miércoles, 30 de marzo de 2011

Girando la Rueda


Shakyamuni Buda luego ejecuto la suprema acción de un ser iluminado: empezó a dar las enseñanzas e instrucciones espirituales que liberan a los seres sintientes de su sufrimiento e insatisfacción y los conducen a la más alta perfección de mente: la iluminación. Esta acción es comúnmente conocida como el giro de la rueda del Dharma, y Buda la ejecuto de varias maneras por el resto de los cuarenta y cinco años de su vida.

A pesar de que cualquiera que se esfuerce para alcanzar la budeidad lo hace expresamente para beneficiar a los demás – principalmente a través de dar enseñanzas – Shakyamuni no empezó a enseñar inmediatamente después de lograr la iluminación. Al contenerse al principio, mostró que las profundas realizaciones de la iluminación no son algo que la ordinaria y superficial mente humana pueda esperarse que agarre fácilmente. Su descubrimiento estaba mas allá de la concepción normal y las palabras, mas allá de la expresión o descripción. Él sabía cuan difícil sería para otros comprender lo que había realizado, y así permaneció en silencio. Pero después de siete semanas de disfrutar para sí mismo el gozo de la iluminación en el bosque, se le pidió que enseñara para beneficio de todos, y acepto hacerlo.

El titubeo de Buda para enseñar hasta que se pidiera sinceramente enfatiza una importante característica de sus enseñanzas en general. Ellas nunca son forzadas en otros en contra de su deseo. ‘¡Aquí están las fantásticas enseñanzas! ¿Porque no vienes y te unes a nosotros?’. Ni los discípulos son enviados a la calle para convencer a la gente de cuan miserables son, ofreciendo la salvación a aquellos que vayan y se unan a ellos. Las enseñanzas de Buda nunca fueron presentadas de esta manera, y las tradiciones Tibetanas todavía siguen la costumbre de esperar hasta que alguien pregunte antes de darle enseñanzas.

¿Porque están los budistas específicamente instruidos para no arrojar sus creencias a otra gente o declarar, ‘He descubierto la mejor de las maneras de vivir y si tu no la sigues también, estas perdido’? De acuerdo con las enseñanzas de Buda, esta aproximación es tanto irreal como poco hábil. Cuando alguien tiene una profunda experiencia, ya sea desastrosa o fantásticamente gozosa, es un acontecimiento completamente único y personal. Es de locura pensar que un relato de tal experiencia privada será tan útil para otro como la experiencia lo fue para uno mismo. Incluso si le decimos a nuestro mejor amigo lo que hemos descubierto, es todavía imposible comunicarle la verdadera esencia de nuestra experiencia. Ya que lo que estamos diciendo es necesariamente expresado a través de las palabras y conceptos, incluso un amigo muy comprensivo no cogerá exactamente lo que queremos que él sienta. Una verdadera comunicación sobre los temas espirituales es muy difícil.

Lo que esto muestra es que todos nosotros estamos viviendo vidas bastante diferentes unas de otras. A pesar de que podamos compartir patrones similares de comportamiento y percepción, nuestras experiencias internas son únicas y altamente individuales. Cada uno vive en el universo privado de nuestra propia mente. Consecuentemente, cualquier intento de forzar nuestras convicciones espirituales en otros o compartir con ellos nuestras experiencias devocionales – las cuales, si son genuinas, son siempre de una naturaleza intensamente personal – es equivocado y puede fácilmente acabar en frustración y malos entendidos.

Buda mostró que existen tanto momentos apropiados como inapropiados para dar enseñanzas. Él siempre esperó hasta ser preguntado sinceramente antes de dar instrucciones. Él sabía que el mismo acto de tomar una decisión de buscar ayuda y luego pedirla crea una energía dentro de aquellos que buscan la verdad que los prepara para escuchar intencionadamente, no meramente con sus orejas sino también con sus corazones. Esta es una aproximación mucho mas apropiada que el dar enseñanzas a los estudiantes que todavía no están preparados. En otras palabras, los estudiantes necesitan espacio. Si no se les da la oportunidad de crear ese espacio dentro de sí mismos – si no están preparados para encontrar al maestro a mitad de camino abriéndose ellos mismos para recibir la instrucción espiritual – la esencia de las enseñanzas nunca penetrara sus mentes.

Esta es la hábil psicología del ser iluminado. Podemos llamarlo incluso, su política. Él comprende la manera en que la gente piensa y puede tomar la medida de su mente supersticiosa. Él puede ajustar espontáneamente la aproximación a sus limitaciones y asegurarse de que estén listos antes de mostrarles sus caminos individuales. Su visión no-obstruida abraza a todos los fenómenos existentes, incluyendo los más sutiles movimientos de nuestra mente, y de este modo él puede enseñarnos adecuadamente.

Cuando un ser iluminado da enseñanzas, la fuerza de sus realizaciones presta un poder especial a todas las cosas que él dice o hace. Incluso una palabra de su habla despierta, puede satisfacer las necesidades de muchos seres distintos. La gente ordinaria está limitada en cuanto a lo que ellos pueden comunicar con palabras; su habla rara vez lleva una sensación de realización. Pero el habla de un ser iluminado es diferente. No importa cual sea el tema, cada oyente recibe exactamente lo que él necesita.

Ordinariamente, si sentimos que alguien es un buen orador, podemos alabarlo diciendo, ‘¡Que poderosa conferencia dio!’. Pero desde el punto de vista budista, el verdadero poder del habla no se encuentra en el habla misma. Detrás de las palabras, dentro de la mente del orador, debe existir la experiencia viva de la luminosa y penetrante sabiduría. Esta sabiduría da al habla de Buda su poder. Tal poder no tiene nada que ver con la elocuencia de una persona ordinaria. Es solamente una cuestión de realización interna. Ya que un Buda es aquel cuyas realizaciones son completas, su habla tiene el poder de afectar a cada oyente de una manera profundamente personal. No tan solo esto, sino que un ser iluminado puede hacer surgir la comprensión sin tener que usar absolutamente ninguna palabra.

La primera enseñanza formal que Buda Shakyamuni dio después de alcanzar la iluminación bajo el árbol bodhi, fue dada en el Parque del Venado en Sarnath. El libró esas enseñanzas a los cinco meditadores que le habían seguido durante sus seis años de practicas ascéticas, pero que le abandonaron cuando el abandonó su estricta disciplina de auto-mortificación. El tema de su primer giro de la rueda del Dharma fue las Cuatro Verdades de los Nobles. Las dos primeras verdades revelan la existencia del sufrimiento y la insatisfacción en nuestras vidas y muestran como la fuente de todos los problemas debe ser encontrada en el sediento apego de la mente – ya sea dirigido hacia objetos de los sentidos o pervertido en una auto-negación extrema. Las dos últimas verdades describen el estado de completa cesación de todo sufrimiento y el camino medio, libre de todos los extremos, que conducen a esta perfecta cesación.

El segundo giro de la rueda del Dharma empezó en el Pico del Buitre a las afueras de Rajagriha, no lejos de Bodh Gaya, y tuvo a ver con la verdadera naturaleza de la realidad. Estos discursos sobre la perfección de la sabiduría presentan la profunda visión de la vacuidad (shunyata) dentro del contexto del modo de vida de un bodhisatva. Estas enseñanzas de la ausencia de auto-existencia inherente de los fenómenos – su vacuidad de una verdadera y substancial existencia – son mucho más sutiles que aquellas del primer giro, y fueron dirigidas a discípulos de muy alta inteligencia y motivación.

Después de los dos primeros giros, se tornó necesario clarificar la aparente contradicción en las enseñanzas. Mientras enseñaba las cuatro verdades, Buda estaba preocupado en presentar el camino básico que conduce del sufrimiento a la liberación. Por lo tanto hizo hincapié, en aquellas enseñanzas, en la naturaleza funcional de los fenómenos. Describió en detalle como funciona la mente, como nos ata a repetidas insatisfacciones y como, si es adiestrada apropiadamente, nos libera de esta situación. Durante este primer giro de la rueda Buda hablo de la mente, o consciencia, en términos de su existencia como una entidad real. En el segundo giro, sin embargo, cuando expuso las concepciones erróneas sutiles con las cuales nosotros vemos la realidad, habló principalmente en términos de la manera en la que las cosas no existen.

Buda no deseaba confundir a sus seguidores, pero vio que la aparente contradicción entre estas dos aproximaciones – una haciendo hincapié en la existencia y la otra en la no-existencia – podría causar algunas dificultades en el futuro. Para evitar posibles confusiones estableció las enseñanzas del tercer giro de la rueda del Dharma.

Cuando el mismo Buda presentaba sus enseñanzas, incluso aquellas del muy sutil segundo giro, no tenía que preocuparse de que sus discípulos mal interpretaran lo que él quería significar. Él conocía la capacidad mental de su audiencia, y era capaz de hablar directamente al corazón de cada oyente. Pero él estaba preocupado de que otros discípulos de capacidad inferior y aquellos que vendrían en el futuro pudieran ser confundidos. Ellos podían preguntarse: ‘¿Por qué Buda dice, sobre el mismo tema, algunas veces “si” y algunas veces “no”?’. Para beneficio suyo, por lo tanto, suministro más clarificación.

Una característica mayor de todas las enseñanzas de Buda es que ellas están diseñadas para suplir las necesidades y aptitudes de cada individuo. Ya que todos tenemos diferentes intereses, problemas y maneras de vivir, ningún método de instrucción podrá jamás ser adecuado para todo el mundo. El mismo Buda explicó que con el propósito de llegar a un discípulo particular, le enseñaría una doctrina particular. De este modo podía haber ciertos momentos en los que fuera necesario decir ‘si’ y otros en los que fuera más apropiado decir ‘no’, incluso como respuesta a la misma pregunta.

Debido a que el Budismo es flexible de esta manera y carece de una cualidad rígida, dogmática, a menudo siento que es mas un sistema filosófico que una religión. Con esto no quiero decir que el budismo no tenga absolutamente ningún aspecto religioso. Quiero decir simplemente, que el budismo exige una inspección inteligente de sus enseñanzas en lugar de una aceptación ciega. Este énfasis en la experiencia e investigación personal lo hace único de entre los sistemas de pensamiento religioso.

Si no echamos una razonada e investigadora mirada a las enseñanzas, pueden surgir varios peligros. De un lado, las aparentes contradicciones entre lo que Buda enseño en diferentes momentos puede hacernos cuestionar totalmente el valor de sus instrucciones. Con una visión limitada incapaz de ver la determinación del propósito que hay detrás de esta aparente discrepancia, podemos encontrar esas enseñanzas como una fuente de confusión en lugar de una fuente de comprensión. Consecuentemente, podríamos despreciarlas totalmente. Por otro lado, si adoptamos una muy piadosa e incuestionable actitud hacia las enseñanzas, aceptando a pies juntillas cualquier cosa que Buda dijo, meramente porque lo dijo él, mas pronto o más tarde sufriremos una dolorosa decepción. Alguien nos cuestionará nuestras creencias y, ya que ellas estaban cimentadas en nada excepto en una fe ciega, nuestras convicciones se desmoronarán.

De acuerdo con el budismo mahayana, existen dos categorías de enseñanzas de Buda: definitivas e interpretables. Las enseñanzas definitivas discuten la naturaleza absoluta de la realidad, mientras que las enseñanzas interpretables tienen a ver con las realidades convencionales y por lo tanto deben ser interpretadas apropiadamente antes de que puedan ser comprendidas. Debido a que existen estas dos divisiones, nunca debemos sentir meramente que porque algo que hemos leído o escuchado es la palabra de Buda, debemos aceptarlo literalmente y sin cuestionarlo. Adoptar tal actitud ciega hacia tan importante materia como el desarrollo espiritual es muy peligroso, y carece completamente de sabiduría.

Por todas estas razones, en el tercer giro de la rueda del Dharma Buda dio las pautas para reconciliar los dos primeros giros. Él explico, para aquellos que de lo contrario hubieran podido mal interpretarlo, la manera en que ciertos aspectos de las cosas pueden ser llamadas existentes y otras no-existentes. Estas pautas muestran cuan importante es mirar mas allá de las meras palabras para encontrar el verdadero significado de cualquier cosa que el Buda enseño.

Dondequiera que Buda hablaba hacia hincapié en la importancia de hacer una investigación personal de sus palabras y su significado. Solamente cuando estamos convencidos de que las enseñanzas son ciertas y aplicables a nuestras propias vidas debemos adoptarlas. Si ellas no tienen éxito en convencernos, deben dejarse de lado. Él comparó este proceso de comprobar la verdad de sus enseñanzas con el utilizado para determinar la pureza del oro. Así como nosotros nunca pagaríamos, sin comprobarlo, un alto precio por algo que pretendidamente es oro real, nosotros somos también responsables de examinar las enseñanzas de Buda por nosotros mismos para ver si ellas son razonables y valen la pena.

A pesar de que es tradicional dividir las enseñanzas de Buda en estos tres giros de la rueda del Dharma, no debemos pensar que esto es todo lo que él enseño. Además de un inmenso cuerpo de discursos explicando el camino gradual a la iluminación, enseño el camino relámpago del tantra, capaz de llevar a un discípulo a la plena perfección en una sola vida.

No hubo una sola cosa que Buda hiciera desde el momento en que vino a esta tierra hasta que murió, que no fuera hecha con otro propósito que el de conducir a todos los seres vivientes a la liberación de su sufrimiento mental y físico. Sus discursos formales fueron tan solo una parte de sus comprensivas enseñanzas: la manera en la que vivió proporcionó un ejemplo constante a los demás. Y debido a que todo lo que él enseñó, dijo o hizo nació de su perfecta sabiduría, todas sus acciones fueron trascendentales, capaces de traer la paz y tranquilidad últimas a aquellos que puedan llevar estas enseñanzas a su corazón.


Fuentes:

[Lama Yeshe en la Universidad de California en Santa Cruz, Estados Unidos, 1978]

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