miércoles, 30 de marzo de 2011

Buscando el Yo


Todos los problemas que encontramos en el samsara: el ciclo de repetidas muertes y renacimientos, tiene su fuente en la ignorancia que se aferra a las cosas como si ellas fueran auto-existentes. Nuestra situación en este ciclo es similar al estar atrapado en un gran edificio con muchas habitaciones y puertas, pero con tan solo una puerta conduciendo fuera. Vagamos sin esperanza de una parte del edificio a otra, buscando la puerta correcta. La puerta que nos conduce fuera del samsara es la sabiduría que realiza la vacuidad de la auto-existencia. Esta sabiduría es el remedio directo para la ignorancia, la cual es tanto la causa como el efecto de apegarnos al ser, y la que cree que el ser o ‘yo’ es inherente e independientemente existente. En otras palabras, el yo parece ser algo que no es: una entidad concreta, inmutable, existiendo por derecho propio, y nuestra mente ignorante se apega a esta visión errónea. Entonces nos tornamos adictos a ese yo fantasma y lo atesoramos como si fuera la más preciosa de las posesiones. La sabiduría reconoce que tal yo autónomamente existente es totalmente no-existente y de este modo, la ignorancia es destruida por la sabiduría. Se dice en las escrituras budistas que realizar la visión correcta de la vacuidad, incluso por un momento, sacude los cimientos del samsara, igual que un terremoto sacude los cimientos de un edificio.

Cada uno de nosotros posee esta convicción instintiva de un yo concreto, existente independientemente. Cuando despertamos por la mañana pensamos, ‘tengo que preparar el desayuno’, o, ‘tengo que ir al trabajo’. De ahí surge la poderosa intuición de un yo que existe por derecho propio, y nos apegamos a esa creencia equivocada. Si alguien dice, ‘Eres un estúpido’ o ‘Eres inteligente’, ese yo salta desde las profundidades de nuestra mente, ardiendo de enfado o hinchado de orgullo. Esta fuerte sensación de ser, ha estado con nosotros desde el nacimiento – no la aprendimos de nuestros padres o maestros. Ella aparece mas vívidamente en momentos de fuertes emociones: cuando somos maltratados, se abusa de nosotros o estamos bajo la influencia del apego o el orgullo. Si experimentamos un terremoto o nuestro coche o avión esta a punto de estrellarse, un yo aterrado nos invade, haciéndonos totalmente ajenos a cualquier otra cosa. Una fuerte sensación de yo surge también cuando quiera que se pronuncie nuestro nombre. Pero este aparentemente sólido, autónomo yo, no es auténtico. Absolutamente no existe.

Esto no significa que nosotros no existamos, puesto que existe un yo valido convencionalmente existente. Este es el ser que experimenta felicidad y sufrimiento, que trabaja, estudia, come, duerme, medita y se torna iluminado. Este yo existe, pero el otro yo es una mera alucinación. En nuestra ignorancia, sin embargo, confundimos el falso yo con el yo convencional y somos incapaces de separarlos.

Esto nos lleva a un problema que surge a menudo en la meditación en vacuidad. Algunos meditadores piensan, ‘Mi cuerpo no es el yo, mi mente no es el yo, por lo tanto yo no existo’, o, ‘Ya que no puedo encontrar mi yo, debo estar cerca de la realización de la vacuidad’. La meditación que conduce a tales conclusiones es incorrecta, porque ignora al ser convencional. El meditador yerra en reconocer e identificar apropiadamente el falso yo que debe ser repudiado y en su lugar repudia al yo convencional o relativo que si existe. Si este error no es corregido se puede desarrollar hacia una visión nihilista de que absolutamente nada existe, y puede conducir a mas confusión y sufrimiento en lugar de conducir a la liberación.

¿Cuál es entonces la diferencia entre el falso yo y el yo convencional?. El falso yo es meramente una idea errónea que tenemos acerca del ser: digamos que es algo concreto, independiente y existente por derecho propio. El yo que existe es dependiente: surge en dependencia del cuerpo y de la mente, los componentes de nuestro ser. Esta combinación cuerpo-mente es la base sobre la cual el pensamiento conceptual adscribe un nombre. En el caso de una vela, la cera y la mecha son la base a la que el nombre ‘vela’ es adscrito. De este modo una vela es dependiente de sus componentes y su nombre. No existe una vela aparte de estos. De la misma manera, no existe un yo independiente del cuerpo, la mente y el nombre.

Cuando quiera que surja la sensación de yo, como en ‘Yo estoy hambriento’, la ignorancia del auto-apego cree que este yo es concreto e inherentemente existente. Pero si analizamos este yo, encontraremos que esta hecho del cuerpo – específicamente nuestro estomago vacío – y la mente que se identifica a sí misma con la sensación de vacío. No existe ningún yo hambriento existente inherentemente aparte de estos elementos interdependientes.

Si el yo fuera independiente, entonces sería capaz de funcionar autónomamente. Por ejemplo, mi yo podría permanecer sentado aquí leyendo mientras mi cuerpo va hacia el pueblo. Mi yo podría ser feliz mientras mi mente esta deprimida. Pero esto es imposible; por lo tanto el yo no puede ser independiente. Cuando mi cuerpo esta sentado, mi yo esta sentado. Cuando mi cuerpo va hacia el pueblo, mi yo va hacia el pueblo. Cuando mi mente esta deprimida, mi yo esta deprimido. De acuerdo con nuestra actividad física o estado mental, decimos, ‘Estoy trabajando’, ‘Estoy comiendo’, ‘Estoy pensando’, ‘Soy feliz’, etc. El yo depende de lo que el cuerpo y la mente hagan; es postulado tan solo sobre estas bases. No existe ninguna otra cosa. No existen otras bases para tal postulación.

La dependencia del yo debería estar clara con estos simples ejemplos. Comprender la dependencia es el medio primordial para realizar la vacuidad, o la existencia no-independiente del yo. Todas las cosas son dependientes. Por ejemplo, el termino ‘cuerpo’ es aplicado a los componentes del cuerpo: piel, sangre, huesos, órganos, etc. Estas partes son dependientes aún de partes más pequeñas: células, átomos y partículas sub-átomicas.

La mente es también dependiente. Nosotros la imaginamos como algo real y auto-existente, y reaccionamos fuertemente si escuchamos, ‘Posees una mente buena’ o, ‘Estas terriblemente confundido’. La mente es un fenómeno sin forma que percibe los objetos, y es de naturaleza clara. Sobre la base de esta función nosotros imputamos la etiqueta ‘mente’. No existe ninguna mente funcionando aparte de estos factores. La mente depende de sus componentes: pensamientos, percepciones y sensaciones momentáneas. Igual que el yo, el cuerpo y la mente dependen de sus componentes y etiquetas, así también todos los fenómenos surgen dependientemente.

Estos puntos pueden ser comprendidos mejor por medio de una simple meditación diseñada para revelar como el yo nace a una existencia aparente. Empezad con una meditación en la respiración para relajar y calmar la mente. Luego, con la alerta de un espía, tranquila y cuidadosamente os volvéis conscientes del yo. ¿Quién o que esta pensando, sintiendo y meditando?. ¿Cómo parece ello nacer a la existencia?. ¿Cómo se os aparece?. ¿Es vuestro yo una creación de vuestra mente, o es algo que existe concretamente e independientemente, por propio derecho?.

Una vez que habéis identificado el yo, intentad localizarlo. ¿Dónde esta?. ¿Esta en vuestra cabeza... en vuestros ojos... en vuestro corazón... en vuestras manos... en vuestro estomago... en vuestros pies?. Cuidadosamente considerad cada parte de vuestro cuerpo, incluyendo los órganos, venas y nervios. ¿Podéis encontrar el yo?. Si no, el puede ser muy pequeño y sutil, así que considerad las células, los átomos y las partes de los átomos.

Después de considerar la totalidad del cuerpo, preguntaos a vosotros mismos una vez mas, como vuestro yo manifiesta su existencia aparente. ¿Aparece todavía como vívido y concreto?. ¿Es vuestro cuerpo el yo, o no?.

Quizás penséis que vuestra mente es el yo. La mente esta constituida de pensamientos que cambian constantemente en rápida sucesión. ¿Qué pensamiento es el yo?. ¿Es un pensamiento de amor... un pensamiento de enfado... un pensamiento serio... un pensamiento tonto?. ¿Podéis encontrar el yo en vuestra mente?

Si vuestro yo no puede ser encontrado en el cuerpo o la mente, ¿existe algún otro lugar donde buscarlo?. ¿Puede el yo existir en cualquier otro lado o de otra manera?. Examinad cada posibilidad.

Una vez mas, examinad la manera en la que el yo se os aparece. ¿Ha habido algún cambio?. ¿Todavía creéis que es real y que existe por propio derecho?. Si tal yo auto-existente todavía aparece, pensad, ‘Este es el falso yo que no existe. No existe ningún yo independiente del cuerpo y la mente’.

Entonces desintegrad mentalmente vuestro cuerpo. Imaginad todos los átomos de vuestro cuerpo separados y flotando aparte. Billones y billones de partículas diminutas esparcidas por todo el espacio. Imaginad que en realidad podéis ver eso. Desintegrad vuestra mente también, y dejad flotar cada pensamiento.

Ahora, ¿Dónde estáis?. ¿Esta el yo auto-existente todavía allí o podéis comprender como el yo es dependiente, meramente atribuido al cuerpo y la mente?

Algunas veces el meditador tendrá la experiencia de perder totalmente el yo. No puede encontrar el ser y siente como si su cuerpo se hubiera desvanecido. No hay nada a lo que agarrarse. Para los seres inteligentes esta es una experiencia de gran alegría, como encontrar un maravilloso tesoro. Aquellos con poca comprensión, sin embargo, están aterrados, o sienten que un tesoro acaba de perderse. Si ocurre esto, no hay ninguna necesidad de temer que el yo convencional haya desaparecido – es meramente una sensación surgida de una visión de la falsa irrealidad del yo.

Con práctica, esta meditación traerá una disolución gradual de nuestro rígido concepto del yo y de todos los fenómenos. Ya nunca mas estaremos tan pesadamente influenciados por la ignorancia. Nuestras mismas percepciones cambiarán y todas las cosas aparecerán ante una nueva y fresca luz.

Examina concienzudamente los objetos, como las formas, que aparecen ante tus seis consciencias, analizando la manera en que se te aparecen. De esta manera el desnudo modo de existencia de las cosas surgirá brillantemente ante ti.

Estas líneas de El Gran Sello de la Vacuidad, un texto sobre el mahamudra del primer Panchen Lama, contiene la llave de toda meditación en la vacuidad. El factor más importante en la realización de la vacuidad es el correcto reconocimiento de lo que debe ser desechado. En los objetos que se le aparecen a nuestras seis consciencias hay un factor existente y uno no-existente. El falso, el factor no-existente es el que debe ser desechado. La realización de la vacuidad es difícil en tanto en cuanto no reconozcamos de que carecen los objetos de los sentidos, esto es: de que están vacíos. Esta es la llave que abre la vasta casa tesoro de la vacuidad.

Pero este reconocimiento es difícil de lograr y requiere de los cimientos de una práctica hábil. De acuerdo con Lama Tsong-ka-pa, existen tres cosas en que concentrarse con el fin de preparar nuestras mentes para la realización de la vacuidad: primero, disolución de los obstáculos y acumulación de méritos; segundo, devoción al maestro espiritual; y tercero, el estudio de temas tales como el camino gradual a la iluminación y el mahamudra. La comprensión llegará rápidamente si seguimos este consejo. Nuestra receptividad para las realizaciones depende primariamente de la fe en el maestro. Sin esta, podemos intentar meditar pero encontraremos que somos incapaces de concentrarnos, o que podemos escuchar explicaciones de Dharma pero encontrar que las palabras tienen poco efecto.

Esta explicación concuerda con la experiencia de los seres realizados. Yo mismo no tengo ninguna experiencia de meditación. Constantemente olvido la vacuidad, pero intento practicar un poco de Dharma algunas veces. Si vosotros también practicáis, podréis descubrir por vosotros mismos la validez de estas enseñanzas.

Fuentes:

[Enseñanzas de Lama Zopa Rimpoche en Lawudo Monastery, Solu Khumbu, Nepal y el Instituto Lama Tsong-ka-pa, Pomaia, Italia, 1977]


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