martes, 5 de julio de 2011

REFLEXIONES SOBRE IAIDO DE UN MAESTRO JAPONES


KI

“Tienes que sentir siempre cómo tu espina dorsal va desde la nuca al cóccix.

La nuca es el centro de la vida así como el vientre es la sede de la respiración. Mete un poco la barbilla, enderézate y mantén la nuca ligeramente extendida, sin tensión excesiva. La nuca tiene que estar plena y vibrante. Tomando conciencia de la energía a este nivel, tienes que esforzarte en sentir la circulación del ki en toda la espina dorsal. Baja los hombros para que tu respiración no suba.

KI

“Cuando tenemos el sable en el cinturón, hemos de aprender a sentir el lugar donde se encuentra la fuente de irradiación del ki. Según las instrucciones que yo mismo he recibido, existe un rayo de fuerza que se irradia naturalmente desde el vientre, por lo menos en quienes tienen el vientre bien colocado. Cuando sacamos el sable, tiramos de la empuñadura justo delante de nosotros en la dirección de este rayo, que se utiliza para ganar velocidad y potencia. Para llegar a utilizar este rayo eficazmente, la primera idea es la de empujar el vientre hacia delante con el pensamiento de extraer el sable de la funda. Si esto se hace bien, el kiai baja y la fuerza se puede sacar con más facilidad. Sabiendo que la consciencia vuela sobre los hombros del ki, podrás quizá comprender cuál es realmente la utilidad de exteriorizar toda la energía hacia el exterior. Un último consejo, debe de salir tanta fuerza de las manos como del vientre. Todo esto es indispensable para practicar de una manera más eficaz en todos los planos.”

INTUICIÓN

En este punto de tu entrenamiento necesitas utilizar tus ojos físicos y tu ojo espiritual. De ahora en adelante vas a realizar un ejercicio que consiste en intentar percibir más allá de la vista. El ejercicio comienza en el momento en que haces chiburi para sacudir la sangre cuando cambias de mano para coger la funda, hasta el momento en que enfundas el sable lentamente y que llegas a ese estado llamado zanshin. El ejercicio consiste en mantener la vista fija ante ti y al mismo tiempo intentar con todo tu empeño ver lo que ocurre en la zona no visible. La zona visible forma un semicírculo delante de ti, del cual tú eres el centro. La zona invisible está detrás de ti, es el otro semicírculo. Delante es el símbolo del no-yo, detrás el del Yo. Tienes que reunir los dos semicírculos para hacer un círculo completo y plenamente conseguido. Solamente entonces, manteniéndote presente en el centro de esta unidad encontrada, serás capaz de ver la verdad. Para alcanzar este resultado has de esforzarte en percibir con el ojo del espíritu lo que pasa en ese medio círculo invisible que está detrás de ti. Has de intentar percibir hasta el mínimo detalle y permanecer perfectamente concentrado en esta intención. Esto despierta el ojo del espíritu que el budismo esotérico sitúa muy exactamente en la base del cerebro. Existen otros medios, como el de adivinar lo que se encuentra en el corazón de un brote cerrado, o saber la hora sin mirar el reloj, etc. Los resultados son sorprendentes y un día se establece el círculo completo de visión alrededor de ti. Sin embargo, se trata menos de prolongar tu campo de visión que de llevar a éste a tomar consciencia de un universo más sutil de fuerzas y de pensamientos. Es un trabajo menos horizontal que vertical, y un medio de sumergirse en la realidad subjetiva que late en el corazón del mundo que nos rodea.”

DESENVAINAR

Esta acción de sacar un poco la hoja de la funda era en otro tiempo importante, pues un samurai encontrado muerto sin que tuviera el reflejo de despegar la hoja de la funda era deshonrado por no haber siquiera presentido el ataque. A partir de este momento de intensa visualización, el sable sale con la sensación de ser empujado por el vientre, lentamente y cada vez más rápido y fluye como un relámpago hacia los ojos del adversario. Este corte horizontal se hace con el extremo del kissaki. La precisión de este corte es tal que un maestro digno de este nombre debe poder cortar las pestañas del oponente sin tocarle los ojos. He repetido este movimiento miles de veces. Los múltiples detalles técnicos y mentales me impedían estar en sintonía con el “buen momento”, y el maestro Takeuchi gritaba entonces “¡unidad, unidad!” Lo que le interesaba al maestro era la unidad psicoemocional que hay que realizar entre el sable (ken), el cuerpo (tai) y la energía (ki). Todo esto debe de estar unido en el momento supremo en que el brazo extendido se supone que va a cortar los ojos del adversario.

-“¡La nuca más fuerte! ¡Contén el diafragma! ¡Entra en ti mismo, permanece derecho, mete los riñones, aprieta los dientes, recoge los codos, baja los hombros!...”

UNIDAD

-“Busca la unidad en el corazón de la acción. Busca la fuente de la energía y, desde la fuente, desde el centro, expande la fuerza hacia los pies y las piernas, luego hacia el torso, los brazos y la cabeza. Reúne todas estas partes en un solo todo. Necesitas sentir el todo y no pensar más que en términos de todo. Un movimiento no se reduce nunca a la acción de un solo miembro. El movimiento es el del ser humano en su totalidad. Mientras bloqueas o golpeas, participan tu espalda, tu vientre, tus manos e incluso tus órganos internos. Solo mediante una concentración mental sin fallos alcanzarás esta sensación de unidad. Intenta desde ahora unir los opuestos, pero atención, lo alto no puede actuar sin lo bajo, ni lo de delante sin lo de detrás, ni lo lleno sin lo vacío. La mente y el cuerpo no pueden ni deben separarse de ninguna manera.”

INTUICION

Cuando se alcanza este estado, la consciencia sufre a veces extrañas modificaciones. Por ejemplo, un adversario, incluso rápido, será percibido como a cámara lenta y es fácil anticiparse a su acción. Pero esto implica la realización de dos esfuerzos que preceden siempre al hecho de ser un testigo desapegado:

1. Es necesario afanarse cada día en disolver el ego.

2. Es necesario estar presente en el cuerpo cada segundo de la vida. Entonces

sólo pueden disociarse el Ser y el no-ser.

“-Eso es siempre un problema de apego a los sentidos. Lo que te impide combatir sin reflexionar es el deseo de ganar y el miedo a perder, pues es verdad que si uno se decide a abandonar en parte las percepciones de los cinco sentidos y a entrenar la percepción interna, va a pasar un período de tiempo durante el cual va a ser difícil conseguir una victoria. Es el sacrificio indispensable para superar los propios límites y alcanzar el Ser”.

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