El maestro se entrena a sí mismo a sentir su pulso latiendo en su Hara o el centro de la gravedad; y, usando concentración en ese punto como el impulso del estimulo, él entra en un trance meditativo a medida que simultáneamente se equilibra a sí mismo alrededor de este centro.
En este estado, la identidad del ego del maestro se ha desvanecido. Ya él no es más una persona. Es simplemente una máquina de combate. A él no le interesa como luce. No le interesa lo que va a hacer después del desafío o incluso cual será su próximo movimiento. Él no está pensando, punto. Él ha practicado sus destrezas de combate en perfección mecánica, y deja que su entrenamiento tome el control, reaccionando automáticamente a medida que entra en la Zona intensa de concentración sin ego. El estado sin ego le da a él muchas y diferentes ventajas. Él puede reaccionar instantáneamente; puede procesar signos de desmayo, signos que de otra forma pudieran ser imperceptibles. Él puede responder a la data sensorial que su ego consciente puede que no se de cuenta o saber cómo interpretar correctamente, y puede prevenir su propio cuerpo de experimentar los efectos dañinos de la emoción o el dolor. Y sí, el incluso puede limitar la pérdida de sangre si está herido. ¿Cómo al entrar en esta Zona facilita tales ventajas? Examinemos los mecanismos de una ocurrencia o acción / reacción.
Digamos que un estudiante del arte marcial, un hombre con una visión normal, está sentado en una habitación oscura y se le han dado las instrucciones de gritar “¡Yo!” cada vez que ve una pequeña luz verde centellando. Para que responda, el estímulo de la luz debe ser suficientemente brillante para excitar los nervios receptores de los ojos. Si la luz es muy difusa, ella fallará en excitar esos receptores. Pero si los excita, ha cruzado la primera entrada: la entrada SENSORIAL.
El estímulo debe entonces tener suficiente energía guardada para viajar a lo largo de los caminos neutrales de su cerebro. Si él triunfa en hacerse sentir en el cerebro, ha cruzado la segunda entrada, la entrada de la PERCEPCIÓN. El cerebro registra el suceso de la luz verde – ahora, diríamos, ha entrado en el banco de información o data del estudiante. El estudiante puede “pasarla por alto” o de otra forma no prestar atención a esta data (su ego puede estar dirigiendo su atención a otra parte o puede simplemente estar inatento) en ese caso el suceso de la luz es registrado en su cerebro sin él estar conciente de él de ninguna forma. Bajo hipnosis, él puede recobrar la información.
Considere el caso frecuentemente citado en él cual el espectador ve el número de la licencia de un carro que ha huido, pero que simplemente no puede recordarlo. El estímulo visual claramente cruza las entradas sensoriales y preceptúales pero, en la excitación del momento, la data se confunde y distorsiona y la conciencia-ego no puede procesarla o memorizarla. O, el estudiante puede tener acceso a la data del “suceso de la luz verde” en dos formas. Él con su ego consciente responde pensando, “Veo una luz verde e intermitente ahora. Haré lo que me instruyeron que hiciera, gritaré “¡Yo!”. Entonces cuando esto pasa el estímulo ha cruzado la tercera entrada, la entrada de la ACCIÓN CONSCIENTE. Él ha percibido una acción y ha considerado y ejecutado una reacción para ella y frecuentemente puede recordar este suceso de la acción / reacción. Si por alguna razón, es incapaz de convocar o evocar un recuerdo del suceso, bajo hipnosis, será capaz de recordarlo. Para recobrar una data olvidada o pasada por alto, el ego confuso tiene que ser evadido – trascendido en el trance o el estado hipnótico. Una nueva entrada en el dominio del efecto psicológico de la percepción, tiene que ocurrir. Esta técnica de recuperación está relacionada con la segunda forma que el estudiante puede usar para responder a un estimulo: él puede experimentarlo directamente o inconscientemente y entonces reaccionar a él automáticamente sin que su ego se involucre. Le llamamos a este suceso de acción / reacción, “subliminal”. “Limen” es la palabra latina para la entrada. Es esta respuesta directa y subliminal la que el maestro usa. Por muy buenas razones, los artistas marciales quieren prevenir la interferencia en el combate de su ego-conciencia. El dominio del ego – el mundo del ‘Yo, lo Mío y el Número Uno’ – es el lugar donde encontramos esos siete pecados capitales / mortales: el orgullo, la envidia, la lujuria, la ociosidad, la glotonería, el egoísmo y el enfado... todas esas motivaciones incontrolables y destructivas.
Cada vez que un estímulo actúa conscientemente, el ego lo evalúa y decide que hacer, si hay algo que hacer y si se debe hacer algo en respuesta. Si el ego decide actuar, él dirige al cuerpo enviándole mensajes electroquímicos a los músculos apropiados. De hecho, el ego tiene una colección de químicos a su disposición que pueden influenciar e interferir en todo el sistema corporal. Desgraciadamente, el ego no siempre actúa a favor de los mejores intereses corporales. Piensa acerca del miedo: Algunas personas que son locuaces en la intimidad no pueden pronunciar una palabra cuando están enfrente de un micrófono. El tirador rápido del club de tiro puede encontrar que su mano se ha convertido en una piedra cuando repentinamente él se enfrenta con a una serpiente cascabel viva. Decimos que tales individuos se paralizan por el terror. Cualquier emoción puede ser dañina. Un cirujano no opera a las personas que él ama u odia porque la participación de su ego puede perjudicar su juicio. Los abogados, igualmente, se abstienen de representarse ellos mismo por un temor comprensible de comprometer sus propios intereses. Una persona puede llegar a estar tan enfadada que matará a otra persona incluso aunque sepa que él mismo, puede ser castigado más tarde con la prisión o la muerte. Decimos que su razón ha sido consumida por la furia. El ego siempre se ve a sí mismo como siendo el centro del drama, el actor principal... el único del que hay que considerar los sentimientos, él único que requiere lealtad, respeto y admiración. Los egos, como los conocemos en el Zen, demandan atención y no les importa mucho en que forma la obtienen. Los animales no se ven a ellos mismos como seres en el centro del drama. Los animales no tienen egos; y por eso ellos responden eficientemente y sin prejuicios. Sus reacciones son rápidas y directas y si ellos matan es para satisfacer su hambre, no por furia o resentimiento. Los animales no recurren al combate moral para resolver disputas territoriales; los humanos, cuando se sienten razonablemente en peligro, pueden matar a cualquiera que se entrometa en sus propiedades. Los animales machos que pelean sobre el derecho a la hembra no matan a sus competidores. Si un animal bribón entra en la cueva de las hembras y trata de tomarlas, el macho principal lo corre. Un ser humano hombre, por otra parte, difícilmente sería excusado, si encuentra a su esposa in flagrante, elimina a su amante. Aunque el esposo sea un mujeriego notorio que sólo vagamente recuerda que su esposa es del sexo femenino, la mancha sobre su ego deshonrado es naturalmente tan grande que no puede ser limpiada por algo menos que el detergente de la sangre del amante. De nuevo, los animales responden más rápido que los humanos porque los animales no tienen ego que interfieran con las acciones de su cuerpo. Sus respuestas son puramente reflejas, no inhibidas por juicios personales. Lo cual nos brinda otra razón para que los artistas marciales no quieran que sus egos se involucren en la acción: en los momentos de respuesta. ¡Las respuestas subliminales pueden ser casi dos veces más rápidas que las respuestas consideradas conscientemente!
Los animales hacen algo más que los artistas marciales igualan: ellos leen y ponen en orden las señales sensoriales – los olores, los sonidos, y el lenguaje corporal y facial; y esas señales son invariablemente más confiables y seguras que el lenguaje verbal o los gestos deliberados. Todos nosotros hemos oído de la cara de los jugadores de póquer. El experto jugador de cartas se entrena a sí mismo para nunca revelar su apruebo o desapruebo, o para dar cualquier señal inadvertida de sus verdaderas intenciones. Él busca por tales señales como gestos y guiños en las caras de los otros jugadores. Los boxeadores también, se entrenan para nunca “telegrafiar” un puñetazo, esto es, guiñar un ojo o subir una ceja antes de golpear en una forma específica. El hecho es que nosotros los seres humanos hemos heredado de nuestros ancestros los primates una variedad de señales corporales y faciales; pero en el curso de la evolución, nuestra corteza cerebral con su desarrollo rápido y sus habilidades verbales autoritarias ha remplazado en gran cantidad nuestro sistema de señales no-verbales. Alguien se puede acercar a nosotros con odio en sus ojos, pero si nos susurra - ¡Qué el Señor te proteja, viejo amigo! - nosotros le ponemos atención al mensaje verbal y descartamos la mirada de odio. Nuestra evolución cerebral también nos ha causado el descartar las señales olfatorias. Todos conocemos que el motel de cucarachas es... donde las cucarachas entran pero no salen. La pega las mantienen adentro, pero en primer lugar, lo que las hace entrar es el atractivo químico que se le añade a la pega. Las cucarachas están respondiendo al olor estimulante del cónyuge. Los seres humanos también envían una variedad de olores... químicos que influencian el desarrollo de otros de su misma especie, señalando eso un estado emocional.
Cuando nos encontramos con un perro gigante en su arreo, nos preguntamos - ¿muerde? - e instintivamente extendemos la palma relajada de nuestra mano para dejar que el perro huela que no hay olor de agresión en nuestra piel. El poeta inglés Alexander Pope, relató que a pesar de los gruñidos y ladridos de protesta de su perro gran danés, le permitió a un conocido adulador llegar a ser un invitado en su casa. Para su disgusto y mortificación, se dio cuenta que el invitado había robado muchas cosas de valor. Después de esto, Pope siempre insistió que su perro poseía un mejor juicio de carácter que él.
El miedo también tiene un olor y en el nivel subliminal lo detectamos. La información olfatoria tiene la ruta más directa de todas en el cerebro humano; y si el enemigo lo siente, o sea, que inconscientemente huele el miedo en su oponente, le llevará la delantera en el juego. Claramente, él no quiere experimentar el miedo porque el miedo le señala a su oponente que él está consciente de la debilidad de su propia posición. Afortunadamente, el coraje, la audacia, en fin, el no-miedo es una característica universal de una persona realmente espiritual. El hombre Zen entiende que no hay nada que temer en la muerte. Él está sumergido en la Zona segura del Divino, ejemplo, él realmente ha tomado refugio o se ha refugiado en el Buda. Por otra parte, él no es estúpido. Él probablemente no se brindará a ser un blanco de tiro. Pero los mártires están a la orden del día; y ninguno tiene la reputación de cobarde. Naturalmente, la estratagema es una de las armas del combatiente. Un esfuerzo es siempre hecho para ocultar las intenciones reales. Esto es simple una estrategia. Un atacante no anuncia el tiempo y el lugar desde donde él enviará sus mísiles. Igualmente seguro, el intimidador listo no le dice al experto en Judo que en cinco segundos él lo pateará. El entrenamiento Zen en cada nivel desintegra la comunicación verbal. El frecuentemente ridículo lenguaje de los koans está designado a demostrar que inverisímiles pueden ser las palabras. Especialmente cuando la vida o la propiedad está en riesgo, las palabras pueden ser un gran enemigo. Declaraciones deshonestas y de adulación pueden causarle al ego el disfrutar sentimientos cómodos de seguridad los cuales anularán las sospecha y bajarán la postura de guardia y protección.
Amenazas e implicaciones pueden crear el miedo y la confusión. En cualquier punto que el combatiente sucumbe a la deshonestidad o el miedo, él rinde sus propios recursos a su oponente.
Los mensajes verbales son mensajes conscientes y los mensajes conscientes caen bajo el control del ego. La tarea del artista marcial es clara: debe mantener el ego apartado de involucrarse en el combate, sin embargo, él no debe suspender el control intelectual. La Hipnosis o las drogas lo pueden ayudar a separarse del ego, pero ellos requerirán la rendición del control de su juicio y voluntad y finalmente disminuirían su conciencia alerta.
El maestro más adelante demuestra su alerta aguda determinando inmediatamente, no sólo cual mano o pierna es la favorita de su oponente, que es claramente una información de valor, sino también cual es el ojo preferido de él. En el uso de las armas el combatiente siempre se le ha enseñado mantener “su ojo en la meta”. Cuando la mano o el pie es el arma, el ojo preferencial, simple y seguramente se dirigirá al área de ataque.
Cualquiera puede descubrir cual es su ojo favorito o predominante, seleccionando un objeto en la pared y parándose directamente enfrente de él. La persona dejará que su nariz se alinee con el objeto y entonces extenderá el dedo pulgar de su mano hasta que cubra el objeto, mientras permanece con sus ojos fijos en él. Entonces cierra un ojo (izquierdo o derecho), y si el objeto continúa cubierto, el ojo que se mantiene abierto es el dominante. Si él cierra el ojo dominante y mira a través del otro, su dedo pulgar parecerá haberse corrido unas cuantas pulgadas descubriendo el objeto que se había cubierto.
Sólo la meditación, el estado por excelencia en el cual el ego es trascendido mientras que la atención es amplificada, proveerá al artista marcial con los medios para lograr este estado de mente necesario, o mejor dicho este estado de No-Mente. Pero el estado meditativo, ese estado sin ego, tiene incluso, mucho más que ofrecerle al artista marcial. Regresemos al estudiante que está sentado en la habitación oscura gritando “¡Yo!” cada vez que ve una luz difusa verde e intermitente. Digamos que cada vez que grita correctamente, él recibe algo de comer. Si el estudiante estaba hambriento, una luz verde e intermitente extremadamente difusa podría provocar un grito. De hecho, una luz que él pudiera haber sido capaz de detectar solamente la mitad del tiempo, tiene sus oportunidades de ser vista con un cambio apreciable. Él puede verla 90% del tiempo, lo que significa que la motivación adicional positiva de la recompensa podría causarle la disminución de sus entradas sensoriales y preceptúales y responder a señales más sutiles. Por supuesto, él tendrá que actuar muy rápidamente para una consideración consciente; y la pregunta entonces llega, “¿Quién o qué está respondiendo, dentro de su cabeza, a la recompensa?
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