miércoles, 13 de julio de 2011

La Pintura Sumi-e

El zen llego al Japón en el siglo XII y durante los ochocientos años de su historia influyo de diversos modos en las vidas japonesa, no solo en la vida espiritual del Samurai sino también en las expresiones artísticas de las clases ilustradas y cultas. El Sumi-e, que es una de tales expresiones, no es pintura en el sentido propio del vocablo; es una especie de boceto en negro y blanco. La tinta se prepara con hollín y cola, y el pincel es de pelo de oveja o tejon; el pincel se confecciona así para que absorba o contenga mucho fluido. el papel que se emplea es mas bien delgado y absorbiera mucha tinta, contrastando grandemente con el lienzo utilizado por quienes pintan al oleo, y este contraste significa mucho para el artista Sumiye.


La razón de por que se escogió ese frágil material como vehículo para transferir una inspiración artística es que la inspiración ha de trasferirse del modo mas rápido posible. Si el pincel se demora demasiado tiempo, el papel se rasga. las líneas han de dibujarse lo mas rápidamente posible y en la menor cantidad, indicándose solo las absolutamente necesarias. No se permite la deliberación, ni el borrado, no la repetición. Una vez ejecutadas, las pinceladas son indelebles, irrevocables, no están sujetas a futuras correcciones ni mejoras. Cualquier cosa que se efectué después queda al final clara y dolorosamente visible, por ser el papel de la naturaleza indicada. El artista debe seguir su inspiración tan espontánea, absoluta e instantáneamente como se mueve; se limita a dejar que su brazo, sus dedos, su pincel sean guiados por aquella como si todos fueses meros instrumentos, junto con todo su ser, en manos de alguien que temporariamente se apodero de el. O podemos decir que el pincel se ejecuta por si la obra completamente fuera del artista, que se limita a moverse sin esfuerzos concientes propios. Si media cualquier lógica o reflexión entre el pincel y el papel, se arruina todo el efecto. Este es el modo con que se produce el Sumi-e.

Resulta fácil concebir que las líneas del Sumi-e deben mostrar una variedad infinita. En el no hay (claro-oscuro) ni perspectiva. En verdad, no se necesitan en el Sumi-e, que no hace concesiones al realismo. Intenta hacer que el espíritu de un objeto se mueva sobre el papel. Así, cada pincelada debe latir con la pulsación de un ser vivo. También debe estar viva. Evidentemente, el Sumi-e es gobernado por un conjunto de principios muy diferentes de los de una pintura al óleo. Al ser el lienzo de material tan resistente y al permitir los colores al óleo repetidas pasadas y capas, un cuadro se confecciona sistemáticamente, siguiendo un plan ideado deliberadamente. Grandeza conceptual y fuerza ejecutiva, para no hablar de su realismo, son los características de la pintura al óleo, que puede ser comparada con un ponderado sistema filosófico, el cual tiene ajustadamente tejida cada hebra de la lógica; o puede parecerse a una gran catedral, cuyos muros, columnas y cimientos están compuestos por sólidos bloques de piedra. Comparado con esto, un boceto Sumi-e es la pobreza misma, pobre en la forma, pobre el contenido, pobre en la ejecución, pobre en el material, mas los orientales sentimos en el la presencia de cierto espíritu móvil que misteriosamente se cierne en torno de las líneas, puntos y sombras de variadas formas; en ellos vibra el ritmo de su aliento vital. He aquí el simple tallo de un lirio florecido, ejecutado aparentemente con descuido sobre un pedazo de burdo papal, pero alli se revela vividamente el espíritu tierno e inocente de una doncella refugiada de la tormenta de una vida mundana. Además, gasta donde un critico superficial puede ver, no hay mucha habilidad ni inspiración artísticas: un bote de pescadores, pequeño e insignificante, en el centro de una vasta extensión de aguas; pero al mirar no puede dejar de impresionarnos profundamente las inmensidad del océano que no sabe de fronteras, y la presencia de una espíritu misterioso que alienta una vida de eternidad imperturbada en medio de las rizadas olas. Y todos estos prodigios se realizan con facilidad, sin esfuerzo.

Si el Sumi-e, intenta copiar una realidad objetiva es un fracaso completo; jamás hace esto; se trata mas bien de una creación. Un punto ren un boceto Sumi-e no representa un halcón, ni un línea curva simboliza al Monte Fuji. El punto es el pájaro y la línea es la montaña. Si el parecido es todo en un cuadro, los dos lienzos dimensionales no pueden representar nada objetivo; los colores distan muchísimo de reflejar el original, y por mas fielmente que el pintor procure con sus pinceles recordarnos un objeto de la naturaleza tal como es, el resultado jamás podrá hacerle justicia; pues en la medida que se trata de una imitación, o representación, es una pobre imitación, es un remedo. El artista Sumi-e razona así: ¿por que no abandonar por completo ese intento? En vez de eso, creamos objetos vivos, salidos de nuestra imaginación. Mientras pertenezcamos al mismo universo, nuestras creaciones pueden mostrar alguna correspondencia con lo que llamamos objetos de la naturaleza. Por este no es un elemento esencial de nuestra obra. la obra tiene su propio merito aparte de su semejanza. ¿En cada pincelada no hay algo distintamente individual? Allí se mueve el espíritu de cada artista. Sus pasajores son creación suya. Esta es la actitud del pintor Sumi-e con respecto a su arte, y deseo aclarar que esta actitud es la del Zen para con la vida, y que lo que el Zen intenta con su vida, el artista lo intenta con su papel, pincel y tinta. El espíritu creador se desplaza por doquier, y hay una obra de creación ya sea en la vida o en el arte.

La línea dibujada por el artista Sumi-e es final, nada puede trascenderla, nada puede recobrarla; es inevitable como el resplandor de un relámpago; ni el artista puede deshacerla; de allí surge la belleza de la línea. las cosas son bellas donde son inevitables, es decir, cuando son libres demostraciones del espíritu. Aquí no hay violencia, ni asesinato, ni copia, sino demostración libre, irreprimida, pero auto-gobernante, del movimiento-que constituye el principio de la belleza. Los músculos son conscientes de dibujar una línea, de hacer un punto, pero detrás de aquellos hay una inconsciencia. Mediante esta inconsciencia la naturaleza documenta su destino; mediante esta inconsciencia el artista crea su obra de arte. Sonríe una criatura y toda una multitud se alboroza, porque eso es genuinamente inevitable, proviene del Inconsciente. El "Wu-shin" y el "Wu-nien" que tanto utiliza el maestro Zen, como ya vimos en otra parte, es asimismo, eminentemente, el espíritu del artista Sumi-e.

Otro rasgo que distingue al Sumi-e es su intento de captar el espíritu cuando se mueve. Todo deviene, nada es estacionario en la naturaleza; cuando se tiene la seguridad de aferrarlo, se escapa de las manos. Porque en el momento en que se lo aferra, no esta mas vivo; esta muerto. Mas el Sumi-e procura atrapar las cosas vivas, lo cual parece algo imposible de lograr. Si, en verdad seria un imposible si el esfuerzo del artista consistiese en representar cosas vivas en el papel, pero puede triunfar hasta cierto punto cuando cada pincelada que ejecuta se conecta directamente con su espíritu interior, inatascadado por asuntos extraños tales como conceptos, etc. En este caso, su pincel es su propio brazo extendido; mas que eso, es su espíritu, y este espíritu se siente en cada movimiento al ser trazado sobre el papel. Una vez cumplido esto, la pintura Sumi-e es una realidad, completa en si misma, y no copia de nada. Aquí las montañas son reales en el mismo sentido en que el Monte Fuji es real; así son las nubes, el arroyo, los árboles, las olas, las figuras. Pues el espíritu del artista se esta articulando a través de todas estas masas, líneas, puntos y "pintarrajos".

De manera que es natural que el Sumi-e evite toda clase de colores, pues este nos recuerda un objeto de la naturaleza, y el Sumi-e no pretende ser una reproducción, perfecta ni imperfecta. A este respecto el Sumi-e semeja la caligrafía. En caligrafía, cada rasgo, compuesto por trazos horizontales, verticales, inclinados, fluidos, ascendentes y descendentes, no indica necesariamente una idea defendida, aunque no lo ignora por completo, pues primariamente se supone que un rasgo completo, pues primeramente se supone que un rasgo significa algo. mas como arte peculiar del Lejano Oriente donde para escribir se usa un pincel largo, puntiagudo y suave, cada trazo efectuado con el tiene un significado, aparte de su función como un elemento compuesto de un rasgo que simboliza una idea. El pincel es un instrumento dúctil y obedece prestamente todo movimiento volitivo del escritor o del artista. He aquí por que el Sumi-e y la caligrafía son considerados en el Oriente como perteneciente a la misma clase de arte.

La evolución del pincel de pelo suave es un estudio en si mismo. Sin duda tuvo machismo que ver con los accidentes de los ideogramas y escrituras chinos. Fue un suceso afortunado que se pusiese en manos del artista un instrumento suave, dúctil y flexible como ese. Las líneas y trazos producidos por é,l tienen algo de la frescura, ternura y gracia que son perceptibles en los objetos animados de la naturaleza, especialmente en el cuerpo humano. Si el instrumento usado fuese un pedazo de acero, rígido e indócil, el resultado seria muy opuesto, y no habría llegado hasta nosotros el Sumi-e de Liang-kai, Mu-chi'i y otros maestros. El hecho de que el papel sea de naturaleza tan frágil que no permita que el pincel se demore mucho en el es, asimismo, de gran ventaja para que el artista se exprese con él. Si el papel fuese demasiado fuerte y duro, seria posible el dibujo y la corrección deliberados, lo cual es, sin embargo, demasiado injurioso para el espíritu del Sumi-e. El pincel debe correr rápidamente sobre el papel, audaz , plena e irrevocablemente, tal como la obra de la creación cuando nació el universo,. tan pronto sale una palabra de la boca del creador, debe ser ejecutado. La demora puede significar alteración, la cual es frustración; o la voluntad fue controlada en su movimiento de avance; se detiene, vacila, reflexiona, razona, y finalmente cambia su rumbo; este titubeo y vacilación interfieren la libertad de la mente artística. Si bien la artificialidad no significa regularidad ni trato simétrico del tema, y la libertad significa irregularidad, hay siempre un elemento de lo inesperado y abrupto en el Sumi-e. Donde se espera ver una línea o una masa esto falta, y esta vacancia, en vez de contrariar sugiere algo mas allá y es completamente satisfactoria. Un pequeño trozo de papel, generalmente oblongo, de menos de dos pies y medio por seis pies, incluirá ahora todo el universo. El rasgo horizontal sugiere la inmensidad del espacio y un circulo la eternidad del tiempo -no solo con la mera ilimitación de estos sino también llenos de vida y movimiento. Es extraño que la ausencia de un solo punto donde convencionalmente se lo esperaba realice este misterio, pero el artista Sumi-e es un consumado maestro en esta empresa. Lo hace con tanto arte que en su obra no se discierne para nada no artificialidad ni finalidad explicita. Esta vida de ausencia-de-finalidad (propósito) deriva directamente del Zen.

Daisetz T. Suzuki, "Ensayos sobre budismo zen", tercer volúmen.

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