsa. La obligada presencia de la esposa proporciona al drama unas dimensiones sobre humanas que no tendría sin ella, y potencia todo el relato. Es un artificio literario. Facilita además el anhelo japonés de «contemplarse desde la otra orilla». Los supervivientes del abrazo de la muerte, suelen contar que tuvieron en esos instantes pensamientos triviales. El teniente narra sus«extrañas fantasías»: «...una muerte solitaria en el campo de batalla, y la muerte ante los ojos de su bella esposa... la comprobación de que iba a lograr unir esas dos dimensiones tan imposibles de entrelazar, era un placer inefable». Pronto se quiebran las ensoñaciones ante la presencia del dolor.«...Comenzó a empujar la espada a través del abdomen con sólo la mano derecha. Ver o al tropezar la hoja con las entrañas, éstas la impulsaron hacia fuera con su blanda resistencia, y el teniente comprendió que tendría que verse obligado a utilizar las dos manos para mantener la profundidad del corte...» Este relato no es un mero ejercicio literario. Tiene, en cierta dimensión, el clima espiritual de nuestros «autos sacramentales», es un alegato de fe, y un estímulo para la de los demás. Por eso tiene tanta importancia la perfección de la ceremonia. Alterna la descripción de sus matices, con los del sufrimiento físico quelos hacen meritorios. «El dolor se fue expandiendo lentamente hacia arriba desde la profundidad, hasta que todo el estómago reverberó con él. Era como el tañido salvaje de una campana. O como si mil timbres. «... y comprendió que tendría que utilizar las dos manos...» vibrasen disonantemente a la vez, con cada respiración, con cada pulsación, convulsionando todo su ser.» Mishima es un escritor perfeccionista. Suele llevar unas tarjetas en las que toma notas durante cualquiera de sus múltiples actividades, pues según él, sólo puede describir satisfactoriamente lo que ha visto. Nathan refiere que para la escena de la autopsia de un gato en El marino que perdió la Gracia del mar, pidió a un amigo médico que la realizase en su presencia. Desde luego no pudo hacer lo mismo con el seppuku, pero es muy probable que buscase asesoramiento de un profesional para la probable sucesión de las respuestas biológicas.«El volumen de la hemorragia aumentó profusamente, ahora brotaba la sangre de la herida como propulsada por el ritmo del pulso... inundando la estera al desbordar desde las bolsas que iba formando en los pliegues de los pantalones. Una gota voló como un pájaro hacia Reiko, a posarse en su blanco quimono.» Pretendiendo ser Patriotismo una lección de los antiguos valores espirituales, como pretenderá serlo el «Incidente», la presencia«antirreglamentaria» de Reiko, que con suprema entereza doblega todos los impulsos de auxiliar a su esposo para cumplir a la perfección, es además de un logro literario un ejemplo moralizador. A Mishima se le adivina el juego, quizá con demasiada claridad, cuando al principio de la historia Reiko «pide permiso» para morir con su esposo, y sigue la conversación como si se tratase de una ceremonia del té. El teniente manifiesta su orgullo, no por la excepcional esposa que tiene, sino por la excepcional educación que ha sabido darle. Es lo que importa. La tradicional educación japonesa lo que pretende es que, con ella bien asimilada, «cualquiera» puede portarse así. Y no es fácil. «Cuando el teniente logró, al fin, pasar la espada hasta el lado derecho del estómago, la hoja, que había ido saliendo, mostraba su punta, resbaladiza con sangre y grasa. Bruscamente atacado por un acceso de vómito exhaló un grito ronco. Las náuseas hicieron el dolor más penetrante aún, y el abdomen, hasta este momento firme y compacto, se contrajo abruptamente abriendo la brecha por la que salieron las entrañas, como si la herida también vomitase. Aparentemente ajenas al sufrimiento de su dueño, las visceras daban impresión de salud, incluso de una ingrata vitalidadal deslizarse suavemente, esparciéndose sobre las ingles. El teniente humilló la cabeza, los párpados cerrados, un hilo de saliva manando de la boca. La luz oblicua arrancó destellos del oro de las hombreras.'»«...Es difícil imaginar un espectáculo más heroico que el del teniente en este instante, cuando reuniendo sus últimas fuerzas enderezó la cabeza...»

martes, 3 de agosto de 2010

Sumi-e



La caracteristica más importante del Sumi-e es la simplicidad de sus trazos, la economía de trazos es fundamental para generar espacios vacios, tan importantes en la cultura oriental. Es ademas una pintura realista que busca la expresión en la naturaleza, paisajes, flores, animales, caballos. El hombre, cuando aparece, es apenas un punto en medio de grandes espacios naturales.



Muchos habrán tenido la ocasión de apreciar alguna obra de Ukiyoe (grabado) o de Sumie (pintura en tinta china). Estas son de las principales artes pictóricas del Japón. A través de sus elegantes líneas, dinámica estructura especial, colorido y técnicas peculiares, puede percibirse la magnificiencia del arte oriental.El Sumie apareció en el siglo XIII, y en contraste con el colorido del Ukiyoe, el Sumie presenta un mundo monocromo basado en el color negro. Quizás sea su simplicidad lo que trae la atención en nuestro mundo moderno lleno de complicaciones. El Sumie es la expresión de la belleza en la forma más sencilla, y presenta el milagro de la vida diaria con gran profundidad.

El Sumi-e es antiquísimo, tuvo origen en China durante la dinastía Tang (618 - 907) y se implantó como estilo durante la dinastía Song (960 -1279).
Sus primeros maestros, que se han convertido en figuras de leyenda, fueron Wu Tao-tsen (700 - 760) y el poeta Wang-wei (698 - 759).
A mediados del siglo XIV monjes budistas zen la introdujeron en Japón y fue haciéndose cada vez más popular, hasta su apogeo durante el período Muromachi (1338 -1573).
Se dice que su maestro más talentoso fue Sesshu, a mediados del siglo XV.


El trazo debe ser muy seguro, pues en la espontaneidad y la agilidad del ademán reside la belleza de la línea, que no acusa la menor vacilación.
La esencia debe ser lograda con la máxima economía de movimiento, esto es fundamental para generar espacios vacíos, tan importantes en la cultura oriental.
El arte de la pintura sumi-e apunta a captar la esencia del objeto, más que su apariencia, para pintar con el lenguaje del espíritu. No hay arte sumi-e sin paciencia, porque únicamente con autodisciplina y concentración se podrá lograr equilibrio, ritmo y armonía de la composición.

“El espíritu del Zen consiste en ir más allá de la conceptualización, y esto implica unirse al espíritu de la manera más íntima. Esto supone, a su vez, la infravaloración, en una cierta medida, de todo tipo de técnica. La idea podría expresarse mejor diciendo que el Zen contiene en sí mismo algo que evita toda destreza técnica sistematizada, pero debe ser de algún modo dominado a fin de llegar al más estrecho contacto posible con la Vida que todo lo genera, lo penetra y fortalece. La principal preocupación del artista japonés es entrar en íntima relación con esta Vida, con este Espíritu. Aun cuando haya adquirido el perfecto dominio de la técnica necesaria para su profesión, el artista no se detendrá en este punto, pues todavía se encuentra con una carencia; se halla aún bajo la esclavitud de las restricciones técnicas y del peso de la tradición; su genio creador se siente de alguna manera encarcelado, no alcanza la plenitud de su expresión. Ha empleado muchos años en cualificarse para su profesión como dignocontinuador de una tradición de brillantes maestros, pero sus obras están lejos de sus ideales, no fluyen dinámicamente con la Vida, es decir, no está satisfecho consigo mismo; ni es un creador, sino un imitador. Cuando el artista japonés llega a esta situación, acude, con frecuencia, a la puerta de un maestro y le ruega le conduzca al santuario interior del Zen. Cuando el Zen es comprendido, su espíritu se manifiesta bajo formas diversas: el pintor lo expresa en sus pinturas, el escultor en sus esculturas, el actor Noh en su danza, el maestro de té en la ceremonia del té, el jardinero en sus jardines, etc.”
Daisetz T. Suzuki.