miércoles, 5 de enero de 2011

Tai Chi Chuan


Esta historia esta en el libro "Zen en Movimiento", de C.W. Nicol de origen británico, el cual fue uno de los primeros extranjeros que fueron a Japón a entrenar artes marciales, concretamente Karate en la ya mítica Japan Karate Association (KYOKAI), en la cual fue alumno de muchas de las leyendas del karate actual entre ellos el famoso Hirokazu Kanazawa Sensei, recomiendo mucho la lectura de este libro, ya que esta imbuido de un sentido de honestidad, reflexión, humildad, y mucho sacrificio como único método de alcanzar la comprensión y entender el espíritu que animan a todas las artes marciales. En esta historia el autor narra su encuentro con el Tai Chi Chuan, cuando éste estaba viviendo en la casa de Donn Draeger, otro de los hombres "históricos" en las artes marciales del siglo 20. Transcribo la historia tal cual esta en el libro: " Un día cuando recién estaba despertando de mi sueño, y estirándome en los tibios edredones, sentía en la cara el sol que se filtraba a través de las pantallas, gozando nuevamente del suave olor de los campos de heno de las tatami. De pronto el edificio comienza a sacudirse. ¿Un terremoto? Las pantallas temblaban en sus soleras, y abajo de mí se movía el suelo. Sin embargo, los estremecimientos seguían un ritmo, alrededor de uno por segundo. ¿Un clavador de pilotes próximo? Pero no había ninguna construcción cercana. Me puse los pantalones y bajé. Fui a la calle y allí estaban Donn, Bill Fuller y unos cuantos más observando a un profesor del arte chino de Tai Chi chuan. Su nombre era señor Wong. Pesaba alrededor de 115 kilos, parecía eterno, y estaba golpeando uno de los pilares que sostenían la casa, moviendo el puño nada más unos pocos centímetros en cada ocasión. Cada golpe sacudía toda la casa. Jamás había visto una fuerza tan engañosa. Parecía' como si solo estuviera golpeando suavemente la madera; incluso me hubiera prestado con gusto para recibir uno de esos golpes en mi estómago, que estaba considerablemente duro. Pero si lo hubiese hecho, me habría matado. El señor Wong venía a la casa para enseñar a Donn Draeger y a un grupo selecto de budokas de alta jerarquía. Les enseñaba principalmente katas o formas. Los kata del Tai Chi chuan eran largos, complicados y muy lentos. Eran como una danza en la cual cada segundo se alargaba a un minuto, tan lentos como una hierba abriéndose paso a través del pavimento. Efectuaba los kata con enorme dignidad y fuerza, pero YO" un novato, comprendí que estaba viendo algo que debía respetar, aunque no pudiese entenderlo. Por lo general los maestros de Tai Chi Chuan son de edad avanzada. En China, en la madrugada la gente practica los movimientos para beneficio de su salud, tanto en las plazas como en los parques de la ciudad. . Aun siendo de edad avanzada, una persona puede mejorar 'su habilidad y su fuerza. Los occidentales a menudo ven algo así y se burlan. . . no obstante, ¿cuántos hombres de cuarenta años, en Occidente, se mantienen activos en un deporte físico? ¿Cuántos hombres de cincuenta años están activos? ¿De sesenta? ¿De setenta? ¿Cuántos occidentales de ochenta años podrían buenamente darle una paliza a un hombre de entre los veinte y los treinta años? En Oriente, muchos de los grandes maestros tienen más de ochenta años de edad, y sin embargo son formidables.

El señor Wong tenía cuando menos cincuenta años de edad, aunque es probable que fuera más viejo. Su poder era fantástico. Lo vi proyectar a Donn Draeger varios metros a través del cuarto, tan fuertemente que sus pies estaban despegados del piso cuando se golpeó contra el muro. Lo vi hacer lo mismo con cuatro hombres muy fuertes, parados uno tras otro para presentar una línea sólida, anclada, de más de 360 kilos. Con un solo empellón todos salieron volando. Luego, en una lección me permitió sentir el poder de uno de sus movimientos, y aunque prometió hacerla con suavidad, fui proyectado limpiamente a través de la habitación y azotado contra la pared. ¿Y cómo fue eso? Mediante un empellón de apariencia simple con una mano que pareció tan inofensiva, como los movimientos de un niño al despertar. El contacto inicial de su mano sobre mi pecho fue en verdad suave, pero la propulsión en aceleramiento que siguió después, solo sintiéndola podría ser creída. El señor Wong podía recibir golpes o patadas en cualquier parte de su cuerpo excepto la cara. Si él lo permitía, uno podía patearlo alrededor de la ingle y ni siquiera se inmutaba. Para demostrar poder, una vez instó al ex campeón de peso completo del mundo Joe Louis, a que lo golpeara en el plexo solar. El golpe no le hizo ningún efecto. También invitó a un inmenso karateka holandés para que le diera golpes en el estómago, y el karateka (a quien Donn consideraba uno de los hombres más fuertes que conocía) solamente se lastimó la muñeca. Mediante la observación pude aprender un poco respecto a las técnicas del Tai Chi chuan, pero aprendí a no juzgar por las apariencias o por lo que previamente había asimilado mi mente. Sentí enorme admiración y respeto por este arte, pero nunca tomé lecciones, pues aún recordaba la historia del cazador y los dos conejos. El mantener un criterio estrecho en lo relativo a los diferentes artes y estilos servía únicamente para fomentar una debilidad. Nakayama sensei, nuestro jefe de instructores, no era ciertamente de criterio estrecho. Estudió muchas artes incluso en la misma China. Una vez le pregunté si el karate era la mejor de las artes de combate sin armas. Replicó que sí lo creía. En tal caso, repuse, ¿qué hay referente al Tai Chi chuan? Nakayama sensei rió y dijo con una sonrisa: -Para seres humanos, el karate es lo mejor. Pero hay algunos hombres que son sobrehumanos, y quizá algunos de los sensei de Tai Chi chuan, eso es lo que son exactamente. .- ¿Por qué no lo estudié, conociendo la eficacia del Tai Chi chuan? Bueno, había puesto los pies en el camino del karate, y decidí permanecer en él hasta que hubiera aprendido a sentir que era suficiente. Aún más, creía que las sendas del Tai Chi chuan y del karate y en realidad de todas las artes marciales, conducían a la misma meta. Tranquilidad.

¿Quien era Wang Shu Chin? Wang Shu Chin es el mayor exponente del Xing Yi Quan y el Pa-Kua en Taiwan. Un hombre enorme como un Buda, de más de 115 kg, siempre frunce el ceño ante la mención de los métodos duros y externos de Shaolín. Siempre decía que partir ladrillos y tejas no demostrará nada hasta que las tejas y los ladrillos puedan moverse y pensar como seres humanos.

La vida privada de Wang era bastante misteriosa. Supuestamente, poseía varias tiendas de arroz y era líder de un movimiento religioso. Sí sé que era vegetariano y célibe. Dado que vivía en Taichung, le veía con poca frecuencia, pero cada vez que le visité se desvivió por impartirme una instrucción de lo más sólido. Alumno del famoso Chang Chao-Tung en el continente, el Xing Yi y el Bagua de Wang eran ortodoxos y estaban afinados a la perfección. Con su gran masa, sus enormes manos y su sorprendente velocidad, el objetivo del Xing Yi, ocupar el territorio del adversario, estaba conseguido con toda seguridad. El sistema interno insiste en el cultivo del Qi, la respiración profunda y un planteamiento de los aspectos mecánicos de la lucha drásticamente diferentes a los de Shaolín. Pero al igual que en Shaolín, tiene muchos practicantes que pueden soportar un puñetazo o una patada en la boca del estómago. Wang no sólo posee esta habilidad, sino que además puede usar su gran estómago contra el puño del atacante hasta el punto de romperle la muñeca. Esta prueba la ha realizado por toda Asia y nadie ha llegado hacerle daño ni de lejos. Grandes maestros de karate se han inclinado ante él al no conseguir penetrar en su barriga. Pero esto sólo no hace a un luchador. Frank “Cannonball” Richards, un artista de circo, tiene la capacidad de encajar fuertes golpes en el estómago. De hecho, Harry Houdini murió como resultado de su incapacidad al hacer este tipo de hazaña. Después de no conseguir hacerle nada a Wang en el vientre en una ocasión, le pregunté si podía soportar un golpe en el plexo solar. “Inténtalo”, dijo. Lo hice varias veces sin ningún efecto. Pero más allá de esta especial habilidad, Wang era capaz de hacer algo que no he visto hacer nunca a ningún luchador. Podía encajar cualquier patada en las extremidades inferiores (excluyendo, por supuesto, los genitales). Yo le pateé en las rodillas, las pantorrillas y los tobillos hasta acabar con los pies doloridos sin el menor efecto. Le pregunté, "¿Cómo lo hace?", y él respondió: “Qi” (Chi).

Estas habilidades no suponen nada más que una capacidad defensiva, pero en Wang, dejaban al atacante sólo dos objetivos: la cabeza y la entrepierna, ambas muy móviles y difíciles de alcanzar. Pero con todo, uno siempre podría preguntarse: ¿era capaz de luchar? Era capaz y lo hacía. En los últimos años, ha pasado gran parte de su tiempo en Japón y ha peleado contra varios maestros de karate de alto nivel. Ninguno ha llegado ni de lejos a poner en apuros este guerrero de setenta años. En el proceso, ha llegado a despreciar absolutamente el karate. Considera que las formas originales recibidas de China han sido distorsionadas y que las absurdas patadas altas y el endurecimiento del cuerpo no son capaces de garantizar nada enfrentados a la técnica verdadera. Y técnica es algo que le sobra. Utiliza el puño de Xing Yi con un giro de sacacorchos desde una distancia de una pulgada con mayor efecto del que la mayoría de los hombres consiguen con un golpe lanzado con todo el recorrido del cuerpo. John Bluming, campeón de judo amateur holandés y alumno de karate favorito de Mas Oyama, a pesar de haberse hecho daño en la muñeca en una ocasión contra el estómago de Wang, me preguntó por él con cierto escepticismo en una visita que hice a Tokio. "¿De qué más es capaz?", me preguntó John. Yo le acompañé a ver a Wang y le pedí que le enseñara su sacacorchos, pero que lo hiciera con suavidad. Wang puso sus dedos relajados sobre el estómago de Bluming, los cerró en un puño y presionó atornillando. Bluming se derrumbó retorciéndose de dolor y desde entonces ha creído en él.

Este puño no es más que una parte de su arsenal. Su palma de Bagua es como el hierro. Sus dedos caen sobre uno como si fueran taladros. Uno de sus trucos favoritos más desagradables es engañar a su contrincante para que se acerque y entonces tirar de él directamente contra su cuerpo mientras golpea al desgraciado con su vientre. Al poco tiempo de conocerle realizó esta táctica conmigo y yo también quedé convencido. Hung I Hsiang me contó posteriormente que a él le había dejado inconsciente con este movimiento. Una conversación que tuve con él después de practicar una noche en la casa de Shang Tung-sheng, es reveladora. Me dijo que para conseguir kung-fu en los dedos no era realmente necesario utilizar polvo de hierro como usan los adeptos de Shaolín. Lo único necesario es un entrenamiento regular de Hsing-I. Muchos luchadores afamados nunca han utilizado polvo de hierro. Un boxeador que conocía en el continente era capaz de romper un ladrillo dándole una palmada, pero esta habilidad le había costado la sensibilidad en los dedos, no era capaz de tomar una moneda. Y esto, razonaba Wang, era una gran pérdida, dado que la capacidad de agarrar vale tanto como la de golpear. Generalmente es preferible golpear con la mano abierta a golpear con el puño. Los dedos son más largos y tienen más capacidad de variación. La clave del "puño erguido" del peng-chuan de Hsing-I, es que al golpear se presiona hacia abajo, forzando una reacción ascendente que facilita el desenraizamiento del adversario. Todos los buenos boxeadores hunden los hombros al lanzar un puño. Finalmente, me dijo que una buena técnica vale más que diez mediocres.

Heredero de una gloriosa tradición, este gran hombre, este vegetariano y gran boxeador, continúa enseñando a unos pocos alumnos en Taiwan. En los últimos años ha pasado mucho tiempo en Japón, enseñando Taiji Quan, pero curiosamente no Hsing-I ni Pa-Kua. Phil Relnick, uno de sus alumnos de Taiji Quan en Tokio durante este periodo, me contó que él y otros americanos se estremecían de frío durante las sesiones de ejercicios que se realizaban al aire libre en el frío de Tokio. Para calentarse, se agarraban a la mano de Wang, que despedía calor como un radiador. Era simplemente imposible practicar con Wang y no creer en el Qi.

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