jueves, 25 de noviembre de 2010

IAI - JUTSU (LA VIA DEL SABLE)


La vida del hombre de armas de aquella época no debía ser fácil- y menos aún de la población civil- ya que obligaba a una constante vigilancia, rayana en un estado alterado de conciencia, de obsesión, de neurosis o incluso de paranoia, que a la vez aportaban a los espadachines ciertas capacidades semi-paranormales de intuición, pues el menor error solía traer fatales consecuencias, no sólo la muerte, sino la amputación o la parálisis de por vida.

Conceptos tales como control de mente, de las reacciones emocionales, unidos a la estrategia de combate, se hicieron absolutamente necesarios. En el campo de batalla el guerrero se despojaba de la funda (saya) y se sumergía en el ardor del combate. En el dojo o en la vida privada, las formas de entrenamiento variaban notablemente, aunque conservando siempre un sentido de “presencia en el instante” y de “realidad virtual”. Estas “formas” (kata) verdaderos psico-dramas, aun hoy en día revelan las circunstancias históricas en que se crearon, los ambientes sociales y sobre todo la mentalidad de sus creadores. Algunos kata son de gran nobleza, estética y rectitud. Tratan de indultar, de perdonar al adversario, de darle una oportunidad de remisión, de expresión de la compasión. Otros expresan cierta maldad de intención o astucia, e incluso un sentido de provocación del ataque, como era habitual en la vida cotidiana de muchos pervertidos samuráis.

Algunos kata muestran un sentido exclusivamente estético, de expresión de la armonía y la belleza, otros estratégicos, y aun otros están ciertamente alejados de una realidad experimental. Algunos, en fin, son muy malignos y expresan ideas de ejecución, de decapitación ritual y hasta de asesinato. Es evidente que nunca deberían practicarse este tipo de kata ni de técnicas similares, provenientes a menudo de samuráis enloquecidos, verdaderos asesinos en potencia ¡y en evidencia¡. Una vez más, recordemos que existe una inexorable ley de Karma, y que la vinculación con tales campos de energía- como ya vimos- ya que no es posible realizar tales kata sin recrear las situaciones ambientales, emocionales y psíquicas que dieron su origen, nos pone en la misma línea de reciprocidad y de “compensación cósmica” que a sus fundadores. A pesar de todo lo dicho, existe el libre albedrío y cada quien es por tanto el responsable único de sus pensamientos, palabras y actos.

El samurai que se ejercitaba en el uso de la espada, sabiendo que quizá pocas horas mas tarde debería enfrentarse a un duelo a muerte, lo hacía obviamente con una visión y una aptitud de mente absolutamente seria y realista. Es preciso recordar que la historia secreta de un kata a menudo refiere y evoca luctuosos o felices hechos del pasado, situaciones reales vividas por los expertos de cada ryu, y refieren combates reales, que con frecuencia costaron la salud o la vida a muchos esgrimistas. Por ello las formas (Kata) de la practica del sable preveían la utilización del katana en cualquier posición, ambiente o circunstancia, y esta es la razón por la que en las escuelas se entrenaba las técnicas del iai en las posturas de la vida cotidiana, generalmente agachado, o bien de pie, caminando, comiendo arroz con palillos, en lugares estrechos e incluso en posición de descanso o durmiendo. Con este tipo de entrenamiento en solitario (hitorigeiko) se buscaba la escenificación realista de situaciones físicas, pero sobre todo emocionales y mentales, tratando de alejar el miedo, la ira, la cólera, el deseo de vencer o el temor a perder, en el escenario de un psicodrama
gestual, de un encuentro real con la muerte. Sabiendo que un duelo podía establecerse en cualquier momento y que las posibilidades de supervivencia dependían en gran medida de la intuición, y por tanto menos de la rapidez y la precisión técnica en el gesto inicial de desenfundar el sable (nuki-tsuke) y dar el primer tajo (kiri-tsuke), que de “llegar antes” por la extensión de una aptitud de extrema “presencia en el instante”. En el entrenamiento en solitario con un verdadero katana (shin-ken)-algo que jamás recomendaríamos a un principiante que no lleve practicando asiduamente al menos de diez a veinte años- o un iai to, el espadachín se esfuerza por desarrollar un muy agudizado sentido de la anticipación por intuición o “premonición” (sakki) por lo que muchos kata prevén ataques por la espalda, en la oscuridad, contra varios adversarios o en espacios estrechos. Esta sensación nefasta de amenaza y la subsecuente reacción antes de que se manifieste un ataque “visible” en una realidad hipotética, va mas allá de un simple reflejo condicionado, y se acerca mucho a una capacidad psíquica o para-psicológica que algunos célebres espadachines llegaron a desarrollar. Otros kata escenifican ataques y defensas frontales, en los que se debe siempre anticipar (sen-no-sen) al acto de desenfundar del adversario, captar su mente, su intención, su ki, antes mismo de “ver” el ataque. Al mismo tiempo, no debe existir, ni siquiera un sólo instante, la menor “apertura” (suki) o vulnerabilidad en el esgrimista. Esa idea nos habla de de “unidad reencontrada” (ki-ichi) de ósmosis, de “ser uno en la Unidad”: ai-nuke, mucho mas allá del concepto brutal y salvaje de “matarse el uno al otro” (ai-uchi). La intuición, la vigilancia y “espíritu alerta” (zanshin) están presentes en cada forma y en cada técnica, y como dicen los grandes maestros, “zanshin (la “presencia del ser”) empieza mucho antes del combate y no termina nunca”. El maestro Risuke Otake, nos recuerda: “Querer sacar el sable es la técnica del principiante. Poder sacar el sable es la técnica del experto. Ser el sable mismo es la técnica del maestro”

Existen otras formas de anticipación, desde la básica respuesta- reacción del neófito (go-no-sen) hacia la idea mas evolucionada de “sensación” o sen, y de ahí al más avanzado sentido de ”anticipación sobre la anticipación” (sen-no-sen) e incluso al concepto muy elevado de “ser uno con el corazón del otro”, que revelaría el sentido mismo de la palabra “i-ai”: “unidad con el ser”: dejar de ser dos, volver a ser “uno”. Como enseñaba el maestro de sable, Michel Coquet: “ser el Ser, sin más, sin desear nada, sin
añorar nada. “

La palabra I, en japonés, deriva de iru, y vendría a traducirse por ser o estar presente. Ai, procede de awaseru, y significa unir. Así, I-Ai, se traduciría-según Coquet sensei- por: “vía que permite, por la constante presencia en el instante, la realización del Ser”, un proceso obviamente indisociable de la meditación. Ai, también nos habla de unidad, de interrelación, de “reunión consigo mismo”, de acuerdo, de unidad con la Naturaleza y con las leyes que rigen el orden divino. El Maestro Ueshiba también lo traducía como amor, pero el amor de O-sensei era la poderosa energía que mueve el infinito y los mundos, dentro y fuera de nosotros. No es el amor emocional, visceral, apegado, sentimental, sino el amor desapegado, compasivo pero firme, positivo, luminoso y creador. O-sensei “hablaba de esgrimir desde el corazón” o proyectar el amor espiritual a través del sable. Es absolutamente necesario, pues, practicar la esgrima desde la alegría, desde la calma mental, desde el silencio de las emociones, desde la paz hermética, sin miedo, sin ira, sin esa sensación fogosa de intensa tensión mental rayana en un estado de violencia interna. El Iaido, es un arte de vida extremadamente difícil, pero no obstante, básicamente su estructura no puede ser más simple; apenas la realización de unos cuantos Kata, cuyo aprendizaje superficial puede llevarnos unos meses. Sin embargo, sabemos, como enseñan
los maestros de Oriente, que el Iai es un arte sin artificio, es un acto de presencia en el instante lúcido, en el que se trata menos de seguir caminos de estética, que de vivir una realidad trascendental. En el verdadero Iai, no se trata de dividir un miserable haz de paja trenzada, sino de cortar las raíces profundas del propio ego. Todas las ilusiones, los apegos y las cadenas de hierro o de oro que aprisionan al hombre en el abismo de la ignorancia, han de ser destruidas por la espada de la sabiduría y la trascendencia. El Iai, aliado e inseparable de la queda meditación, por la práctica en la soledad de sí mismo, lejos de cualquier forma de rivalidad o esteticismo, nos lleva a realizar estados progresivos de vacuidad (mushin) y nos permite la presencia pacífica y estable en medio del torbellino de una lucha ritualizada. A ese estado del ser de no identificación, de disolución de los espejismos del yo exterior, de unidad del yo profundo en la acción lo llamamos Fudoshin, la inmutabilidad, la calma y la serenidad en el Kata del Sable, y en el Kata de la vida también.

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