jueves, 30 de septiembre de 2010

KI (ENERGIA INTERNA)

En las artes marciales, la técnica es diferente en judo, en kendo o en el tiro con arco. En zazen concentrarse sobre la postura es igualmente un wasa. El wasa es necesario, pero un judoka que no aprende más que el judo no es un verdadero judoka. En las artes marciales, generalmente, la técnica es indispensable durante diez o veinte años. Pero, finalmente el estado de espíritu es lo primero, esto es particularmente evidente en el tiro con arco. Entre el espíritu y el cuerpo, entre el espíritu y la postura, entre el espíritu y el wasa, la respiración establece la conexión. Finalmente, postura y respiración se unifican. La respiración se vuelve ki (la energía, la fuerza), como el ki de aikido. En el Budo, volvamos a él, hay tres puntos esenciales: la técnica (wasa), la actividad (ki) y el espíritu (shin). En zazen, por la postura, se puede equilibrar el estado de espíritu y la respiración. En un combate, no se puede equilibrar muy bien la respiración ya que sé esta obligado a ejecutar, muchos movimientos. En zazen, al comienzo de la práctica, se encuentran, desde luego, muchas dificultades. Pero, con el tiempo, se puede encontrar fácilmente este equilibrio entre la postura justa, el estado de espíritu y la respiración. Al comienzo conviene practicar la postura conscientemente, pacientemente. Se hace esfuerzo, se estira la nuca, hay que concentrarse voluntariamente sobre la expiración. Después de algunos años, la concentración llega inconscientemente. En zazen, la postura tiene una influencia muy rápida, desde el comienzo; no es como en el Budo en el que solamente después de cuatro o cinco años, mas allá del tercer dan, se puede llevar la concentración sobre otra cosa diferente del wasa. En zazen, desde el comienzo, la postura tiene una influencia sobre la conciencia.
En China, un discípulo de Lao Tsé, Mishotsu, escribió una historia interesante sobre los gallos de pelea:

“Un rey deseaba tener un gallo de pelea muy fuerte y había pedido a uno de sus súbditos que educara a uno. Al principio, este le enseño al gallo la técnica de la pelea. Al cabo de diez días, el rey pregunto: “¿Se puede organizar un combate con este gallo?” Pero el instructor dijo: “¡No. No. No. ! El es fuerte, pero esta fuerza esta vacía, siempre quiere pelear; esta excitado y su fuerza es efímera.”
Diez días mas tarde, el rey preguntó al instructor: “Y ahora, ¿se puede organizar esa pelea?” “No. No. Aún no. Todavía esta apasionado, siempre quiere pelear. Cuando oye la voz de otro gallo, incluso el de una aldea vecina, se encoleriza y quiere batirse.”
“Después de diez nuevos días de entrenamiento, el rey preguntó de nuevo: “¿Y ahora, es posible?” El educador respondió: “Ahora ya no esta apasionado. Si oye la voz de otro gallo, permanece tranquilo. Su postura es justa, pero su tensión es fuerte. Ya no se encoleriza. La energía y la fuerza no se manifiestan en la superficie.”
“Entonces, ¿está listo para un combate?” dijo el rey. El educador respondió: “Quizás”. Se trajeron numerosos gallos de pelea y se organizó un torneo. Pero los gallos de pelea no podían acercarse a este gallo. ¡Huían asustados!.
Por eso no hay necesidad de combatir. El gallo de pelea se había convertido en un gallo de madera. Había superado el entrenamiento de los wasa. Interiormente tenía una energía fuerte que no se manifestaba en el exterior. El poder se encontraba desde entonces en él, y los demás gallos no podían hacer otra cosa que inclinarse ante su seguridad tranquila y su verdadera fuerza oculta.”
Si continuáis, zazen, inconscientemente, naturalmente, automáticamente, podréis llegar al secreto del Budo. Entonces no será forzosamente necesario practicar el judo, el aikido, el kárate o el sable. Los demás no se acercaran. No será necesario combatir. La verdadera Vía del Budo no es competición ni conflicto: esta más allá de la vida y de la muerte, más allá de la victoria y de la derrota.
El secreto del sable es no desenvainar el sable; no hay que sacar el sable, porque si queréis matar a alguien, debéis morir por ello. Hay que matarse a sí mismo, matar el propio espíritu. En este momento, los demás tienen miedo y huyen. Se es él mas fuerte y los demás no se acercan. No es necesario pues vencer. En zazen, concentrarse sobre la expiración crea la ligazón que equilibra la conciencia y la postura. Esta actividad desencadena el impulso equilibrador entre los músculos, los nervios, el hipotálamo y el tálamo. Si continuáis zazen, podréis obtener esto inconscientemente, naturalmente y automáticamente.
“El reflejo de la luna sobre el río no se mueve, no fluye. Solamente el agua pasa.” En zazen, no debéis permanecer sobre un pensamiento, vuestro pensamiento no debe permanecer en ninguna parte. Dejad pasar los pensamientos. De esta manera, podréis encontrar la sustancia del ego. Al principio, si pensáis con vuestra conciencia personal, dejad pasar. Más tarde, el subconsciente aparece. Hay que dejar pasar, aún. El subconsciente también se agota. Así, algunas veces se piensa, algunas veces no se piensa. Después, el espíritu es puro como la luna, como el reflejo de la luna que permanece sobre el agua del río. Pero no debéis cortar vuestros pensamientos. Durante zazen no es necesario decirse: “Debo realizar el reflejo de la luna.” Si se quiere explicar las relaciones entre el espíritu, la conciencia y el verdadero ego, es exactamente como las relaciones entre la luna, su reflejo y el agua del río.
Hacer solamente zazen, shikantaza. Esto es hishiryo, satori. Esto no se puede comprender conscientemente, ni atraparlo. “La sombra de la luna sobre el agua nunca ha podido ser atrapada por la mano.”
El Maestro Takuan es muy célebre en el Zen y en las artes marciales, sobre todo en el kendo, el sable japonés. Educó numerosos samuráis. Tuvo un discípulo muy celebre, el legendario samurai Miyamoto Musachi. Este empleó la frase siguiente: Fu Do Chi Shinmyo Roku. Fu: al principio de una frase marca la negación como en Fushiryo. Do: aquí no es el “Do” sinónimo de Vía. Quiere decir moverse. Chi significa la sabiduría. Shinmyo: misteriosa. Roku: nota. Este titulo significa: Nota misteriosa sobre la sabiduría inmóvil. La postura de Budo, sin movimiento, es la postura de Muso: la no-postura no es solamente el acto de no moverse con el cuerpo, sino también no moverse con el espíritu. Alcanzar el espíritu inmóvil.
¿Qué es un espíritu inmóvil? Hemos visto que el espíritu no debe permanecer sobre nada. Debemos dejar pasar los pensamientos y las ilusiones como nubes en el cielo. Exactamente como: “El reflejo de la luna sobre el agua. La luna no se mueve. El reflejo de la luna no se mueve.” Observar una peonza: al comienzo, cuando gira lentamente, se mueve; después, en plena velocidad, adquiere estabilidad, y ya no se mueve. Al final, como un hombre que ha llegado a viejo, vuelve a oscilar. Finalmente cae. El río fluye y cambia en el curso de su camino. Pero la sustancia de nuestro espíritu, de nuestro ego es exactamente como el reflejo de la luna sobre la agua.” Por eso, si no se permanece sobre un pensamiento, si se deja pasar, la sustancia de nuestro espíritu es Fudo, sin movimiento. Esta sustancia de nuestro ego, de nuestro espíritu es Dios o Buda, el espíritu Zen, el satori, hishiryo.
Por eso, en las artes marciales, aunque un samurai sea atacado por una decena de hombres, puede vencerlos a todos. Eso es lo que se ve en las películas japonesas. Para los europeos, esto parece imposible. De hecho no se trata de teatro. Porque diez personas no pueden atacar a la misma persona al mismo tiempo, sino que vienen una detrás de otra. Cuando un maestro de judo es atacado sucesivamente por diez discípulos, su espíritu cambia rápidamente y se concentra en el instante sobre cada nuevo adversario.
EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

LA DOBLE VIA



La armonía del cielo y de la tierra


En la práctica del Zen como en la de las artes marciales, es esencial concentrarse sobre la expiración. Esto conduce la energía hacia la parte baja del cuerpo y de la columna vertebral y produce una expansión que da fuerza.
Si practicáis zazen no debéis hacerlo a medias, sino concentraros totalmente sobre la respiración justa y la postura justa; de esta manera el verdadero zazen se vuelve completamente fresco. Si lo hacéis verdaderamente, zazen se revela más difícil que las artes marciales. Pero si lo repetís todos los días, se vuelve Dokan, la esencia, la repetición. ¡También en zazen uno repite para vivir o para morir!
El Budo japonés se ha desarrollado en relación directa con la ética, la filosofía y la religión, y sin ninguna relación con el deporte. Por eso, todos los viejos textos sobre los antiguos Budo que nos han sido transmitidos se sitúan en el nivel de la cultura intelectual y mental, y desarrollan una reflexión sobre el ego. Explican y enseñan la técnica profunda de la Vía.

¿Cómo hacer para practicarla?

Do, que significa en japonés la Vía, no es solamente una técnica, un wasa. Kendo, judo, aikido, kyudo... todo esto es el Budo. El kanji Bu, cuando se analiza, significa detener el sable, parar el combate.
A la ceremonia del té se la llama chado. Al ikebana, arreglo de flores, kado. La caligrafía es Shodo. El perfume, la madera perfumada de sándalo que se consume, es kodo. Kodo Sawaki amaba mucho el kodo. Tenía el mismo nombre. Do, la Vía, significa el método de Vida, la enseñanza para el ego, la vía para comprender en profundidad el espíritu propio. El Budismo, Butsudo en japonés, significa la vía del Buda, o como descubrir realmente nuestra verdadera naturaleza, nuestra naturaleza original. Esto significa también que hay que armonizarse con el cielo y con la tierra con el fin de que el espíritu interior sea completamente libre. Abandonar el egoísmo.
En el San Do Kai (Unión de la esencia y de los fenómenos), de Sekito Zenji (700-790), se dice sobre la Vía: “No hay en ella ni maestro del norte ni maestro del sur.” Y si el Hokyo Zan Mai (el Samadhi del Espejo Precioso) significa la esencia de la Vía, Sho Do Ka (el libro de Yoka Daichi, 649-713, discípulo de Eno) quiere decir: certificar la vía.
Sho: garantía. Do: vía. Ka: canto.
Es pues el canto lo que certifica la vía. Shin-To es Shindo, la Vía de Dios.
El espíritu del Zen, transmitido de la India por Bodhidharma, extendió el Budismo Mahayana en China. Se desarrollo fusionándose con el pensamiento chino para convertirse en la verdadera Vía. Hoy día, el Budismo ya no existe en China, pero Do se ha vuelto una costumbre. Ni siquiera Mao pudo cortar el espíritu de Do. Do Kyo es la enseñanza de la vía que continua hasta nuestros días.

El Zen y la Vía se mezclan en armonía. Por eso, casi todos los grandes maestros Zen dicen Do y no Zen.
Ellos no empleaban la palabra Zen, que sobre todo ha sido retenida por el Occidente.
Un celebre profesor japonés. Yamada Soko (1622-1685) meditó sobre la Vía de los samuráis. Quiso aumentar su cultura y con esta intención impartió una enseñanza especial.
“Si un samurai quiere tener responsabilidades en política, si quiere dirigir a los civiles y convertirse en su jefe, debe realizar la Vía. Por eso, el samurai no debe ser solamente un guerrero, sino que debe, además del Budo, adquirir una cultura intelectual sobre la literatura, el Budismo, la filosofía china y el Shinto, la Vía de los dioses.” El Bushido era la esencia de la educación japonesa que se extinguió después de la guerra. Yo he recibido esta educación ya que los profesores del Bushido daban una educación a la vez militar y civil: Bun Bu Ryodo, la doble Vía, las dos son necesarias, como lo masculino y lo femenino, como las dos alas de un pájaro. La literatura, la filosofía, la poesía, la cultura en general, tienen un lado femenino, y el Budo, arte militar, es masculino. Siempre debe haber una armonía entre los dos. No pueden existir solos, separados. Esto no forma parte solamente de un conocimiento, de un saber, sino que es la vía misma de la sabiduría. Por esta vía, el sabio debe dirigir a los civiles. Por esto, la mayoría de los samuráis debían adiestrarse en la virtud. Debían tener cualidades nobles, cultivar una personalidad elevada, estudiar la historia de las civilizaciones y realizar la Vía. La enseñanza de Yamada Soko no era dada más que a una élite. Los profanos no tenían acceso a ella. Por la fuerza de esta enseñanza total, la Vía del samurai se hizo poco a poco popular en el Japón, y su reputación se extendió en el mundo entero. Porque la sabiduría del Zen había sido su origen.
Con respecto a la cultura de los samuráis y de la vía interior profunda, que penetra el espíritu, Dogen escribió el Ben Do Wa. Ben, es el estudio, la comprensión: Do, es la Vía. Wa, hablar. Ben Do Wa: comprender por los discursos. Este es el método, la enseñanza para comprender la Vía. El Ben Do Wa describe lo que es zazen, la esencia de la Vía. A continuación, explica cómo practicar la vía. En el Gakudo Joshinshu, otro libro importante, el punto de partida es también la pregunta: ¿Cómo estudiar la Vía? este es el libro de la atención, de la vigilancia. La atención de aquel que estudia la Vía.
Además, en el Genjo Koan, se dice: “¿Qué es la vía del Buda?” Es estudiar el ego. ¿Qué es estudiar el ego? Es olvidarse a sí mismo. ¿Qué es Bo Dai Shin? ¿Qué es este espíritu de iluminación de despertar, Bo Dai, Satori? ¡Es la Vía! “No pienses. No busques. No desees. No retengas. No obtengas. No abandones.” Y en el Tendao, se dice que la Vía consiste en seguir todos los fenómenos, en seguir el poder cósmico, el sistema cósmico. Para que el ser humano comprenda esto, le es necesario practicar zazen, esa postura de concentración y de despertar de la que hablan todas estas obras. Porque para que la acción sea justa, es necesario que la meditación la preceda y coexista con ella. Solamente entonces se descubre la verdadera libertad.


EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

miércoles, 29 de septiembre de 2010

AQUI Y AHORA


Vosotros y yo somos diferentes. ¡Si no se pueden encontrar soluciones a la propia vida se llega a un callejón sin salida! Aquí y ahora, ¿cómo crear nuestra vida? Se proyecta una película y si se detiene, la imagen se vuelve fija, inmóvil. Las artes marciales y el Zen tienen en común la creación y la concentración de la energía. Concentrándose “aquí y ahora” y exteriorizando la verdadera energía de nuestro cuerpo, se puede observar y recargar. Cuando se abre la mano, se puede obtener todo. Si se cierra la mano, no se puede recibir nada. En las artes marciales, hay que penetrar los elementos, los fenómenos, y no pasar al lado de ellos. Las artes marciales son pues esencialmente viriles, ya que el hombre penetra a la mujer. Pero en nuestra época todo el mundo quiere economizar su energía y se vive a medias. Siempre se esta incompleto. Las gentes viven a medias, tibias como el agua del baño. Hay que aprender a penetrar la vida.
Así, el secreto de las artes marciales es aprender a dirigir el espíritu, Ryu Gi. Esto forma la base de las técnicas corporales. El espíritu debe volverse la sustancia. El espíritu es la sustancia, sin forma pero algunas veces tiene una forma. Cuando la actividad del espíritu llena todo el cosmos entero, este espíritu aprovecha las ocasiones, tiene una posibilidad de evitar los accidentes y puede atacar las diez mil cosas en una sola. Esto significa que, durante un combate nuestro espíritu no debe ser influenciado por ningún movimiento del adversario, por ninguna de las acciones de su cuerpo y de su espíritu. Nuestro espíritu debe dirigirse libremente, no tener la esperanza de atacar al adversario, ni dejar de prestarle atención. Se debe estar completamente atento de instante en instante.
En nuestra vida cotidiana es lo mismo. Algunas personas solo piensan en el dinero, ya que este permite satisfacer todo. Ahora bien, por él, pierden su honor. Otros solamente desean honores y pierden su dinero. Algunos se concentran solamente sobre el amor, pierden su dinero y su energía. “Pero nuestra dicha no existe de un solo lado.”
Debemos crear nuestra vida, volvernos libres, desapegados, solamente atentos al aquí y ahora: todo se encuentra aquí.
“El reflejo de la luna en el rió esta siempre en movimiento. Sin embargo, la luna existe y no se va de ahí.” Se queda pero se mueve. En un poema muy corto sobre el secreto del Zen y de las artes marciales, y un gran koan. La corriente del agua no vuelve nunca hacia atrás. El agua pasa, pasa... pero la luna no se mueve. Durante un combate, el espíritu tiene que ser como la luna, pero el cuerpo y el tiempo pasan, pasan como la corriente. El instante presente no vuelve jamás. Durante zazen, cada una de nuestras inspiraciones y expiraciones es la de ahora, y no vuelve nunca. Es posible rechazar la respiración, pero la de ahora no es la de antes. La respiración de después no es nunca como la de antes. Ayer era ayer. Hoy es hoy. Es diferente. Yo digo siempre que debemos concentrarnos “aquí y ahora”, crear “aquí y ahora”. De esta manera, uno puede volverse “fresco”, nuevo. El zazen de hoy no es el mismo que el de ayer. El zazen debe ser siempre fresco, “aquí y ahora”. No debéis relajaros durante zazen, ni durante el entrenamiento a las artes marciales. Hacerlo a medias no es bueno. Hay que hacerlo hasta el fondo darse totalmente. No debemos retener restos de energías. Concentrarse significa la salida completa, la descarga total de la energía. Esto debe encontrarse en cada uno de los actos de nuestra vida.
En el mundo moderno, vemos todo lo contrario; los jóvenes viven a medias y están muertos a medias. Tienen una sexualidad incompleta. Y durante su trabajo o durante zazen piensan en el sexo, e inversamente: así sucede en todos los actos de la vida. Pero si se descarga totalmente la energía, se puede absorber energía fresca que fluye como la corriente del agua.
Durante un combate, si se economiza un resto de energía, no se puede ganar. Este es un secreto de las artes marciales. No debemos depender de los wasa, de la técnica. Hay que crear. Si un hombre rico da dinero a su hijo, éste no aprende a ganarlo. E, inversamente, el hijo de un hombre pobre sabrá crear el método para procurárselo. Las artes marciales no son un teatro ni un espectáculo. Esto no es el verdadero Budo. El secreto de las artes marciales, decía siempre Kodo Sawaki, es que no hay victoria ni derrota. ¡No se puede vencer ni ser vencido! El deporte y las artes marciales son diferentes. En el deporte, hay tiempo. En las artes marciales no hay más que el instante. Por ejemplo, en el baseball, el “bateador” espera la pelota, existe el tiempo: la acción no se produce en el instante. Lo mismo sucede en el tenis, en el rugby en el fútbol, en todos los demás deportes. ¡El tiempo pasa y permite pensar en algo durante un pequeño momento mientras que se espera! En las artes marciales no está el tiempo de espera. La victoria y la no-victoria, la vida o la no- vida, se deciden en un instante. Hay que vivir en el instante: aquí es donde la vida y la muerte se deciden totalmente.


EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

Dirigir el espíritu


¿Cómo dirigir nuestro espíritu? Esto surge del Zen y no de la técnica de las artes marciales. Las artes marciales más el Zen forman el Budo japonés. ¿Cómo educar nuestro espíritu y aprender a dirigirlo? Kodo Sawaki habla de Kyu Shin Ryu, el secreto del yawara, transmitido por esta escuela en un texto tradicional, uno de cuyos pasajes trata sobre el espíritu tranquilo. He aquí un pasaje de este texto:
“La verdadera técnica del cuerpo, el wasa de esta escuela de yawara, debe ser la sustancia del espíritu. La sustancia del espíritu. No hay que mirar el cuerpo del adversario, sino dirigir nuestro propio espíritu. No hay enemigo.
El espíritu es sin forma, pero algunas veces puede tener una: esto es idéntico en zazen.
Algunas veces se puede atrapar nuestro espíritu, otras veces esto es imposible. Cuando la actividad del espíritu llena el cosmos, que es el espacio comprendido entre el cielo y la tierra, y cuando sabemos atrapar la oportunidad que se presenta, entonces podemos disponer de todos los acontecimientos cambiantes, evitar todos los accidentes y atacar las diez mil cosas en una sola.”

Es un texto difícil de comprender. Pero aquellos que han practicado profundamente el judo comprenden este espíritu.

En el Genjo Koan, otro texto tradicional del que se servía Kodo Sawaki, esta dicho: “Cuando un hombre se aleja en barca de la orilla, se imagina que la orilla esta en movimiento. Pero si baja su vista, justo al lado de su embarcación, se da cuenta de que es ella la que se desplaza.”

Efectivamente, si miramos atentamente, íntimamente, en el interior de nuestra barca, se puede comprender que es la barca la que se desplaza y se puede superar la ilusión de los sentidos. De esta manera, cuando las gentes consideran todos los fenómenos de todas las existencias a través de sus ilusiones y de sus errores, pueden equivocarse y pensar que su naturaleza original es dependiente y móvil. Pero si se volvieran intimas con su verdadero espíritu, y si volvieran a su naturaleza original, entonces comprenderían que todos los fenómenos, todas las existencias están en ellos mismos, y que lo mismo sucede para todos los seres.

La naturaleza original de la existencia no puede ser captada por nuestros sentidos, por nuestras impresiones. Cuando la captamos por nuestros sentidos la materia objetiva no es real, no es verdadera sustancia, sino que es imaginación. Cuando pensamos comprender que la sustancia de nuestro espíritu es tal, es un error. Cada uno es diferente. Las formas y los colores son los mismos, pero cada uno los ve de manera diferente a través de sus ilusiones: fisiológicas y psicológicas. Todos los problemas de nuestra vida cotidiana encontrarán una solución con el tiempo al cabo de veinte, treinta años; y, en el momento de entrar en vuestro ataúd, nadie os amará más, salvo quizá con un amor espiritual. Los problemas de la vida son diferentes para cada uno, y cada uno tiene necesidad de un medio diferente para resolver sus problemas. Por consiguiente tenemos que crear nuestro propio método. Si se imita, se cae en el error. Hay que crear por sí mismo.

EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

Secreto del Budo, secreto del Zen


Un día, un samurai, gran maestro de sable (kendo) quiso obtener el verdadero secreto de la esgrima. Fue durante la era Tokugawa. A medianoche, fue al santuario de Kamakura, subió los numerosos peldaños que conducían hasta él y rindió gracias al dios del lugar, Hachinam. Hachinam, en el Japón, es un gran Bodhisattva que se convirtió en el protector del Budo. El samurai le rindió gracias. Al descender los escalones, a medianoche, sintió, bajo un gran árbol, la presencia de un monstruo de cara a él. Por intuición, desenvainó su sable en un instante y lo mató. La sangre brotaba y fluía por el suelo. Lo había matado inconscientemente. El Bodhisattva Hachinam no le había confiado el secreto del Budo. Pero gracias a esta experiencia, en el camino de vuelta, lo comprendió.
La intuición y la acción deben surgir al mismo tiempo. No puede haber pensamiento en la práctica del Budo. No hay ni un solo segundo para pensar. Cuando se actúa, la intención y la acción deben ser simultáneas. Si se dice: “El monstruo esta ahí, ¿cómo matarlo?”, si se duda, solo el cerebro frontal entra en acción. Así pues, cerebro frontal, thálamus (cerebro profundo) y acción deben coincidir, en el mismo instante, idéntico. De la misma manera que el reflejo de la luna no permanece sobre el curso del agua, mientras que la luna brilla y no se mueve. Esta es la conciencia hishiryo.
Cuando durante zazen digo “no moverse, no moverse”, esto significa de hecho no permanecer sobre un pensamiento, dejar pasar los pensamientos. Permanecer en perfecta estabilidad significa en realidad no permanecer. No moverse significa en realidad moverse, no dormir. Esto es como una peonza que gira: se la puede considerar inmóvil, pero se encuentra en plena acción. Solamente puede verse su movimiento cuando parte al comienzo y cuando se detiene al final. De esta manera, la tranquilidad en el movimiento es el secreto del kendo, la Vía de la espada. Y también el secreto del Budo y del Zen, que tienen el mismo sabor.
Este espíritu es el mismo en todas las artes marciales, sean cuales sean sus diferencias tácticas y técnicas. Así, el judo (ju: suavidad do: Vía) es la vía de la flexibilidad (yawara). Maestro Kano fue su fundador después de la era Meiji. Los samuráis, esos feroces guerreros, aprendían el yawara, la técnica de la flexibilidad. En el Japón, los samuráis debían aprender las artes de la guerra, y las de la vida civil.
Debían estudiar el Budismo, Lao Tsé, Confucio, y al mismo tiempo aprender el judo, la equitación, el tiro con arco. Desde mi infancia aprendí el yawara con mi abuelo paterno. Mi abuelo materno era doctor en medicina oriental. Desde esta época estuve influenciado por el judo y por el espíritu de la medicina oriental. Entonces comprendí poco a poco que las artes marciales y el Zen están en unidad. Kodo Sawaki, en sus conferencias, decía que el secreto de estas técnicas es kyu Shin Ryu, “el arte de dirigir el espíritu”.

EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

martes, 28 de septiembre de 2010

LA NOBLE LUCHA DEL GUERRERO


El Budo es la vía del guerrero: reagrupa el conjunto de artes marciales japonesas. El Budo ha profundizado de manera directa las relaciones existentes entre la ética, la religión y la filosofía. Su relación con el deporte es muy reciente. Los textos antiguos que consagrados a él conciernen esencialmente a la cultura mental y a la reflexión sobre la naturaleza del yo: ¿Quién soy yo?
En japonés, Do significa la Vía. ¿Cómo practicar esta Vía? ¿Por qué método se la puede obtener? No se trata solamente del aprendizaje de una técnica, de un wasa, y aun menos de una competición deportiva. El Budo incluye artes como el Kendo, el Judo, el Aikido, y el Kyudo (tiro con arco) Ya que en el Budo no se trata solamente de competir, sino de encontrar paz y dominio de sí.
Por consiguiente Do es la Vía, el método, la enseñanza para comprender perfectamente la naturaleza del propio espíritu y del propio Yo. Esta es la vía del Buda, la Butsu Do, que permite descubrir realmente la propia naturaleza original, despertarse del sueño del ego adormecido (nuestro yo estrecho), y alcanzar la más alta y la más total de las personalidades. En Asia esta Vía se ha convertido en la moral más elevada y en la esencia de todas las religiones y de todas las filosofías. El Ying y el Yang del Yi-King o “la existencia es nada” de Lao Tse, encuentra aquí sus raíces.
¿Qué quiere decir esto? Que se puede olvidar el cuerpo y el espíritu personal_ alcanzar el espíritu absoluto, el no-ego. Armonizar, fusionar el Cielo y la Tierra: el espíritu interior deja pasar los pensamientos y las emociones. Es libre de su alrededor. El egoísmo es abandonado. Tal es el origen de las filosofías y de las religiones en Asia. El espíritu y el cuerpo, lo exterior y lo interior, la sustancia y los fenómenos: estos pares no son dualistas ni opuestos, sino que forman una unidad sin separación. Un cambio, sea cual sea, influencia siempre todas las acciones, todas las relaciones entre todas las existencias. La satisfacción o la insatisfacción de una persona influencian a todas las demás personas. Nuestras acciones personales y las de los demás están en relación de interdependencia.
“Vuestra felicidad debe ser mi felicidad, y si lloráis, yo lloro con vosotros. Cuando estáis tristes, tengo que entristecerme, y cuando sois felices, debo ser feliz también.” Todo esta ligado, todo se une en el universo. No se puede separar la parte del todo: la interdependencia rige el orden cósmico.
En cinco mil años de historia oriental, la mayoría de los sabios y de los filósofos se han concentrado sobre este espíritu, sobre esta Vía, la han transmitido.
Él Shin Jin Mei1 , libro muy antiguo de origen chino, dice: “Shi Do Bu Nan...” la vía mas alta no es difícil, pero no hay que elegir. No hay que tener preferencias, ni gusto ni disgusto. El San Do Kai2 dice también: “hay separación como entre una montaña y un rió si tenéis ilusiones.”
El Zen significa el esfuerzo del hombre practicando la meditación, el zazen. Esfuerzo para alcanzar el dominio de los pensamientos sin discriminación, la conciencia más allá de todas las categorías, englobando todas las expresiones del lenguaje, Esta dimensión se puede alcanzar por la práctica del zazen y del Bushido.

EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

martes, 21 de septiembre de 2010

LA COMPRENSION IMPERTERRITA



Sombras inquietantes envueltas en amplios hakama negros… Dos sombra arrodilladas, una al lado de la otra, sobre las delgadas tablas de un entarimado de madera clara, llevan al costado un sable de elegante curvatura. Los dos hombres parecen meditar. En realidad, juntan sus fuerzas y sincronizan sus respiraciones…

“No hay mayor soledad, dice un proverbio
Japonés, que la del samurai.”

Fase de calma. Silencio. Aliento contenido… Podría creerse que ese espacio de tiempo, durante el cual esas figuras hieráticas extraen de sí cuanto tienen de esencial, va a eternizarse…
- ¡ EII !
En una fracción de segundo, el mismo grito ronco les ha brotado del bajo vientre. Estampido de violencia, relampagueo de hojas escapadas de la vaina. Ruido sordo del acero… El asalto ha terminado.
A la mirada ajena del espectador le cuesta trabajo seguirlo. Aún está rememorando, recomponiendo mentalmente los gestos del enfrentamiento, cuando las dos siluetas ya se han inmovilizado, ya se han saludado. Nuevamente están sentadas sobre los talones.
Con qué comparar este combate sino con un esfuerzo sobrehumano por dominar una emoción cuya profundidad nadie puede sondear, ni experimentar su poder. Distensión y resistencia que obligan al organismo a un intenso trabajo cardiovascular.
Todo es ritual en el iai: la postura del sable y la de la hoja, la de los pies desnudos – con los talones juntos - así como la posición del busto. En este ceremonial todo concurre a hacer desplazar hacia el bajo vientre, ese lugar impreciso donde según parece se sitúa nuestro centro de gravedad, toda la fuerza retenida hasta entonces.
El gesto, cien veces repetido, mil veces recomenzado, permite borrar lentamente la técnica. Sólo entonces es cuando, liberado de todo artificio, se desprende un arte que hunde sus raíces hasta el inconciente.

EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

martes, 14 de septiembre de 2010

EL SENTIDO DEL ARTE



¿Conocéis el cuento taoísta del Arpa amaestrada?

En el barranco de Lungmen se levantaba hace mucho, mucho tiempo un árbol Kiri que era el verdadero rey de la selva. Tenía tan alta la cima que podía conversar con las estrellas, y tan profundas sus raíces en la tierra, que sus anillos de bronce se mezclaban con los del dragón de plata que dormía en sus entrañas. Y ocurrió que un hechicero hizo de este árbol una arpa maravillosa, que sólo podía ser dominada por el más grande de los músicos. Durante siglos, esta arpa formó parte del tesoro de los emperadores de China, pero mamás, cuantos intentaron arrancar de ella algún sonido, vieron sus deseos coronados por el éxito. Sus esfuerzos titánicos sólo lograban arrancar de ella unas notas impregnadas de desdén; poco en armonía con los cantos que pretendían obtener.
El arpa rehusaba reconocer un dueño.
Vino por fin Peiwoh, el príncipe de los arpistas. Acarició el arpa como se acaricia un caballo indomable cuando se quiere calmarlo y pulsó dulcemente sus cuerdas. ¡Cantó las estaciones y la naturaleza toda, las altas montañas y las aguas corrientes, y todos los recuerdos aletargados en el árbol se despertaron!
Nuevamente la dulce brisa de la primavera se infiltró a través de las ramas. Las cataratas, al precipitarse en el arroyo, sonreían a los capullos de las flores. Otra vez se oían las voces soñadoras del verano con sus miríadas de insectos, el murmullo de la lluvia y el canto del cuclillo. ¡Oíd! Un tigre ha rugido y el eco del valle le responde. Es el otoño; en la noche desierta, la luna brilla como una espada sobre la hierba helada. El invierno; a través del aire lleno de nieve se agitan los torbellinos de cisnes y el granizo sonoro golpea las ramas con alegría salvaje.
Después Peiwoh cambió de tono y cantó el amor. Como un doncel enamorado, la selva se inclina delante de una nube parecida a una joven que vuela en las alturas; pero su paso arrastraba sobre el suelo largas sombras negras como la desesperación. Peiwoh canta la guerra; las espadas chocan y los caballos relinchan. Y en el arpa se levanta la tempestad de Lungmen; el dragón cabalga sobre el rayo, el alud se precipita desde las colinas con un ruido ensordecedor de trueno. El monarca Celeste, extasiado, pregunta a Peiwoh cuál es el secreto de su victoria. "Señor", contesta, "todos han fracasado porque sólo se cantaban a sí mismo. Yo he dejado al arpa escoger su tema y en verdad tengo que deciros que no sabía si era el arpa que dominaba a Peiwoh o Peiwoh que dominaba el arpa."
Este cuento muestra cuán difícil es el secreto del arte y cuán misterioso es su sentido. Una obra maestra es una sinfonía ejecutada con nuestros sentimientos más refinados. El verdadero arte es Peiwoh y nosotros somos el arpa de Lungmen. Al mágico contacto de la belleza, las cuerdas secretas de la belleza se despiertan y en contestación a su llamada vibramos y nos sobresaltamos.
El espíritu habla al espíritu; oímos lo que nos ha sido dicho, contemplamos lo invisible; el maestro arranca notas sin que sepamos de dónde. Recuerdos de largo tiempo olvidados vuelven a nosotros llenos de un nuevo significado. Esperanzas ahogadas por el temor, impulsos de ternura que no nos atrevemos a reconocer, se nos ofrecen rodeados de un nuevo esplendor. Nuestro espíritu es la tela sobre la que el artista pone los colores, los matices son nuestras emociones y el claroscuro está formado por la luz de nuestras alegrías y lo sombrío en nosotros y nosotros estamos en la obra maestra.
Las concesiones mutuas son la base de la comunión de simpatías necesaria para la concepción del arte. El espectador debe cultivar su propia aptitud para recibir el don; el artista debe saber cómo mandarlo. El maestro del Té Kobori-Enshiu, que era daimio, nos ha dejado esta sentencia memorable: "Acercaos a un gran pintor como os acercáis aun gran príncipe". Para comprender una obra maestra, inclinaos respetuosamente ante ella y esperad que os hable, aguantando vuestro aliento. Un célebre crítico de la época Song hizo una vez una confesión maravillosa. "Cuando era joven, ensalzaba al maestro cuyas obras me gustaban; a medida que mi juicio maduró me enorgullecía de admirar lo que los maestros habían escogido para hacerme amar." Es lamentable que tan pocos de entre nosotros nos tomemos la molestia de estudiar las grandes fórmulas de los maestros. En nuestra ignorancia obstinada les rehusamos este homenaje de cortesía y nos privamos del festín de belleza que ofrecen a nuestros ojos. Un gran maestro tiene siempre algo que ofrecer y nos vamos con sed de belleza, porque nos falta gusto.
Para quién, por el contrario, tiene el sentido del arte, una obra maestra es una realidad viviente hacia la que se siente inclinado por un sentimiento de camaradería. Los grandes maestros son inmortales porque sus angustias y sus amores viven eternamente en nosotros. El alma es más potente que la mano; el hombre, que la técnica; y a causa de la comprensión intima entre el maestro y nosotros, llegamos a sufrir y a gozar con los héroes y las heroínas de los grandes poemas. Chikamatsu, nuestro Shakespeare japonés, consideraba que uno de los principios esenciales de la composición dramática era inspirar confianza al público. Entre gran número de obras que le fueron sometidas por sus discípulos, una sola le gustó; era una que tenía alguna semejanza con la "Comedia de los Errores", en la cual se ve a dos hermanos víctimas de su identidad desconocida.
"Siento vivir en ella - dijo Chikamatsu -, el espíritu del drama, porque reside en el público mismo, que conoce detalles que el actor mismo ignora.
Sabe sobre qué reposa el error y siente piedad por los personajes que ve en la escena precipitarse inocentemente hacia su destino."
Los grandes maestros de Oriente como del Occidente han tenido siempre en cuenta la importancia de la sugestión para dar confianza al espectador.
¿Quién podría contemplar una obra maestra sin sentir el pavor de la inmensidad de pensamiento que encierra? No hay obra maestra que no sea familiar y simpática.
¡Y cuán frías, por otra parte, las producciones de la época contemporánea!
Aquí el caluroso abandono de un corazón humano; allí nada más que un simple gesto formalista. Esclavos de la técnica, los modernos jamás se elevan por encima de ellos mismos; como los músicos intentan en vano hacer vibrar el arpa de Lungmen pero son sólo ellos los que cantan. Acaso sus obras sean cercanas de la ciencia pero están alejadas de la humanidad. Un viejo proverbio japonés dice que una mujer jamás podrá llegar a amar a un hombre verdaderamente vanidoso, porque no hay en su corazón la menor grieta por donde pueda penetrar el amor. La vanidad en el arte es también fatal a la simpatía, sea por parte del artista, sea por parte del público.
Nada hay más edificante que la unión espiritual delante del arte. En los momentos de estos encuentros, el verdadero artista se sobrepasa; es, y a la vez no es. Entrevé un resplandor del infinito, pero no tiene palabras para expresarlo, porque los ojos no tienen lengua. Liberado de las cadenas de la materia, su espíritu puede moverse en el ritmo puro de las cosas. Así es como el arte se incorpora con la religión y ennoblece la humanidad; es lo que hace de la obra maestra algo sagrado. En los tiempos antiguos los japoneses rodeaban las obras maestras de una veneración extrema. Los maestros del té conservaban sus tesoros con una discreción religiosa, y a menudo era necesario abrir una tras otra numerosas cajas, antes de descubrir el relicario, envoltorio de seda en los pliegues suaves de la cual reposa el Santo de los Santos. Se mostraba muy raramente y sólo a los verdaderamente iniciados.
En la época en que el Teísmo estaba en su apogeo, los generales del Taiko se mostraban más satisfechos de recibir como recompensa de sus victorias, una obra de arte que una vasta extensión de territorio. Varios de nuestros dramas más famosos tiene como tema la pérdida y la recuperación de una célebre obra de arte. En uno de ellos, por ejemplo, el palacio del señor Hosokawa, en el que se conserva el célebre retrato de Dharma, por Sesson, se incendió por una negligencia del samurai de servicio. Resuelto a afrontar todos los peligros para salvar el precioso cuadro, aquel se precipita al interior de las llamas, se apodera del kakemono, pero halla todas las salidas cerradas por el incendio.
Pensando sólo en la salvación del preciado tesoro, saca su espada, se hace en el cuerpo una ancha herida y con una de sus mangas cortadas arrolla la seda pintada y hunde el envoltorio en la herida. El fuego se extingue al fin, y entre las cenizas humeantes se halla un cuerpo medio consumido en el interior del cual, salvado del fuego, reposa el tesoro inestimable. Por trágica que pueda considerarse esta historia, prueba, no sólo la fidelidad de un samurai, sino el valor que debe darse a una obra de arte.
No debemos olvidar, no obstante, que el arte no tiene valor más que en cuanto habla de nuestra sensibilidad. Puede llegar a ser una lengua universal, si nosotros mismos somos capaces de ser universales en nuestros sentimientos.
La fuerza de nuestras tradiciones, nuestra inteligencia limitada, las convenciones sociales y nuestros instintos hereditarios, restringen lamentablemente nuestra capacidad de goce artístico. También nuestra individualidad fija hasta un cierto punto los límites de afinidades en las creaciones del pasado. Por otra parte, es evidente que la cultura desarrolla nuestro sentido del arte y que cada día somos más susceptibles de gozar con una manifestación artística, la que hubiéramos sido ayer insensibles. Pero, ¿no es acaso nuestro propio temperamento el que nos impone la forma en nuestra percepción y no es nuestra propia imagen la que vemos en el universo? Los grandes maestros del Té sólo coleccionan objetos correspondiendo exactamente a sus gustos personales.
Esto nos recuerda una historia concerniente a Kobori-Enshiu. Para ensalzar el gusto que había presidio la elección de sus colecciones, sus discípulos le decían: "Cada una de vuestras piezas es tal, que nadie puede dejar de admirarlas, lo cual prueba que tenéis mejor gusto que Rikiu, puesto que sólo una persona sobre mil es capaz de apreciar sus colecciones." A lo que contestaba Enshiu tristemente: "He aquí la prueba de mi vulgaridad. Nuestro gran Rikiu tuvo la audacia de escoger únicamente los objetos de su preferencia personal, mientras yo, inconscientemente, he dado parto al gusto de la vulgaridad. Hay un solo Rikiu entre mil, entre los maestros del Té."
Jamás lamentaremos bastante que la mayor parte del entusiasmo aparente que hoy se profesa hacia el arte, no repose sobre un sentimiento real profundo. En una época democrática como la que vivimos, los hombres aplauden lo que se considera mejor por las masas, sin respeto por sus propios sentimientos.
Se ama lo caro y no lo refinado; lo que está de moda y no lo que es bello. Para las masas populares, la contemplación de las revistas ilustradas, que es verdaderamente el digno producto de su industrialismo, produce un elemento de goce artístico más fácil de digerir que los primitivos italianos o los maestros del Ashikaga que pretenden admirar. El nombre del artista, es para ellos más importante que la calidad de la obra. Un crítico de arte chino decía hace muchos siglos que "el pueblo hace la crítica de una pintura con el oído". A esta falta de gusto personal y de opinión propia debemos los horrores seudo-clásicos que se ciernen sobre nosotros por todas partes.
Otro error, lamentablemente extendido, es confundir el arte con la arqueología. La veneración hacia la antigüedad es uno de los rasgos más bellos de la naturaleza humana y sería deseable que estuviese más extendida de lo que está; los viejos maestros deben ser honrados por haber abierto el camino del progreso, y el hecho solo de haber atravesado intactos tantos siglos de crítica y haber llegado hasta nosotros cubiertos de gloria, exige nuestro respeto. Pero sería locura a nuestra simpatía histórica el sentido de nuestro discernimiento estético. Ofrecemos las flores de nuestra aprobación al artista, cuando reposa bajo su tumba. La teoría de la evolución engendrada por el siglo diecinueve, ha creado en nosotros el hábito de perder de vista al individuo en la especie. Un coleccionista sólo se preocupa de adquirir ejemplares de una escuela o de una época determinada y olvida que una sola obra maestra emociona más que una cierta cantidad de productos mediocres. Clasificamos demasiado y gozamos poco. El abandono del método de presentación científica, ha sido la causa de la muerte de muchos museos.
Los derechos del arte contemporáneo no pueden permanecer ignorados en el plan viviente de la vida. El arte es hoy el que nos pertenece realmente; es nuestro propio reflejo; condenarlo es condenarnos a nosotros mismos. Se dice hoy que la época presente está desprovista de arte. ¿A quién incumbe la responsabilidad?
¿No es una vergüenza que, ante tantas alabanzas a los antiguos, estemos tan poco atentos a nuestras propias posibilidades? ¡Y hay, no obstante, artistas que luchan, almas extenuadas que se agotan en la sombra de un desdén! En un siglo fijo en su propio centro, como el nuestro, ¿qué inspiraciones les ofrecemos? El pasado puede mirar con desdén la pobreza de nuestra civilización; el porvenir se mofará de la esterilidad de nuestro arte. Destrozamos la belleza al destruir el arte de nuestra vida. ¿Llegará a nosotros el Mago que con el tronco de la sociedad moderna formará el arpa potente que vibrará bajo los dedos del Genio?



EXTRAIDO DE
EL LIBRO DEL TÉ
OKAKURA KAKUZO

martes, 7 de septiembre de 2010

El secreto del Budo


Todos hemos oído de un maestro de las artes marciales que, aunque viejo y,comparado con su oponente, débil hasta el punto de la fragilidad, todavía se las arregla para ganar. Su oponente conquistado después insistirá que el maestro tiene una habilidad misteriosa para leer las mentes. Lo que el maestro tiene es una habilidad profunda para anticipar. En el momento que su oponente comienza a ejecutar su golpe, el maestro había ya comenzado a bloquear o eludir y a atravesar la meta devolviendo el golpe. Adicionalmente, el maestro se mueve con una fluidez sin esfuerzo, y sin consideración consciente de un solo movimiento. Él permanece en un estado de desapego completo, yendo a través de los movimientos del combate sin el sentimiento de las emociones que el combate conlleva. Él es capaz de permanecer calmado porque su ego no está involucrado en el desafío. Miremos en cómo logra esto. Aunque en sus momentos tranquilos el maestro puede experimentar un estado comparativamente de alerta, no obstante cuando comienza el desafío intensificará este estado entrando en un trance meditativo. Para un observador, este cambio de conciencia puede ser tan sutil como imperceptible, sin embargo el maestro ha expulsado completamente su ego de la arena de combate. El método que él usa para lograr esto es usualmente un simple impulso de estímulo. Primero, concentra su atención en algún objeto – piensen de un hipnotizador balanceando un reloj de oro de un lado a otro enfrente de los ojos de una persona, o una pitonisa mirando fijamente una bola de cristal. En las artes marciales el punto de enfoque es usualmente el centro de gravedad del cuerpo, algunas veces llamado el Hara, que es un punto profundo en el abdomen donde la aorta (la mayor arteria sanguínea que existe en el corazón y que desciende por el centro del cuerpo) se bifurca para llegar a ser la femoral o las arterias de los muslos.

El maestro se entrena a sí mismo a sentir su pulso latiendo en su Hara o el centro de la gravedad; y, usando concentración en ese punto como el impulso del estimulo, él entra en un trance meditativo a medida que simultáneamente se equilibra a sí mismo alrededor de este centro.
En este estado, la identidad del ego del maestro se ha desvanecido. Ya él no es más una persona. Es simplemente una máquina de combate. A él no le interesa como luce. No le interesa lo que va a hacer después del desafío o incluso cual será su próximo movimiento. Él no está pensando, punto. Él ha practicado sus destrezas de combate en perfección mecánica, y deja que su entrenamiento tome el control, reaccionando automáticamente a medida que entra en la Zona intensa de concentración sin ego. El estado sin ego le da a él muchas y diferentes ventajas. Él puede reaccionar instantáneamente; puede procesar signos de desmayo, signos que de otra forma pudieran ser imperceptibles. Él puede responder a la data sensorial que su ego consciente puede que no se de cuenta o saber cómo interpretar correctamente, y puede prevenir su propio cuerpo de experimentar los efectos dañinos de la emoción o el dolor. Y sí, el incluso puede limitar la pérdida de sangre si está herido. ¿Cómo al entrar en esta Zona facilita tales ventajas? Examinemos los mecanismos de una ocurrencia o acción / reacción.

Para que una persona responda a un estímulo dado, ese estimulo debe cruzar muchas entradas. Primero, debe ser advertido por un órgano sensorial apropiado. Los órganos sensoriales recogen la información en la forma de energía: la energía de la luz excita los nervios receptores en los ojos; las ondas compresas del sonido golpean el tímpano en el oído; la energía del calor pasa directamente a través de la punta de nuestros dedos, y así sucesivamente.

Digamos que un estudiante del arte marcial, un hombre con una visión normal, está sentado en una habitación oscura y se le han dado las instrucciones de gritar “¡Yo!” cada vez que ve una pequeña luz verde centellando. Para que responda, el estímulo de la luz debe ser suficientemente brillante para excitar los nervios receptores de los ojos. Si la luz es muy difusa, ella fallará en excitar esos receptores. Pero si los excita, ha cruzado la primera entrada: la entrada SENSORIAL.

El estímulo debe entonces tener suficiente energía guardada para viajar a lo largo de los caminos neutrales de su cerebro. Si él triunfa en hacerse sentir en el cerebro, ha cruzado la segunda entrada, la entrada de la PERCEPCIÓN. El cerebro registra el suceso de la luz verde – ahora, diríamos, ha entrado en el banco de información o data del estudiante. El estudiante puede “pasarla por alto” o de otra forma no prestar atención a esta data (su ego puede estar dirigiendo su atención a otra parte o puede simplemente estar inatento) en ese caso el suceso de la luz es registrado en su cerebro sin él estar conciente de él de ninguna forma. Bajo hipnosis, él puede recobrar la información.

Considere el caso frecuentemente citado en él cual el espectador ve el número de la licencia de un carro que ha huido, pero que simplemente no puede recordarlo. El estímulo visual claramente cruza las entradas sensoriales y preceptúales pero, en la excitación del momento, la data se confunde y distorsiona y la conciencia-ego no puede procesarla o memorizarla. O, el estudiante puede tener acceso a la data del “suceso de la luz verde” en dos formas. Él con su ego consciente responde pensando, “Veo una luz verde e intermitente ahora. Haré lo que me instruyeron que hiciera, gritaré “¡Yo!”. Entonces cuando esto pasa el estímulo ha cruzado la tercera entrada, la entrada de la ACCIÓN CONSCIENTE. Él ha percibido una acción y ha considerado y ejecutado una reacción para ella y frecuentemente puede recordar este suceso de la acción / reacción. Si por alguna razón, es incapaz de convocar o evocar un recuerdo del suceso, bajo hipnosis, será capaz de recordarlo. Para recobrar una data olvidada o pasada por alto, el ego confuso tiene que ser evadido – trascendido en el trance o el estado hipnótico. Una nueva entrada en el dominio del efecto psicológico de la percepción, tiene que ocurrir. Esta técnica de recuperación está relacionada con la segunda forma que el estudiante puede usar para responder a un estimulo: él puede experimentarlo directamente o inconscientemente y entonces reaccionar a él automáticamente sin que su ego se involucre. Le llamamos a este suceso de acción / reacción, “subliminal”. “Limen” es la palabra latina para la entrada. Es esta respuesta directa y subliminal la que el maestro usa. Por muy buenas razones, los artistas marciales quieren prevenir la interferencia en el combate de su ego-conciencia. El dominio del ego – el mundo del ‘Yo, lo Mío y el Número Uno’ – es el lugar donde encontramos esos siete pecados capitales / mortales: el orgullo, la envidia, la lujuria, la ociosidad, la glotonería, el egoísmo y el enfado... todas esas motivaciones incontrolables y destructivas.

Cada vez que un estímulo actúa conscientemente, el ego lo evalúa y decide que hacer, si hay algo que hacer y si se debe hacer algo en respuesta. Si el ego decide actuar, él dirige al cuerpo enviándole mensajes electroquímicos a los músculos apropiados. De hecho, el ego tiene una colección de químicos a su disposición que pueden influenciar e interferir en todo el sistema corporal. Desgraciadamente, el ego no siempre actúa a favor de los mejores intereses corporales. Piensa acerca del miedo: Algunas personas que son locuaces en la intimidad no pueden pronunciar una palabra cuando están enfrente de un micrófono. El tirador rápido del club de tiro puede encontrar que su mano se ha convertido en una piedra cuando repentinamente él se enfrenta con a una serpiente cascabel viva. Decimos que tales individuos se paralizan por el terror. Cualquier emoción puede ser dañina. Un cirujano no opera a las personas que él ama u odia porque la participación de su ego puede perjudicar su juicio. Los abogados, igualmente, se abstienen de representarse ellos mismo por un temor comprensible de comprometer sus propios intereses. Una persona puede llegar a estar tan enfadada que matará a otra persona incluso aunque sepa que él mismo, puede ser castigado más tarde con la prisión o la muerte. Decimos que su razón ha sido consumida por la furia. El ego siempre se ve a sí mismo como siendo el centro del drama, el actor principal... el único del que hay que considerar los sentimientos, él único que requiere lealtad, respeto y admiración. Los egos, como los conocemos en el Zen, demandan atención y no les importa mucho en que forma la obtienen. Los animales no se ven a ellos mismos como seres en el centro del drama. Los animales no tienen egos; y por eso ellos responden eficientemente y sin prejuicios. Sus reacciones son rápidas y directas y si ellos matan es para satisfacer su hambre, no por furia o resentimiento. Los animales no recurren al combate moral para resolver disputas territoriales; los humanos, cuando se sienten razonablemente en peligro, pueden matar a cualquiera que se entrometa en sus propiedades. Los animales machos que pelean sobre el derecho a la hembra no matan a sus competidores. Si un animal bribón entra en la cueva de las hembras y trata de tomarlas, el macho principal lo corre. Un ser humano hombre, por otra parte, difícilmente sería excusado, si encuentra a su esposa in flagrante, elimina a su amante. Aunque el esposo sea un mujeriego notorio que sólo vagamente recuerda que su esposa es del sexo femenino, la mancha sobre su ego deshonrado es naturalmente tan grande que no puede ser limpiada por algo menos que el detergente de la sangre del amante. De nuevo, los animales responden más rápido que los humanos porque los animales no tienen ego que interfieran con las acciones de su cuerpo. Sus respuestas son puramente reflejas, no inhibidas por juicios personales. Lo cual nos brinda otra razón para que los artistas marciales no quieran que sus egos se involucren en la acción: en los momentos de respuesta. ¡Las respuestas subliminales pueden ser casi dos veces más rápidas que las respuestas consideradas conscientemente!

Los animales hacen algo más que los artistas marciales igualan: ellos leen y ponen en orden las señales sensoriales – los olores, los sonidos, y el lenguaje corporal y facial; y esas señales son invariablemente más confiables y seguras que el lenguaje verbal o los gestos deliberados. Todos nosotros hemos oído de la cara de los jugadores de póquer. El experto jugador de cartas se entrena a sí mismo para nunca revelar su apruebo o desapruebo, o para dar cualquier señal inadvertida de sus verdaderas intenciones. Él busca por tales señales como gestos y guiños en las caras de los otros jugadores. Los boxeadores también, se entrenan para nunca “telegrafiar” un puñetazo, esto es, guiñar un ojo o subir una ceja antes de golpear en una forma específica. El hecho es que nosotros los seres humanos hemos heredado de nuestros ancestros los primates una variedad de señales corporales y faciales; pero en el curso de la evolución, nuestra corteza cerebral con su desarrollo rápido y sus habilidades verbales autoritarias ha remplazado en gran cantidad nuestro sistema de señales no-verbales. Alguien se puede acercar a nosotros con odio en sus ojos, pero si nos susurra - ¡Qué el Señor te proteja, viejo amigo! - nosotros le ponemos atención al mensaje verbal y descartamos la mirada de odio. Nuestra evolución cerebral también nos ha causado el descartar las señales olfatorias. Todos conocemos que el motel de cucarachas es... donde las cucarachas entran pero no salen. La pega las mantienen adentro, pero en primer lugar, lo que las hace entrar es el atractivo químico que se le añade a la pega. Las cucarachas están respondiendo al olor estimulante del cónyuge. Los seres humanos también envían una variedad de olores... químicos que influencian el desarrollo de otros de su misma especie, señalando eso un estado emocional.

Cuando nos encontramos con un perro gigante en su arreo, nos preguntamos - ¿muerde? - e instintivamente extendemos la palma relajada de nuestra mano para dejar que el perro huela que no hay olor de agresión en nuestra piel. El poeta inglés Alexander Pope, relató que a pesar de los gruñidos y ladridos de protesta de su perro gran danés, le permitió a un conocido adulador llegar a ser un invitado en su casa. Para su disgusto y mortificación, se dio cuenta que el invitado había robado muchas cosas de valor. Después de esto, Pope siempre insistió que su perro poseía un mejor juicio de carácter que él.

El miedo también tiene un olor y en el nivel subliminal lo detectamos. La información olfatoria tiene la ruta más directa de todas en el cerebro humano; y si el enemigo lo siente, o sea, que inconscientemente huele el miedo en su oponente, le llevará la delantera en el juego. Claramente, él no quiere experimentar el miedo porque el miedo le señala a su oponente que él está consciente de la debilidad de su propia posición. Afortunadamente, el coraje, la audacia, en fin, el no-miedo es una característica universal de una persona realmente espiritual. El hombre Zen entiende que no hay nada que temer en la muerte. Él está sumergido en la Zona segura del Divino, ejemplo, él realmente ha tomado refugio o se ha refugiado en el Buda. Por otra parte, él no es estúpido. Él probablemente no se brindará a ser un blanco de tiro. Pero los mártires están a la orden del día; y ninguno tiene la reputación de cobarde. Naturalmente, la estratagema es una de las armas del combatiente. Un esfuerzo es siempre hecho para ocultar las intenciones reales. Esto es simple una estrategia. Un atacante no anuncia el tiempo y el lugar desde donde él enviará sus mísiles. Igualmente seguro, el intimidador listo no le dice al experto en Judo que en cinco segundos él lo pateará. El entrenamiento Zen en cada nivel desintegra la comunicación verbal. El frecuentemente ridículo lenguaje de los koans está designado a demostrar que inverisímiles pueden ser las palabras. Especialmente cuando la vida o la propiedad está en riesgo, las palabras pueden ser un gran enemigo. Declaraciones deshonestas y de adulación pueden causarle al ego el disfrutar sentimientos cómodos de seguridad los cuales anularán las sospecha y bajarán la postura de guardia y protección.

Amenazas e implicaciones pueden crear el miedo y la confusión. En cualquier punto que el combatiente sucumbe a la deshonestidad o el miedo, él rinde sus propios recursos a su oponente.
Los mensajes verbales son mensajes conscientes y los mensajes conscientes caen bajo el control del ego. La tarea del artista marcial es clara: debe mantener el ego apartado de involucrarse en el combate, sin embargo, él no debe suspender el control intelectual. La Hipnosis o las drogas lo pueden ayudar a separarse del ego, pero ellos requerirán la rendición del control de su juicio y voluntad y finalmente disminuirían su conciencia alerta.

El maestro más adelante demuestra su alerta aguda determinando inmediatamente, no sólo cual mano o pierna es la favorita de su oponente, que es claramente una información de valor, sino también cual es el ojo preferido de él. En el uso de las armas el combatiente siempre se le ha enseñado mantener “su ojo en la meta”. Cuando la mano o el pie es el arma, el ojo preferencial, simple y seguramente se dirigirá al área de ataque.

Cualquiera puede descubrir cual es su ojo favorito o predominante, seleccionando un objeto en la pared y parándose directamente enfrente de él. La persona dejará que su nariz se alinee con el objeto y entonces extenderá el dedo pulgar de su mano hasta que cubra el objeto, mientras permanece con sus ojos fijos en él. Entonces cierra un ojo (izquierdo o derecho), y si el objeto continúa cubierto, el ojo que se mantiene abierto es el dominante. Si él cierra el ojo dominante y mira a través del otro, su dedo pulgar parecerá haberse corrido unas cuantas pulgadas descubriendo el objeto que se había cubierto.

Sólo la meditación, el estado por excelencia en el cual el ego es trascendido mientras que la atención es amplificada, proveerá al artista marcial con los medios para lograr este estado de mente necesario, o mejor dicho este estado de No-Mente. Pero el estado meditativo, ese estado sin ego, tiene incluso, mucho más que ofrecerle al artista marcial. Regresemos al estudiante que está sentado en la habitación oscura gritando “¡Yo!” cada vez que ve una luz difusa verde e intermitente. Digamos que cada vez que grita correctamente, él recibe algo de comer. Si el estudiante estaba hambriento, una luz verde e intermitente extremadamente difusa podría provocar un grito. De hecho, una luz que él pudiera haber sido capaz de detectar solamente la mitad del tiempo, tiene sus oportunidades de ser vista con un cambio apreciable. Él puede verla 90% del tiempo, lo que significa que la motivación adicional positiva de la recompensa podría causarle la disminución de sus entradas sensoriales y preceptúales y responder a señales más sutiles. Por supuesto, él tendrá que actuar muy rápidamente para una consideración consciente; y la pregunta entonces llega, “¿Quién o qué está respondiendo, dentro de su cabeza, a la recompensa?

EXTRAIDO DEL:
ZEN Y ARTES MARCIALES
TAISEN DESHIMARU

Mente-Cuerpo-Espíritu


Al igual que el cerebro tiene dos mitades independientes pero cooperativas, el cuerpo tiene dos sistemas nerviosos autónomos: el simpático y el parasimpático. El sistema nervioso simpático es activado cuando se origina el temor, la furia, el dolor, y peculiarmente la eyaculación seminal. A través de soltar adrenalina en la corriente sanguínea, se produce un aumento en la rapidez de los latidos del corazón y de la presión arterial, y una sequedad en la boca. El estado mental concomitante es de preservación propia, y la atención se ajusta y enfoca hacia las demandas egoístas. Las entradas sensoriales disminuyen. Cuando estamos luchando por nuestras vidas, no disfrutamos las fragancias de las flores. No sabemos en que nota estamos gritando. Y la valiosa seda marca ‘Gucci’ la penetramos con un cuchillo de acero, destrozándola sin apreciar su belleza. El sistema parasimpático es activado para alimentar los deseos sexuales. La presión arterial y latidos del corazón disminuyen a medida que segregamos saliva hasta el punto de babear. Los besos largos y húmedos o el filete miñón con salsa Bernesa: en los dos, las bocas jugosas están presentes. En ese momento la sangre se necesita en todas partes menos en las extremidades del cerebro y las piernas y todo disminuye para dejarnos disfrutar su ‘alberca central’. El estado mental concomitante es cordial, expansivo y apreciativo de los sentidos. Olemos los perfumes. Gustamos de la canela. Escuchamos el chasquear de la carne al freírse o sentimos la más leve y tenue brisa en nuestra oreja. Pronto, estamos completamente alerta del momento a medida que lo disfrutamos y compartimos. Asumiendo que no somos psicópatas o pervertidos, estamos pacíficamente gozosos y de ninguna forma, buscando por pelea. Entonces, no deberíamos sorprendernos, que las técnicas de meditación faciliten respuestas parasimpáticas, que el hambre y la preparación para la alimentación son excelentes incentivos para agudizar la alerta sensorial, y que a los artistas marciales o a los meditadores siempre se les ha aconsejado que no practiquen ‘con un estomago lleno’.
A medida que el cuerpo se relaja, la mente se expande. La actividad del cerebro disminuye para incrementar el estado de alerta. Las ondas del cerebro van desde la conciencia alerta, aunque normal de los ritmos comunes de beta hacia alfa, más lenta y alerta a los sentidos, siguiendo hasta los ritmos de la theta, con frecuencias asociadas con los estados de relajación profunda, alerta subliminal, y la majestuosa Zona Meditativa. Claramente, un combatiente que experimenta miedo o dolor, inhibe la habilidad de entrar en la Zona.
La primera de las disciplinas necesarias que el artista marcial debe dominar es Pranayama, la ciencia de controlar la respiración y circular la energía. Cada programa de entrenamiento incorpora su práctica rigorosa. Cada “forma” de arte marcial debe ser aprendida con la inhalación y exhalación en la respiración apropiada de acuerdo a con los movimientos coreográficos. Naturalmente, estas formas deben ser practicadas hasta que se hagan reflexivamente. Igualmente como frecuentemente operamos un automóvil en el tráfico, frenando en la luz roja, y evadiendo los transeúntes tan frecuente como posible, con todos nuestros movimientos automáticos, y teniendo nuestras mentes embebidas en otros escenarios, así que los estudiantes de las artes marciales deben aprender las formas variadas tan completamente que puedan ejecutarlas inconscientemente.
La respiración controlada invariablemente disminuye el ritmo de la respiración, iniciando una curva biológica de consecuencias: porque la respiración disminuye, la presión arterial baja, el estado de alerta aumenta, y en este estado relajado y no vulnerable, se puede entrar a la Zona meditativa. El artista marcial debe mantener una conducta pacífica, dado que, antes de que su mente pueda entrar a la zona superior del estado meditativo, ella debe pasar a través de esta etapa ‘base’ de relajación. La tensión, un producto del miedo, la ansiedad, la agresividad, el dolor o la furia, causará a su sistema nervioso simpático la segregación de adrenalina; y esto le impedirá de experimentar este necesario estado de alerta tranquilo. Todas las líneas subliminales de información serán por lo tanto obstruidas.
Preservar la paz es una compostura singularmente militar.
El entrenamiento Budista del estudiante complementa su régimen físico. El Camino Óctuplo requiere que él examine todas sus acciones para determinar si ellas son inofensivas, generosas, autónomas, y en dirección hacia su madurez. El estudiante que desatiende su desarrollo espiritual inmoviliza su progreso, lo detiene al nivel de la conciencia atlética. Él debe ser amoroso. Debe importarle verdaderamente el bienestar de los otros seres humanos. Debe dedicarse a su salvación tanto como a la suya propia. Debe ser receptivo con sus necesidades, gentil en su ayuda, y generoso en su perdón. En todo esto debe personificar la humildad.
Este es el entrenamiento Budista básico sin importar si la disciplina es arreglar flores, servir el té, el arco y la flecha, o la esgrima.
El entrenamiento del estudiante Budista complementa su régimen físico. El Camino Óctuplo requiere de él que investigue todas sus acciones para determinar si ellas son beneficiosas, generosas, veraces por sí mismas y dirigidas hacia su madurez.
El estudiante que desatiende su desarrollo espiritual embrutece su progreso, lo detiene conscientemente en el nivel físico. Él debe ser amoroso. Debe verdaderamente cuidar del bienestar de los otros seres humanos. Debe estar dedicado tanto a su salvación como a la de él mismo. Debe ser receptivo en sus necesidades, gentil en su ayuda, y generoso en el perdón y la clemencia. En todo esto debe personificar la humildad. Este es el entrenamiento básico Budista aparte de si la disciplina es el arreglo de flores, el servicio de té, la arquería o la esgrima. Por lo tanto, no es desde los motivos completamente altruistas que el maestro de las artes marciales insiste sobre el código esencialmente pasivo del Bushido. El peleador resistente e imperturbable debe instalarse por sí mismo en la Zona de no-ego de la atención absoluta, por ejemplo, el estado meditativo puro.

Por lo tanto, en cualquier situación en la que haya una confrontación, el maestro instruye a sus discípulos a reducir el estrés o la tensión: el guerrero debe primero enérgicamente luchar para evadir el conflicto a través de eliminarse él mismo elegantemente de la ecuación argumentativa. Si su antagonista persiste, debe tratar de debilitar la ansiedad de su irritación disculpándose por haberlo ofendido inadvertidamente. Debe asegurarle a su antagonista que no tiene ninguna intención de causarle ninguna inconveniencia o humillación sugiriéndole caminos pacíficos para resolver la disputa. Se deben hacer todos los esfuerzos para dejar que el antagonista retenga su honor.


Además de pranayama, el artista marcial debe, por supuesto, dominar Pratyahara: la habilidad de eliminar cualquiera de las sensaciones que desee excluir. Por ejemplo, él no quiere sentir dolor (dado que el dolor provoca la respuesta de adrenalina), por lo tanto practica el entrar en aquellos estados de trance que producen efectos ‘anestésicos’; y al igual que el dentista puede usar el hipnotismo para controlar el fluido de la sangre, el artista marcial sabe que puede sanar sus heridas por el mismo método del trance-inducido. Puede también usar el estado de trance para ayudarse a conquistar los efectos del calor, la sed y la fatiga.

La totalidad del entrenamiento de las artes marciales es: la introducción de los valores Budistas del amor y la comprensión; la adquisición de un estado natural de vigilancia; el perfeccionamiento en el trance-inducido o hiperestesia (la habilidad de responder a la data subliminal); la obediencia disciplinada a las reglas de la batalla; la observancia clara e inequívoca a los objetivos de paz; la aceptación de la humildad que promueve el control de la mente y el cuerpo; y las destrezas de combate adquiridas a través de una práctica constante.


El secreto del maestro es que funde en su destreza una seguridad de pensamiento. Nunca llega a ser emocional. Su enfoque es sobre la reconciliación y no sobre la preservación o la postura egoísta. Si no puede sentir completamente amor genuino por su antagonista, puede por lo menos sentir respeto y benevolencia. Se siente más honrado en ceder que en conquistar. La actitud del guerrero Zen se logra y se mantiene en el angosto y comparativamente largo balance del entrenamiento – por un lado marcial y por el otro espiritual – en una progresión circular trazada indefinidamente en las disciplinas de la meditación.

viernes, 3 de septiembre de 2010

SATORI (DESPERTAR)


Las acciones del cuerpo que se manifiestan por la respiración, el bostezo, el estornudo, el sollozo, las excreciones, etc. son manifestaciones del ki. En el ser humano no disciplinado, la mente está en permanente modificación, y el ki al que está íntimamente ligado hace lo mismo. Las inhibiciones, las frustraciones, la cólera, el miedo, etc. provocan consecuentemente bloqueos y congestiones del ki en ciertas zonas definidas del cuerpo. Algunas zonas sufren una hiperestimulación, y otras quedan completamente desvitalizadas. La acupuntura actúa a favor del reajuste y del equilibrio de la energía en el conjunto del cuerpo. A medida en que la mente se va liberando de sus “stress” y sus modificaciones van cesando, las zonas de energía se desbloquean y el ki comienza a circular más libremente por todas las partes del organismo, aportando vitalidad, fuerza y nutrición. El bostezo, por ejemplo, muestra un cambio importante en el aflujo y el reflujo del ki. la relajación de zonas congestionadas del cuerpoentraña una liberación de energía, el ki se manifiesta por el bostezo. Mientras el ego domine a la persona, el ki permanece limitado a las funciones del ego. Cuando uno alcanza el no-ego, el Ser puede entonces utilizar el ki que hay en él y en torno a él sin ninguna limitación.

El arte de no-actuar no tiene nada que ver con no emprender nada o noconstruir nada. Es ante todo el arte de ser uno con el entorno. Lo cual entraña automáticamente el respeto por las leyes por las que se rige la naturaleza, de la cual el hombre es un elemento fundamental. Este respeto por el orden natural establece una similitud de vibraciones entre el alma universal y el alma humana. Esto supone que por nuestra parte hay un conocimiento de las leyes de esta naturaleza. Cuando hablo de conocimiento,no me refiero a lo que tenemos almacenado en nuestro intelecto, sino a lo que hace que la persona se convierta un día en la encarnación viviente de estas leyes, y de la misma convertirse en un verdadero sabio que, como dice Lao Tse “crea sin poseer, actúa sin esperar nada, no se atrapa con los resultados de sus obras y en el abandono no se siente abandonado” A esto se llama la práctica de no-actuar del ego, pero de ninguna manera del Ser.

La realización es el despertar de lo que uno es. La persona que ha realizado el despertar vive en el mundo como cualquier otra, sólo que ya no está atada a este mundo y ya no sufre sus hechizos. El resultado de la realización del Ser se manifiesta a través del cerebro por un conocimiento inmediato que no está nunca sujeto a duda. Es una comprensión sintética e inteligente de las leyes que gobiernan la consciencia. Cuando el espíritu despierta de su largo y oscuro sueño, la mente se impregna súbitamente de los atributos de este espíritu, la persona se convierte en un kami o en un bosatsu. Se llena de una beatitud que nada podrá alterar. Es llevado por una fuerza que sabe pertenece al universo, irradia un amor constante, se convierte en un creador y un genio en la esfera de actividad que ha escogido. El intelecto se limita a algunos conocimientos específicos y le es imposible almacenar todos los conocimientos del mundo físico. Solamente el conocimiento del infinito trasciende al intelecto relativo y limitado. El satori, cualquiera que sea el grado en que se manifieste, es una visión directa de este conocimiento, antes de que quede reducido a una forma, un concepto o una ley. Es la poesía escondida tras el poema. Es el instante supremo del encuentro en kendo. Es la belleza que emana del arreglo de un ramo de flores. La realización se manifiesta por el sentimiento profundo de no ser el autor de los actos,y este sentimiento aparece cuando los actos están consagrados al Ser y el fruto de ellos se ofrece a lo que para ti represente el más alto aspecto de la divinidad. Hay queactuar libres del deseo de cualquier recompensa sea cual fuere, como dicen algunos, trabajar como el ambicioso pero sin ambición. Atente a este principio, permanece en segundo plano, atento a estar presente y permanece siendo el inmortal testigo de este mundo para sempre trastornado. Con un comportamiento tal y semejante confianza en tu naturaleza divina ¡qué te importan entonces los espejismos del mundo de la forma, qué te importan los O Fuda, los O-Manori, la invocación de los jizos, de los tens, de los djins, y de los kamis, tú que llevas en tu corazón la gloria de todos los budas juntos.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tengu Geijutsu Ron


A continuación presentare un tratado llamado Tengu Geijutsu Ron por Niwa (jurozaemon) sacado de la publicación Budô “artes marciales y cultura japonesa” Esta obra fue publicada en 1729 sintetizando las principales ideas de la época. La aplicación de la doctrina del Neoconfucianismo a la experiencia de las artes marciales y la esgrima que hasta entonces habían sido entendidas tradicionalmente desde un contexto del Budismo Zen.
Los textos muestran unos diálogos entre TENGU “seres mitológicos con alas y largas narices a los que se les atribuye el conocimiento de los secretos de la esgrima (ken jutsu)”
Dentro del Heike Monogatari (cuento de Heike) cuenta la historia de Miyamoto Yoshitsune quien durante su exilio en las montañas de Sojogatani en Kurama habría aprendido los misterios de la esgrima practicando con los TENGU.

“Un gran Tengu cuya nariz no era tan larga como la de los otros y cuyas alas eran apenas visibles, se sentó en su silla vestido con ropas ceremoniales y habló de esta manera: “Todo lo que ustedes han discutido hasta ahora no carece de lógica. Desde los tiempos más remotos se ha afirmado que las emociones son sociables; que trabajar en pos de la técnica es una actividad respetable, que se debe ser persistente y no caer en la negligencia, y finalmente, que las enseñanzas del Maestro deben ser tomadas con confianza y ejercitadas de todo corazón de la mañana a la noche”.
Al practicar la técnica se resolverán las confusiones y una vez obtenida la maestría, la esencia del Principio será aprendida.
De esta manera un profundo conocimiento de sí tendrá lugar.
Al comienzo el Maestro enseña la técnica sin gastar una sola palabra sobre su significado; espera, simplemente, que el estudiante lo descubra por sí mismo. Esto se llama “tensar el arco sin disparar”.
No es a causa de ninguna debilidad que el Maestro se abstiene de dar explicaciones; lo hace con el propósito de obligar al alumno a que aprenda prácticamente entregando su Corazón.
Cuando el alumno ha practicado con todo su corazón y ha conseguido resultados por sus propias fuerzas, recién entonces vuelve el Maestro, y este último, si su Corazón se lo dicta, no hace más que confirmar lo que el alumno ya ha experimentado.


No hay instrucción explícita por parte del Maestro. Esto no se aplica solo a las artes, sino al conocimiento en general. Confucio dijo: Si le muestro un ángulo y no descubre los otros tres no se lo repetiré. Los antiguos se cuidaron de enseñar con este método. Las artes y los estudios académicos eran igualmente importantes para ellos.
Entre los hombres de nuestra época, los sentimientos son bajos y la voluntad débil; desde su infancia son inhibidos por el confort y los esfuerzos mal administrados, se educan con una mentalidad ventajosa y están esperando aprovechar la menor oportunidad a su favor. Si fueran instruidos con el método de los antiguos todo sería diferente, pero en la realidad no hay nadie que lo haga de esta manera.
En la actualidad, el Camino es revelado por las enseñanzas del Maestro, que tiene palabras comprensibles aún para el principiante que se inicia en los secretos del arte. El Maestro toma al alumno de la mano y lo tira hacia adelante mostrándole la dirección correcta. No es más que esto. Pero precisamente porque son conducidos de esta manera muchos se aburren y no llegan muy lejos.
Después de un cierto tiempo los practicantes alcanzan un alto grado de comprensión del Principio; pero entonces es cuando comienzan a rechazar a los antiguos por su inadecuación a la actualidad y más aún ¡ se empeñan en alcanzar el cielo sin tener la practica suficiente! Esta es la tendencia que predomina en nuestros días.
Guiar a una persona es como conducir un caballo; la Fuerza Vital que lo induce a permanecer en movimiento con armonía debe ser estimulada y aquella que lo lleva a salirse de su rumbo debe ser suprimida. ¡Todo esto debe lograrse sin emplear la fuerza!.
Si el Corazón está demasiado concentrado en la técnica, la Fuerza Vital se verá trabada y carecerá de armonía y balance. Esta actitud podría ser calificada como buscar el fin olvidando el comienzo.
Pero también es equivocado descartar la práctica y decir que ella no es necesaria. La función de la esgrima y el Budô es la técnica. Si esta función es descartada ¿qué referente podría tener el Principio de su propia esencia?
Practicando la función se despierta la esencia y es en este despertar que radica la función. La esencia y la función tienen un solo origen, no hay disparidad entre la apariencia exterior y la sustancia interior.
El súbito despertar a la comprensión del Principio es posible, pero si la técnica no ha sido dominada, la Fuerza Vital se volverá rígida y la forma carecerá de espontaneidad. La técnica surge del Principio; la no forma domina sobre la forma. De esta manera la técnica es practicada a partir de la Fuerza Vital y la Fuerza Vital es ejercitada desde le corazón. Este es el orden natural de las cosas.
Cuando la madurez técnica a sido obtenida, la Fuerza Vital es balanceada y el espíritu está en calma.
El botero aferra el timón y navega por el estrecho canal como si anduviera por una gran ruta. No necesita hacer ningún esfuerzo para ello. El nadador experimentado se aventura a las grandes aguas; sabe como conducirse para no morir ahogado, su espíritu es firme y le da gran libertad de movimientos. El leñador recorre un estrecho camino en la forestal cargando a su espalda una pesada carga de leña, y así el albañil que trepa por la torre de las ciudades para colocar sus tejas. Todos ellos han dominado sus respectivas técnicas, están libres de dudas y de miedo; sus espíritus son firmes y le dan libertad a sus actos. Lo mismo ocurre en la esgrima y el Budô. Si una persona es madura en su arte, si su Corazón ha penetrado los secretos, si se ha probado ha si mismo en el manejo de la técnica y ya no tiene dudas ni temores, entonces su Fuerza Vital será activa y su espíritu firme; reaccionará ante cualquier situación con libertad y sin inhibiciones.
Pero el conocimiento de todo esto sólo puede surgir del ejercicio y la confianza en la Fuerza Vital. Las palabras solo sirven para explicar algo que debe ser experimentado. Esa natural y espontánea capacidad de reacción, en la retirada sin forma y en el ataque sin aspecto, ese maravilloso desplegarse del carácter insondable al que no se llega solamente por medio del corazón, ni por escucharlo de otros, ni por aprenderlo de los Maestros, sólo puede adquirir naturalmente ganando habilidad técnica por la practica constante.
La participación del Maestro se limita a dirigir al estudiante en la dirección correcta. Esto no es fácil de explicar y por lo tanto raro de encontrar en este mundo.
Otro de los TENGU preguntó: ¿Si esto es así, no se trata de un camino que resultará inaccesible para la gente como yo, a pesar de mi esfuerzo en practicarlo?
El Gran TENGU respondió: ¿ Qué quieres decir con eso de que el camino es inaccesible? Un hombre puede adquirir la estatura de un sabio a través del estudio; mucho mas fácil entonces, es dominar una habilidad artística específica, tal como la esgrima o el Budô.

Las Artes Marciales son básicamente, el ejercicio de la Fuerza Vital. En el comienzo del aprendizaje la Fuerza Vital es ejercitada por medio de las técnicas. No tiene sentido ejercitar la Fuerza Vital separada de la técnica en el principio, porque entonces no habrá ninguna forma de comprobar su desarrollo.
Sólo cuando la disciplina de la Fuerza Vital ha madurado se puede continuar hasta llegar al Corazón. El que este proceso se produzca lenta o rápidamente depende de nuestras cualidades innatas.
El maravilloso despliegue del Corazón es fácil de comprender, sin embargo, es difícil retener la suficiente libertad ante cada situación cambiante por medio de la propia comprensión.
La esgrima y el Budô son un arte de vida o muerte. Es fácil entregar la vida y morir, pero es difícil no percibir a la vida y la muerte como una dualidad. Aquel que no vea la vida y la muerte como una dualidad podrá obtener la liberación fácilmente.
Otro de los Tengu preguntó: “Hay un punto de vista que confronta la vida y la muerte sin diferencia, ni aversión. ¿Pero no hay mayor libertad cuando una persona rechaza las demandas de la Vida?
En la doctrina del Sabio – Confucio – la vida y la muerte no son percibidas como una dualidad; en la vida se cumple el Camino de la Vida y en la Muerte se cumple el Camino de la Muerte. De esta manera la conciencia no se agita en absoluto y se obtiene la tranquilidad del espíritu, así uno es libre en la vida y en la muerte.
En contraste, el Monje Zen no ve más que ilusión y decepción en la vida; nada más que sueño y pretensión en el mundo del hombre; por eso cree que aceptar el Camino de la Vida es aferrarse a la existencia y sofocarse en ella.
Cuando la Muerte llega, no se aferra a la vida; él sabe, simplemente, que el mundo entero es sólo una forma del Corazón.
Al escuchar esto último, otro de los Tengu preguntó: ¿Por qué entonces desde los tiempos más antiguos los esgrimistas se han unido a los Monjes Zen y han estudiado sus más profundos secretos?
El gran Tengu respondió: No es verdad que los Monjes Zen hayan trasmitidos los secretos del arte de la esgrima. Sólo cuando el Corazón está en equilibrio el hombre puede confrontarse con las cosas de la manera mas adecuada. Por otra parte, es verdad que un hombre sufrirá si ama la vida y se aferra a ella.
Si todas las fibras del corazón de una persona están agitadas y excitadas como si estuviera en las Cuevas de los Tres Mundos(1) esto sólo demuestra que su actitud en la vida es errónea. Esas personas de las que tú hablas, han concentrado su voluntad en este arte sin descanso y durante muchos años han ejercitado su Fuerza Vital hasta llegar al dominio de la técnica. Sin embargo, sus Corazones no aceptaron las vicisitudes de la victoria y la derrota. Pasaron años y meses sumidos en el enojo y la indignación y fue entonces que se unieron a un Monje Zen y aprendieron el Principio de la vida y de la muerte.
Cuando escucharon que todas las cosas de este mundo son meras transfiguraciones del Corazón, comprendieron inmediatamente y sus espíritus alcanzaron la tranquilidad. Sólo entonces pudieron liberarse de sus previos objetivos y sentirse libres.
Todo esto sólo fue posible porque se habían preparado durante años ejercitando su Fuerza Vital y probándose a sí mismos en el manejo de la técnica. Nada de esto se consigue de la mañana a la noche.
Lo mismo ocurre con la búsqueda del despertar bajo la vara del Monje Zen; la iluminación no cae del cielo, el que aún no esté maduro en el arte podrá seguir a los bonzos más famosos sin obtener la Iluminación”.
Notas:

1_Los tres Mundos: en Sánscrito Trailokyao Triloka. En Japonés Sangai.
a) Yokkai –Kamadhatu- ; contiene los seis cielos humanos y las regiones infernales.
b) Shikikai –Rupadhatu- ; contiene el mundo de las formas.
c) Mushikikai –Arupadhatu- ; contiene el mundo del espíritu puro.
En esta entrega del Tengu Geijutsu Ron nos hemos limitado solamente a algunas imágenes que pese a su simplicidad constituyen una ilimitada fuente de reflexión.
La primera de ellas se refiere a la paradoja del movimiento en calma y la quietud en el movimiento, que ya había sido ilustrada anteriormente en la parábola del bote que se desliza rió abajo.
En esta parábola vemos expresada la enseñanza fundamental de la esgrima sobre la que ya hemos insistido tantas veces a riesgo de cansar al lector; se trata de la “sabiduría inmóvil”- Fudochi Shin Myo- cuyo sentido hemos explicado en varios artículos.
Ahora bien, lo que el autor trata de decirnos en esta oportunidad es que en esa quietud- en esa “inmovilidad”- esta contenido el movimiento de la mente. Se trata de un misterio por el cual la concentración permite que los pensamientos fluyan sin detenerse y que durante los ejercicios de esgrima el guerrero pueda continuar sus movimientos sin aferrarse a ninguna posición fija, a ningún punto de atención particular.

Este misterio ha sido expresado con la imagen de la luna en el agua.
Ese estado por el cual la mente, fija en su punto de concentración no se detiene ante ningún pensamiento en especial, ante ninguna obsesión, es explicada por algunos autores con la metáfora de la luna en el torrente. Las aguas que fluyen son los pensamientos que deben fluir continuamente sin ser “detenidos” por ninguna obsesión, ni evitados por ningún medio artificial. El reflejo de la luna es el espejo del Dharma, la luz de la sabiduría que permanece inmutable sobre el movimiento de las aguas.
En este caso, el autor utiliza una variante de esta metáfora para indicar que esta calma en el movimiento es producto del desapego a las cosas de este mundo y que ellas mismas deben ser vistas como accidentes; los grandes misterios ocurren fuera del ámbito del deseo y de la voluntad como producto de una Ley Natural - Karma- La luna se refleja en el agua sin que el agua busque retener su reflejo. La luna se refleja en todas partes a la vez, en un infinito juego de espejos que ella anima como reflejo del sol. No hay voluntad detrás de un milagro, sino mas bien un accidente significativo; un signo. Es a través de estos signos como el camino puede ser comprendido.
Otra imagen que el autor nos ofrece es la del jinete que galopa en su caballo sin inmutarse. Para galopar en un caballo sin sobresaltos hay que relajarse y seguir el ritmo del animal, guiarlo sin contrariar su instinto, estimularlo sin herirlo y formar finalmente una unidad con el. Es evidente que esta imagen del caballo y el jinete representa a la búsqueda de la armonía entre el cuerpo y la mente.
En occidente la tradición Judeo-Cristiana ha insistido siempre en una división entre el cuerpo y el alma. El dualismo moral producido por esta cultura del pecado es la fuente de buena parte de las neurosis de nuestra civilización. Al oponer el cuerpo y la mente, reprimir el instinto y neutralizar las conductas biológicas en las que se basa la supervivencia de la especie nuestra cultura ha pretendido lograr una superioridad con respecto a los “salvajes”; es decir, el resto de los pueblos del mundo que han mantenido sistemas religiosos que no se oponen al instinto, sino que mas bien buscan dirigirlos hacia fines sociales mas útiles.
La metáfora del caballo y el jinete se refiere pues a la búsqueda de una unidad superior entre la mente y el cuerpo. En la práctica de la esgrima esta unidad es definida como Ki-Ken-Tai; la armonía del espíritu, el sable y la mente.
Uno de los tengu pregunto: ¿“Tengo muchos hijos; aunque son jóvenes podrían practicar el arte de la esgrima”?
El otro respondió: “En la antigüedad tenían que irrigar y barrer, contestar y responder, practicaron las Seis Artes y mas tarde comenzaron a entrenar sus corazones. Aun los Sabios de la escuela de Confucio eran maestros de las Seis Artes y muchos de ellos habían aprendido las enseñanzas del camino. Pero aquel que es aun demasiado joven como para penetrar en el Principio, no podrá colocar su conocimiento sobre la tierra; por lo tanto, debe obedecer las ordenes del maestro y siguiendo el entrenamiento mas apropiado dedicarse al estudio de la técnica, practicar el movimiento de las manos y los pies, fortalecer su cuerpo, disciplinar su Fuerza Vital y educar su Corazón penetrando de esta manera en sus Secretos.
Esta es la forma en la que se debe proceder. !No se debe usar un árbol joven como punto de apoyo, por el contrario hay que darle un soporte para que se afirme y cuidarse de que no se tuerza! Hay que tratar- desde la más temprana edad- de que su voluntad no se incline hacia lo incorrecto. Si su voluntad no esta torcida hacia el lado erróneo no actuara nunca mal; ni siquiera en sus juegos. Si el corazón no vive en el error nunca se dañará lo que es recto. Y sin embargo, son tan poco los hombres que cumplen su deber entre el cielo y la tierra. Cuando los hombres hacen el mal actuando incorrectamente, están violando su propia naturaleza.
El corazón humano no es malo originalmente, solo se vuelve dañino cuando el hombre se sirve de medios incorrectos para su propio beneficio.
Al actuar de esta manera, los olores del mal lo penetran; sin darse cuenta comienza a apestar, dañando su propia naturaleza y volviéndose esclavo del mal.
Las raíces del mal son las pasiones humanas. Como el hombre ordinario solo dirige su corazón hacia lo que le da algún beneficio, no se da cuenta de que muchas veces lo que le da utilidad es incorrecto y no comprende que muchas que no le dan beneficio son correctas. Ni siquiera sabe distinguir entre el bien y el mal. ¿Como podría reconocer lo que deriva de ellos?
Por esa misma razón, el conocimiento suprime el movimiento arbitrario de los impulsos humanos y así, por medio de esta maravillosa sabiduría uno reconoce el divino principio en el corazón, examina lo que deriva del bien y el mal, expulsa lo incorrecto de su Corazón Errante y ya no inflinge ningún daño a su ser innato original.
No es nada más que esto, ni el ascenso a los cielos, ni el descenso a la tierra.
Ahora bien, si lo incorrecto es evitado solo a medias el principio divino aparecerá parcialmente, solo si el mal es erradicado en una gran medida el principio será descubierto.
Lo mismo ocurre en la esgrima. En el comienzo de sus estudios el aprendiz no puede contemplar sus variados pensamientos; se comporta más bien espontáneamente y poco a poco aprende la técnica hasta que la suavidad y la naturalidad prevalecen sobre su rudeza primitiva.
Si una persona considera que la técnica no es necesaria que se trata de una tontería, de algo ineficaz, entonces nunca podrá entender los fundamentos y alcanzar sus objetivos; ni siquiera en una etapa avanzada de su vida.
Oto pregunto: “Que significa ser inmóvil en el movimiento y no permanecer quieto en la calma” El Tengu contesto: El hombre es una criatura de movimiento y le es imposible no moverse.
Ocupado en sus actividades cotidianas, no debe permitir que su corazón se inquiete, debe permanecer balanceado y calmo, libre de deseos que le hagan depender de su yo.
En términos de la esgrima esto significa, que si un hombre es confrontado a su fuerza enemiga superior; aun cuando dispersa sus cortes a diestra y siniestra su espíritu permanecerá completamente inmutable en lo que respecta a la vida y la muerte, indiferente ante la superioridad numérica del enemigo. ¿Nunca has visto a alguien montar un caballo? Aunque el caballo galope hacia el este y el oeste, el corazón del buen jinete permanecerá calmo y balanceado; su cuerpo firme e inmóvil.
Para el observador, el caballo y el jinete permanecerán hechos de una sola pieza. Como el jinete solo guía los instintos del caballo, nunca viola su naturaleza ni el del animal, puede estar en armonía con el hombre. Sin que se lo fuerce corre por su propio impulso, el caballo se olvida del jinete y el jinete del caballo; forman una unidad espiritual; ya no son mas dos entidades diferentes.
Se podría decir que ya no hay un caballo bajo la montura ni un jinete sobre ella. Esta es una buena imagen para comprender lo que significa, inmutable en el movimiento.
Pero un jinete que no conoce el arte de cabalgar violara la naturaleza del caballo y no podrá alcanzar la inmutabilidad.
Puesto que el caballo y el jinete están continuamente separados y en conflicto, la cabeza y las piernas del jinete chocan contra el paso del caballo y el corazón se perturba.
Por su parte, el caballo tira de las riendas y se pone mañoso. En un libro sobre los caballos figura el siguiente poema compuesto por un caballo:
Al principio me pegaba con un látigo, pero cuando yo quería avanzar me retenía y se aferraba a las riendas impidiéndome dar un solo paso. En este poema el autor se ha puesto en el lugar de un caballo y ha expresado sus sentimientos. Sin embargo, lo que se dice aquí no se limita al trato con los caballos.
Las personas también deben tener un corazón balanceado en las relaciones con los hombres. Si una persona viola la naturaleza de las cosas y siempre hace prevalecer su inteligencia limitada, entonces su yo se vera perturbado permanentemente creando desazón entre los demás. Ahora bien, que significa la expresión: “no permanecer quieto en la calma” Cuando una persona no siente felicidad ni odio, ni tristeza ni alegría, entonces su corazón esta completamente vació y nada lo perturba; se adapta a las cosas a través de su estado de completa inmutabilidad y ausencia de deseos dominándolo todo.
En esta condición mental nada puede interponerse entre sus objetivos. La identidad del corazón radica en estar en calma y sus funciones se basan en el movimiento y la justicia.
Su esencia esta en lo inmutable que es el principio de todo, la claridad.
La esencia y la función tiene una sola fuente; esto es lo que se interpreta por ser inmutable en el movimiento y no permanecer quieto en la calma.
En términos de esgrima esto significa: Un hombre confronta a su enemigo con su lanza y su sable en la mano. Si este acto es imparcial, desprovisto de odio o de miedo, sin dudar entre esto o aquello y ajustándose a este estado mental enfrenta al oponente que se acerca, sus reacciones serán naturalmente adecuadas. Aunque la forma se mueva, el corazón no pierde su esencia, que es inmutable, y aunque el hombre este en calma, la función del corazón, que es el movimiento, no se vera interferida.
Esta persona es como un espejo porque es inmutable -sin nubes (2)-; cuando se ve expuesto a los fenómenos de este mundo los refleja, se confronta con ellos y les devuelve su verdadera imagen.
Al mismo tiempo, cuando ya han pasado por su mente no retiene su recuerdo, no se aferra a su imagen. Es igual al reflejo de la luna en el agua.
La claridad del corazón es de esta misma naturaleza; en tiempos de inquietud el hombre ordinario es arrasado por el movimiento y se pierde a si mismo; en tiempos de calma se vuelve flojo y vacío. Que significado tiene la imagen conocida como: “La luna en el Agua”.
“Aunque cada escuela lo interpreta de una manera diferente, se trata de una comparación de las reacciones naturales y espontáneas con las reflexiones de la luna en el agua. Hay un poema del emperador sobre el puente de Hirosawa que dice:
“La luna se refleja sin saberlo sobre aguas que no la retienen en el puente de Hirosawa” (3)
Se puede entender a través del ejemplo de este poema imperial, que significa reaccionar espontáneamente y naturalmente. Es exactamente lo mismo con la luna llena. Se trata de una sola esfera en los cielos y sin embargo cada masa de agua refleja una luna sobre la superficie. La luna no divide su luz y la presta a los distintos cuerpos del agua. Si no hay agua tampoco hay reflejos. Y sin embargo, no es verdad que la luna solo adquiera la capacidad de ser reflejada a través de la presencia del agua.
Para la luna no hay ninguna ventaja, ningún prejuicio en ser o no reflejada en todas las aguas simultáneamente, o en no serlo en absoluto. Tampoco le interesa las dimensiones del agua que la refleja. De la misma manera se puede comprender la maravillosa actividad del Corazón. En esta imagen, la claridad o lo turbio del agua no es revelante, lo esencial es que la luna posee forma y color mientras el corazón no. Tomamos el ejemplo de la luna que puede ser fácilmente reconocida y la usamos como la imagen de algo que no posee forma ni color. Es evidente que esto es valido para todas las imágenes. De todas maneras, en la búsqueda del sentido de esta imagen, no hay que tomar las cosas literalmente”.

NOTAS

(1) Confucio Analectas “Lun Yu” Capitulo VII

(2) Hay que recordar aquí que el signo Mu - Shin representa originalmente un cielo limpio, sin nubes. La traducción habitual que utilizan la mayoría de los autores es “vacío” pero en realidad esta palabra no transmite los múltiples significados originales.

(3) Un estanque en el distrito de Saga, en la ciudad de Kyoto, famoso por su belleza y un lugar muy concurrido para los habituales paseos en los que la gente de la ciudad se entrega a la contemplación de la Luna.