La pintura Zen es un arte contemplativo: antes de realizar un trazo habría que descubrir la fascinación del detalle y aprender el lenguaje de los pájaros.
Es precisamente con esta descripción que se establece la diferencia entre la pintura Zen y otra de genero distinto. En ambas técnicas el artista realiza un proceso de contemplación que luego será plasmado, pero la diferencia consiste precisamente en el detalle apriorico y en el tiempo del proceso creativo. La vida diaria esta llena de un pulso secreto que debe ser percibido y luego, algo debe ser plasmado en el papel con una gran rapidez. No existe la posibilidad de corregir el trazo, ni de hacer remiendos gráficos. La técnica Zen es inapelable: lo que se ha hecho, hecho está.
Ese pulso secreto no es otro que la energía, sutil fluido, a la vez magnético, eléctrico, químico, nervioso y sináptico, presente en todo lo que nos rodea. La energía pasa a frecuentar el hecho creativo cuando el artista descubre su existencia, la existencia de lo visinvisible, lo que logra cambiar su vida y costumbres de modo drástico, ya que es un modelador y moldeador de personalidades. Cada gesto y cada intención estan marcados por la seguridad cósmica de los movimientos naturales.
La exigencia del proceso en si implica la preparación mental del artista conocedor de técnicas de concentración que le permite eliminar los típicos errores del devenir estético en la practica artística, referidos a la relajación mental como trampa de la visión estética. Desde el punto de vista filosófico, este aspecto es de gran utilidad para la formación artística: su aplomo, rectitud, serenidad, prudencia, ecuanimidad y madurez para encarar el contacto con las mas curiosas formas de la vida serán herramientas estéticas para la construcción de una ética.
El artista debe prepararse tanto mental como emocionalmente para enfrentar las trampas formales de las cosas: a cada paso habrán figuraciones ilusorias y apariencias falsarias de los seres.
Esto debe ser aprovechado por la maravillosa capacidad imaginativa que todos poseemos pero un exceso en la convivencia con las quimeras y ficciones de la mente puede generar estados perniciosos para el cuerpo y a la larga, enfermarlo irremediablemente. El pintor Zen es un terapeuta de lo real visinvisible. Su filosofía esta anclada en la fascinante luz de la existencia. Lo que se relata en el papel es la historia del vacio: cómo ha nacido, cómo está fluyendo entre las cosas, cuál es su quietud, cómo puede ser generado por la contemplación, cómo infunde ritmo a las cosas, cuál es su dinámica y transfiguración.
De la realización, la gama de temas que se exponen es inagotable ya que las mismas captan lo maravilloso de los reinos:
En el Jardín de
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